Tribuna:

El insecto publicitario

Cogí un taxi en el centro de Málaga, es decir, en El Corte Inglés, camino del Limonar, y el taxista me avisó de que el Parque estaba cortado, y dimos un rodeo para pasar ante el Ayuntamiento. Allí estaba el ciclismo moderno: vehículos descomunales, camiones-tribuna, camiones-plató, camiones-clínica, camiones-taller mecánico, camiones-central telefónica y central eléctrica, la ciudadela vallada de la Vuelta a España en 21 días. La carrera a punto de empezar parecía unos estudios cinematográficos en plena superproducción. O un Poblado Potemkin: Potemkin, colonizador de la provincias meridionales...

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Cogí un taxi en el centro de Málaga, es decir, en El Corte Inglés, camino del Limonar, y el taxista me avisó de que el Parque estaba cortado, y dimos un rodeo para pasar ante el Ayuntamiento. Allí estaba el ciclismo moderno: vehículos descomunales, camiones-tribuna, camiones-plató, camiones-clínica, camiones-taller mecánico, camiones-central telefónica y central eléctrica, la ciudadela vallada de la Vuelta a España en 21 días. La carrera a punto de empezar parecía unos estudios cinematográficos en plena superproducción. O un Poblado Potemkin: Potemkin, colonizador de la provincias meridionales, fundador de Sebastopol y favorito de Catalina II de Rusia, montaba al paso de la emperatriz estupendos telones pintados que a lo lejos parecían ciudades de verdad, recién levantadas.Es admirable el espectáculo de la Vuelta. Es un momento muy atractivo del negocio del espectáculo, pero también ofrece el espectáculo del negocio publicitario: presenta deportivamente a magníficas empresas, que, expuestas sobre el maillot de los campeones, ni siquiera sabemos qué son ni a qué se dedican. El ciclismo es publicidad de la publicidad. Confieso que no sé qué venden el equipo Fassa de Italia, el Pecol de Portugal, el Delatour francés, ni los famosísimos Mapei o Saeco, firmas y marcas misteriosas para mí. Si no las acompañaran otras evidentemente reales, las creería falsas, o propaganda secreta dirigida a mi subconsciente o, más hondo, a la caverna del inconsciente. O sólo propaganda del negocio publicitario: etiquetas, marcas, logotipos en estado puro.

Algo inminente va a ocurrir en el montaje todavía silencioso, espectacular, que veo desde el taxi. Está a punto de irrumpir el ruido de fabuloso insecto de doscientas cadenas de bicicleta corriendo bien engrasadas sobre un fondo de respiración y esfuerzo humanos: el pedaleo de 200 ciclistas. A las cinco, muy cerca de la plaza de toros de la Malagueta, arrancará la primera etapa, Málaga-Málaga, contrarreloj individual aunque todos los ciclistas participarán señalados y amparados por una buena casa y una buena marca, como quisieran participar en su vida particular casi todos los ciudadanos. Hay pocas individualidades fuertes en esta Vuelta, y las pocas que hay cuentan poco, y de los nuevos nombres se espera cualquier cosa (es decir, tampoco se espera mucho). Del gran y único favorito, Jan Ullrich, dorsal número 1, su director, Rudy Pevenage, ha dicho:

-Está pensando más en Sidney que en la Vuelta.

La publicidad es el espectáculo. Cuesta 100 millones que la Vuelta salga de Málaga, pero Unipublic, empresa organizadora, garantiza la fama de Málaga durante unos días, incluido un anuncio en televisión: la Catedral, madrugadora y fantasmal, la esquina del Hotel Málaga Palacio, un hombre volador que pasa frente a la Farola del puerto, y una canción de los OBK, músicos con nombre de equipo ciclista. El ciclismo es turismo y recreo fantástico, pero también llegarán los montes del Norte y entonces veremos el increíble espectáculo del sufrimiento y el sacrificio. La caravana publicitaria vence siempre, con el dolor de los vencidos y la felicidad de los héroes.

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