"El miedo empuja hacia arriba", relata un ex marino

Chaim Cheinín conoce el horror de estar atrapado bajo las aguas del océano a bordo de un submarino ruso, igual que los marineros varados a bordo del Kursk, en el fondo del mar de Bárens. Cuando no era más que un cadete de 22 años en la Marina soviética, Chaim, que hoy trabaja en la biblioteca del instituto Gratz de Filadelfia (Estados Unidos) se embarcó en 1960 en un submarino para una travesía de varios meses de entrenamiento. El sumergible zarpó para cumplir una misión en el mar de Bárens, pero de repente se detuvo en seco. Un torpedo había estallado en la rampa de lanzamiento y el su...

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Rampa de salvamento

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Chaim Cheinín conoce el horror de estar atrapado bajo las aguas del océano a bordo de un submarino ruso, igual que los marineros varados a bordo del Kursk, en el fondo del mar de Bárens. Cuando no era más que un cadete de 22 años en la Marina soviética, Chaim, que hoy trabaja en la biblioteca del instituto Gratz de Filadelfia (Estados Unidos) se embarcó en 1960 en un submarino para una travesía de varios meses de entrenamiento. El sumergible zarpó para cumplir una misión en el mar de Bárens, pero de repente se detuvo en seco. Un torpedo había estallado en la rampa de lanzamiento y el submarino cayó hasta el fondo: quedó tendido a una profundidad de 270 metros. "Hubo un ruido espantoso. La nave está construida enteramente en metal, así que uno escucha más el sonido terrible de la explosión". Sólo 14 de los 56 miembros de la tripulación sobrevivieron, explica ahora Cheinín.

Tras el accidente, los marineros se pusieron unos trajes especiales y máscaras de oxígeno, y se dispusieron a escapar por otra rampa lanzatorpedos situada en la parte posterior de la nave. Uno a uno, los 14 marinos entraron en la rampa. Cuando la puerta se cerró tras ellos, el tubo comenzó a anegarse de agua. Cheinín narra que, mientras esperaba su turno para abrir la escotilla que les separaba de las heladas aguas del océano Ártico, se armó de valor para soportar la marea que iba a tragarlo.

Los marinos habían soltado un largo cable al que habían sujetado varios flotadores para hacerlo ascender a la superficie. Los hombres comenzaron a subir por el cable. "A esa profundidad, normalmente habríamos necesitado tres horas para llegar a la superficie [según las tablas de descompresión, calculadas por el tiempo que el organismo necesita para adaptarse a la presión cambiante]". "Sin embargo, yo empleé entre una hora y media y dos horas", añade. "El miedo le empuja a uno hacia arriba. Pero hay que frenarse. Cuando llegué a la superficie, me di cuenta de que salía sangre de mi boca. Uno de mis pulmones había estallado".

Cheinín fue rescatado por un barco soviético que pasaba por la zona, y pasó el año siguiente en convalecencia, ingresado en un hospital de la Marina. "Era muy, muy peligroso. Fue un milagro que yo sobreviviera". Sin embargo, el veterano ex marino se declara optimista sobre la suerte de los 116 hombres atrapados en el Kursk.

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