Esperando a la Luna

Más de 4.000 personas, tres horas de cola y 300.000 kilómetros de distancia hasta la Luna. Ese es el viaje que realizaron ayer por la noche los madrileños que se acercaron al Planetario.Prudencio Rollán, jubilado de 57 años, era el primero de la cola: "He llegado a las siete, tres horas antes de que empezara el sarao... Ya sé que es muy pronto, pero es que a mí no me gusta esperar colas", se justificó poco antes de entrar a la explanada del Parque Enrique Tierno Galván, a las 10 de la noche, cuando 16 telescopios apuntaban hacia la Luna.

La de ayer fue la décimocuarta edición en ...

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Más de 4.000 personas, tres horas de cola y 300.000 kilómetros de distancia hasta la Luna. Ese es el viaje que realizaron ayer por la noche los madrileños que se acercaron al Planetario.Prudencio Rollán, jubilado de 57 años, era el primero de la cola: "He llegado a las siete, tres horas antes de que empezara el sarao... Ya sé que es muy pronto, pero es que a mí no me gusta esperar colas", se justificó poco antes de entrar a la explanada del Parque Enrique Tierno Galván, a las 10 de la noche, cuando 16 telescopios apuntaban hacia la Luna.

La de ayer fue la décimocuarta edición en la que la Agrupación Astronómica de Madrid permite a los ciudadanos mirar al espacio con los telescopios de algunos de sus más de 600 socios. Esta cita se celebra desde 1986, el mismo año que se inauguró el Planetario de Madrid.

Mientras Prudencio esperaba, Juan Rivas, profesor de educación física, de 54 años, afinaba su telescopio para evitar que la rotación de la tierra le desviara del Mar de la Tranquilidad, el lugar donde el Apolo XI alunizó en 1969. "Yo tengo una deuda con esta convocatoria; me enganché con la astrología hace ocho años y fue justo después de venir a una de estas jornadas. Por eso no falto ningún año, seguro que de aquí sacamos a más de un aficionado. La astronomía tiene un lado muy romántico", explica Rivas.

Los miembros de la Agrupación Astronómica intercambiaban aventuras, bocadillos y comentarios mientras esperaban que la noche se comiera el día. El público, poco a poco, se iba agolpando, la cola bajaba el parque, lo volvía a subir, bordeaba el Planetario y cruzaba el puente que da acceso a éste. Telmo Fernández, subdirector del Planetario, oteaba la fila de gente y comentaba con orgullo: "Este año casi hacemos récord, la gente ya casi llega fuera del puente. Esto es una publicidad buenísima para nosotros".

Rocío y Noelia, dos chicas de 23 años, eran parte de ese grupo que ocupaban los últimos lugares esperando a que se abrieran las puertas del espectáculo espacial: "No sé muy bien que es ésto, algo de los planetas, ¿no?", decía Noelia. Su amiga, se lamentaba de la larga espera que les quedaba: "¿Pero la gente no estaba en la playa?".

Carmen Sánchez, una jubilada de 68 años, tenía más claro qué es lo que iba buscando: "Yo vengo, porque estuve hace dos años y, como dicen los jóvenes, es un alucine. Además, salí en Telemadrid, igual también salgo este año".

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En cuanto la noche se cerró, la cola se puso a caminar. Familias cargadas de niños, jubilados o pandillas de jóvenes empezaron a acribillar a preguntas a los aficionados, mientras disfrutaban de la piel de la Luna. "Jo, esto es precioso, si parece que casi la puedo tocar", le decía una abuela a Javier Moreno, de 17 años, el más joven de los astrónomos improvisados, que llegó ayer desde Toledo para la cita. Mientras Javier contestaba a todas las pregutas que podía, su madre le observaba con cariño desde la barrera: "Nos tiene locos con esto de la astronomía, andamos todo el día llevándole al monte para que pueda ver las estrellas. El próximo año termina el COU y quiere estudiar física. La verdad es que es mejor que se dedique a esto que a hacer el tonto por la calle", argumentaba su madre con orgullo.

José Luis Terrón , un historiador de 55 años, también sacaba brillo a su telescopio de 15 kilos, uno de los que despertaba más admiración: "Me ha costado medio millón de pesetas. Eso sí, no tengo dinero para comprarme un coche". Salvador Barberá, lucía un telescopio menos aparente, pero también sacaba pecho: "A mí no me ha costado tanto porque me los hago yo mismo. Llevo mucho tiempo fabricándome mis propios aparatos y funcionan perfectamente. Hace falta paciencia, pero como soy prejubilado de Telefónica... tengo tiempo de sobra", concluía.

Muchos de los que habían llegado hasta el lugar, se desanimaron por las largas colas, pero pudieron disfrutar de una pantalla de un metro y medio de alto por un metro de ancho conectada al telescopio del Planetario en la que, en tiempo real, se recibían imágenes de la Luna. Mientras una centena de personas la observaban, se escuchaba por megafonía la voz de un experto comentado las características, peculiaridades y anécdotas de, lo que él mismo definió como "Nuestro satélite amigo".

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