Tribuna:

Los viudos negros

ENRIQUE MOCHALESHay momentos en la vida en los que uno se hace preguntas extrañas. El otro día, sin ir más lejos, me pregunté a mi mismo por qué enviudan tantos hombres. Se supone que, biológicamente, no es normal. Y menos aún que ellas mueran en circunstancias violentas, lo cual parece incrementar últimamente en los periódicos la solidaridad entre los géneros, en detrimento de la educación pseudofascista recibida, con perdón, a favor del macho. De todas formas, me tranquilizan ciertos rumores que parecen indicar que el gobierno de este señor -con el que todo, absolutamente todo, va bien- ha t...

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ENRIQUE MOCHALESHay momentos en la vida en los que uno se hace preguntas extrañas. El otro día, sin ir más lejos, me pregunté a mi mismo por qué enviudan tantos hombres. Se supone que, biológicamente, no es normal. Y menos aún que ellas mueran en circunstancias violentas, lo cual parece incrementar últimamente en los periódicos la solidaridad entre los géneros, en detrimento de la educación pseudofascista recibida, con perdón, a favor del macho. De todas formas, me tranquilizan ciertos rumores que parecen indicar que el gobierno de este señor -con el que todo, absolutamente todo, va bien- ha tomado cartas en el asunto.

Según parece, una secreta comisión gubernamental de asuntos calientes -de la cual sólo tengo un oscuro conocimiento- está pensando muy seriamente en distribuir subfusiles entre las miles de mujeres amenazadas por sus maridos. Dando por descontado la repartición de cuchillos de monte entre las señoras, queda la duda si sería más efectivo un K-47 de asalto en la encomiable tarea de defenderse de los machos enloquecidos como toros bravos, animal cuya utilización simbólica en este país de pandereta parece estar afectando los cerebros primarios del macho hispánico -lo de macho es una metáfora, qué le vamos a hacer- y obnubila su capacidad de raciocinio. Según palabras de nuestro cerebro colectivo -satírico Jung- que flota en el éter: "No es posible poner una escolta a todas y cada una de las mujeres. Que se defiendan solas". Hagamos una pausa y lancemos un Olé: "¡Ooolééé!".

Desde este planteamiento, no tan regresivo como pudiera parecer, nos trasladamos a las salas de justicia. Los jueces, aunque afirmen lo contrario, siguen lucubrando acerca de lo que es ensañamiento y lo que no lo es. Algunos piensan que ensañamiento son treinta puñaladas, y otros dicen que de eso nada, que son cuarenta y cinco. Pero los maridos asesinos no tienen la seguridad de cuántas puñaladas deben asestar para que su crimen no se agrave con el ensañamiento, y se quejan de este vacío legal, que les puede suponer uno o dos añitos más de cárcel. Aquí tenemos que corear un nuevo Olé: "¡Ooolééé!".

Por su parte, algunos psicólogos y psiquiatras achacan el comportamiento patológico de los maridos celosos, ofendidos o simplemente, rechazados, a una regresión neuronal a la época de las cavernas. La "hostia que te crió" del padre, la que dicen que siempre llegaba a tiempo, pudo desencadenar lo que en los bares sin gente se da en llamar , encabronamiento, un proceso según el cual el niño, cuando se hace adulto, imita al padre. Pega a su mujer, pega a sus hijos, pega al canario si se le pone chulo. Nada más fácil que actuar con un modelo de comportamiento tan facilón que han mamado desde que eran pequeñitos. Y Olé de nuevo: "¡Ooolééé!".

No obstante, cuando todo esto se organiza y se justifica, como en el recientemente aparecido libro que explica cómo golpear a las mujeres sin dejarles antiestéticas marcas, y se monta un escándalo de tales proporciones, los árabes no se lo explican. Y no les falta razón. Todo ese escándalo por una bobada de nada. Total, si en Afganistán las mujeres no son admitidas en los hospitales y no tienen educación, uno las mata por enseñar el tobillo y se queda tan campante. Total, si en Pakistán un hijo puede cargarse a su hermana, o a su propia madre, si opina que ésta lleva una vida disoluta. Total, si en África la ablación, es una práctica rutinaria, y nadie dice nada. Total, si el tráfico de mujeres es la nueva esclavitud. Total, si el mundo es así.

Nuestro acuciante deber ahora es educarnos todos, musulmanes y católicos, en la hipocresía a la hora de practicar el machismo de una forma más disimulada, sin golpes, pero con el cinismo social del género masculino. ¿Que las mujeres quieren liberarse? Pues que se liberen, pero sólo hasta la vuelta de la esquina. ¿Que las mujeres quieren trabajo? Pues que les den trabajo, pero peor pagado. Y es que los árabes ya no entienden nada. "Pero, ¿acaso no matan los españoles a sus mujeres?", se preguntan, "¿por qué no nos dejan a nosotros golpearlas tan solo un poquito?".

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