Las meretrices y sus clientes ponen en peligro un robledal de la Casa de Campo

El robledal de la Casa de Campo, un enclave singular y de máxima protección ecológica, agoniza por el trasiego de coches y personas que genera el progresivo aumento de la prostitución, según denuncia la patrulla ecológica de la Policía Municipal. El deteriorado bosque de robles, alguno de ellos emblemático, con más de 150 años de antigüedad, amanece como un basurero: preservativos, jeringuillas, compresas, pañuelos, desperdicios y porquería. Una visión desoladora de un paraje flanqueado por el paseo de los Plátanos, el Parque de Atracciones y el Lago.

Aunque la madera de estos árboles e...

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El robledal de la Casa de Campo, un enclave singular y de máxima protección ecológica, agoniza por el trasiego de coches y personas que genera el progresivo aumento de la prostitución, según denuncia la patrulla ecológica de la Policía Municipal. El deteriorado bosque de robles, alguno de ellos emblemático, con más de 150 años de antigüedad, amanece como un basurero: preservativos, jeringuillas, compresas, pañuelos, desperdicios y porquería. Una visión desoladora de un paraje flanqueado por el paseo de los Plátanos, el Parque de Atracciones y el Lago.

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Multas por contaminar

Aunque la madera de estos árboles es dura y resistente, el ajetreo pone en peligro toda la valiosa vegetación y los resistentes troncos de entre 15 y 20 metros de altura. Los informes municipales vinculan por primera vez este incipiente desastre ecológico con el negocio imparable de la prostitución. Cada mañana, la patrulla verde de la Policía Municipal recorre los rincones del parque junto a los limpiadores municipales para asear las inmundicias de noches de jaleo y follón. El negocio del sexo se ha convertido en una pesadilla para ellos: "Si hace un año había 300 prostitutas, ahora hay el doble y los coches no respetan nada. Se cuelan por todas partes y tiran el látex en cualquier lugar". Algunos agentes se esmeran en especial por el robledal, repoblado hace cuatro años junto con una serie de mejoras vegetales que costaron 314 millones de pesetas. Cada día cunde mayor desazón entre los policías, que ven con angustia la continua erosión que sufre el terreno del robledal. "La repoblación de hace cuatro años se ha perdido, las plantas están desapareciendo, es casi imposible que brote algo nuevo porque el paso de los coches compacta el terreno", dice un agente de la Policía Municipal.

La patrulla verde trata de combatir la degeneración de la zona con el castigo a quienes causan daño o contaminan la zona. Desde el pasado mayo, la patrulla ecológica ha multado al menos a 30 mujeres, la mayoría meretrices, por arrojar desperdicios al suelo. "Intentamos hablarles para que corrijan su conducta, pero como son reincidentes las tenemos que sancionar", dice un agente. "Nos acercamos a ellas para decirles que no pueden arrojar cosas al suelo, que hay papeleras, pero no nos hacen caso, dicen que no entienden, y si les pedimos la documentación, se asustan".Tampoco se han escapado de las multas una decena de conductores que han atropellado el delicioso lugar con los neumáticos de sus todoterrenos y turismos. El trasiego de personas y automóviles provoca, por compactación, la impermeabilización del terreno, que abre las puertas a la erosión.

La policía también se preocupa por los nuevos hábitos de las prostitutas. "Sucede algo inaudito: las mujeres están quedándose a dormir en la Casa de Campo en vez de regresar a sus casas. Desde hace unos dos meses, cada vez pernoctan más mujeres y en una pista de tenis abandonada llegan a juntarse hasta 20 personas", denuncia un policía de la patrulla ecológica. Estas mujeres no sólo emplean cartones y mantas para dormir. "Últimamente traen colchones que luego arrojan por cualquier sitio. Estas conductas están castigadas con multas de hasta 15.000 pesetas", advierte.

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La oleada de prostitutas es cada vez mayor en la Casa de Campo. Con esta marea también crece el deterioro del entorno natural. "Desde la Policía Municipal tratamos de luchar para proteger el medio ambiente, pero vemos que cada vez conquistan más terreno".

Hasta hace poco, las mujeres solían ponerse a ambos lados de la carretera del Tejedor, la vía diagonal que atraviesa la Casa de Campo desde el puente del Rey a Televisión Española. En los últimos meses, han invadido el entorno del teléferico. "Son más y no hay quien las frene. Los esmerados jardines que rodean el teleférico están en peligro si nadie pone coto", denuncia un policía. Un empleado de la limpieza le da la razón: "Las negras nos están rompiendo las amapolas y las margaritas", dice enfadado.

Para los empleados de limpieza, su trabajo es cada vez más desagradable: "Qué te voy a decir de los preservativos. Eso no es lo peor, hay otras cosas que se ven más graves".

Una gigantesca máquina aspiradora, bautizada como elefante, recorre los lugares más sucios para absorber preservativos, papeles, pañuelos y desperdicios. A veces el bicho no llega a todas partes y hay que recoger las jeringuillas con guantes.

Para la oposición municipal y el grupo Ecologistas en Acción, la solución a este desmán ecológico pasa por el cierre al tráfico de la Casa de Campo: "La salvación del pulmón madrileño pasa por restringir el tráfico a diario", explica un portavoz de la asociación. Los 25 kilómetros de la Casa de Campo soportan a diario 35.000 coches, de los que se quedan 9.000. Este número se duplica los domingos.

Los miembros de la patrulla ecológica no quieren pronunciarse. "Nuestro trabajo es proteger el medio ambiente".

"La Casa de Campo era antes un refugio para parejas en busca de intimidad", recuerda un limpiador, "pero se ha convertido en un gran burdel".

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