La desertificación avanza en Jaén, pese a la inyección de inversiones para pararla

Una cuña de 40.000 hectáreas de terreno desertificado, que entra a través de Granada y avanza en dirección norte hasta toparse con el río Guadalquivir, trae de cabeza a los responsables de Medio Ambiente de Jaén. Desde 1995 se realizan programas periódicos que pretenden parar el deterioro del terreno y que han supuesto una inversión superior a los 1.500 millones de pesetas, pero en realidad los trabajos de la administración forestal se remontan a principios de siglo. "Cualquiera sabe si hemos conseguido frenar la desertificación. En esa zona sigue sin llover, aunque intentamos que el deterioro...

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Una cuña de 40.000 hectáreas de terreno desertificado, que entra a través de Granada y avanza en dirección norte hasta toparse con el río Guadalquivir, trae de cabeza a los responsables de Medio Ambiente de Jaén. Desde 1995 se realizan programas periódicos que pretenden parar el deterioro del terreno y que han supuesto una inversión superior a los 1.500 millones de pesetas, pero en realidad los trabajos de la administración forestal se remontan a principios de siglo. "Cualquiera sabe si hemos conseguido frenar la desertificación. En esa zona sigue sin llover, aunque intentamos que el deterioro no sea cada vez mayor", resalta Francisco Torres, responsable del servicio de Gestión del Medio Natural.El resultado de los trabajos que se han realizado a lo largo de todo el siglo es que hoy existen más de 15.000 hectáreas arboladas, de las que más de 12.000 proceden de repoblación artificial. El por qué avanza la desertificación en Jaén tiene una teoría científica. Se basa en que estos territorios pertenecen a la vertiente atlántica y están sometidos a los vientos del oeste que penetran por el valle del Guadalquivir. Como consecuencia de un efecto pantalla que se produce por las sierras que rodean la zona, los vientos húmedos que proceden de las borrascas atlánticas descargan su agua en Mágina, Pandera o Cazorla y llegan secos a estos terrenos. El nivel de lluvia que se registra en un año normal es prácticamente nulo, con 250 o 300 milímetros que bajan a los 100 en los peores años.

Además, el responsable de Gestión del Medio Natural destaca que esa lluvia suele llegar en pleno verano de forma torrencial, lo que implica que cuando se produce supone un fuerte arrastre de tierra, "y sin tierra no arraigan los árboles". También perjudica el exceso de pastoreo.

Un informe de Medio Ambiente alude a una "alarmante desertificación" producto de la pérdida de vegetación y tierra en la que, además, ha afectado la presencia del hombre. El informe alude a "la explotación irracional de los bosques, deforestaciones para su sustitución por una agricultura en muchos casos marginal y sobrepastoreo".

Los trabajos que se realizan para intentar que, al menos, no avance la desertificación se centran en tratamientos silvícolas y en la construcción de diques para evitar que se pierda la tierra. Todo unido con repoblaciones para iniciar la restauración de los ecosistemas.

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