Tribuna:

Casa del padre

Tenía ya escrita la columna. La había redactado intentando separar los aspectos personales del hecho objetivo. Trataba del encarcelamiento de un desertor insumiso, el joven universitario sevillano José María Trillo-Figueroa. Hoy lunes deberá entrar en la prisión militar de Alcalá-Meco para cumplir condena ya que el Gobierno no ha considerado conveniente ni oportuno concederle el indulto. Sobre ese asunto giraba mi comentario.Lo he tenido que sustituir por otro más doloroso. Aquí sí que es imposible no mezclar los sentimientos personales y los hechos. El asesinato del concejal José María Martín...

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Tenía ya escrita la columna. La había redactado intentando separar los aspectos personales del hecho objetivo. Trataba del encarcelamiento de un desertor insumiso, el joven universitario sevillano José María Trillo-Figueroa. Hoy lunes deberá entrar en la prisión militar de Alcalá-Meco para cumplir condena ya que el Gobierno no ha considerado conveniente ni oportuno concederle el indulto. Sobre ese asunto giraba mi comentario.Lo he tenido que sustituir por otro más doloroso. Aquí sí que es imposible no mezclar los sentimientos personales y los hechos. El asesinato del concejal José María Martín Carpena expresa, una vez más, el grado de salvajismo y de barbarie a donde puede llegar la determinación de ETA. Tras leer las crónicas y ver las imágenes no puedo sino quedarme con la terrible figuración de la hija de diecisiete años que hace sólo unos días había aprobado su prueba de selectividad universitaria. Se iniciaba para ella una etapa única, un salto a la mayoría vital que para cualquier joven supone ese examen aprobado. Tenía por delante unas expectativas humanas que conocemos quienes tenemos hijos de la misma edad. Todo ha quedado truncado en cinco segundos y cuatro balazos.

La injusticia tiene nombre y fisonomía, aunque se ocultase en el momento del crimen bajo una gorra y en estos momentos esté agazapado en un piso franco esperando la oportunidad para huir. ¿Cuál es el derecho que le ha asistido para dejar a una madre sin su esposo y una joven de diciesiete años sin el padre? Como vasco debe saber lo que supone dejar "la casa sin el padre", renunciar a esa única relación humana que nos ha dado la naturaleza y la biología. ¿Qué derecho le asiste para, en aras de una construcción de la nación-patria futura, destrozar la única patria verdadera, la de los padres con sus hijos? El gran poeta vasco Gabriel Aresti cantó: "Defenderé la casa de mi padre". Hoy ese verso tiene poco sentido para dos mujeres de Málaga. Son otros cantos los que expresan su dolor, como el de Rilke: "El que no tiene casa ahora, ya no se construirá ninguna". Ojalá esa joven que hoy tiene diecisiete años pueda en un futuro reconstruir su casa sobre las ruinas que le han dejado.

JAVIER ARISTU

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