Tribuna:

Historia(s)

MIGUEL A. VILLENALos hechos son sagrados, las opiniones son libres. Desde esta máxima procedente del periodismo algunos historiadores han tejido una labor paciente y honesta que les ha llevado a declarar aquello de que con la Historia no se pueden hacer trampas. Es el caso del catedrático Manuel Fernández Álvarez, veterano experto en el siglo XVI español y autor de libros básicos sobre la época, que mostró su indignación hace un par de años por la imagen amable y dulce que se estaba ofreciendo de la figura de Felipe II. Rebatía Fernández Álvarez esa visión única, cerrada y redonda que esgrimía...

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MIGUEL A. VILLENALos hechos son sagrados, las opiniones son libres. Desde esta máxima procedente del periodismo algunos historiadores han tejido una labor paciente y honesta que les ha llevado a declarar aquello de que con la Historia no se pueden hacer trampas. Es el caso del catedrático Manuel Fernández Álvarez, veterano experto en el siglo XVI español y autor de libros básicos sobre la época, que mostró su indignación hace un par de años por la imagen amable y dulce que se estaba ofreciendo de la figura de Felipe II. Rebatía Fernández Álvarez esa visión única, cerrada y redonda que esgrimían historiadores como el británico Henry Kamen, un hábil adulador de Cortes monárquicas de ayer y de hoy. Que la Inquisición fue una organización represora en favor de la ortodoxia católica es un hecho indiscutible. Ahora bien, a partir de ahí los historiadores difieren sobre la mayor o menor crueldad del Santo Oficio, sobre si su carácter fue más religioso o más político, sobre la justificación de una leyenda negra contra España o acerca de la actitud más reformadora o más tradicionalista de Felipe II. Es tan sólo un ejemplo.

Porque los nuevos ideólogos de esa idea unitarista de España olvidan que los países se construyen desde los pactos y los consensos, pero también desde los conflictos, las rivalidades y sobre todo el respeto a las diferencias como algo enriquecedor. No existe, pues, una historia de España, sino muchas historias de España y de la convivencia fructífiera y dialéctica entre todas ellas surge un cuadro que los estudiantes han de colorear con un instrumento que se llama capacidad crítica y libertad de pensamiento. Hace unas semanas el rector de la Universidad de Valencia, Pedro Ruiz Torres, defendía durante un congreso internacional de historiadores la necesidad de una enseñanza de la Historia que postulara una idea plural de España. Pues eso, pluralidad. Porque no hay una historia, sino muchas historias. Es decir, una libertad intelectual para acercarse al pasado desde todos los ángulos posibles y así comprender el presente.

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