Tribuna:

'Corasson'

E. CERDÁN TATO

Nunca, nadie hubiera creído que el elegante ministro de Sanidad fuera paleontología pura, de no ser por el certificado de nacimiento que expidió un sabio antropólogo, en los salones donde se celebraba aquella memorable velada. Los financieros, estadistas e industriales y sus delicadas esposas, se quedaron maravillados: el ministro de Sanidad cumplía sus primeros cuatro millones de años. Y mientras la Hamburg Symphony Orchestra interpretaba La Primavera, de Vivaldi, dos hermosas jóvenes le entregaron un artístico pergamino, con una antigua lista de espera enmarcada en oro ...

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E. CERDÁN TATO

Nunca, nadie hubiera creído que el elegante ministro de Sanidad fuera paleontología pura, de no ser por el certificado de nacimiento que expidió un sabio antropólogo, en los salones donde se celebraba aquella memorable velada. Los financieros, estadistas e industriales y sus delicadas esposas, se quedaron maravillados: el ministro de Sanidad cumplía sus primeros cuatro millones de años. Y mientras la Hamburg Symphony Orchestra interpretaba La Primavera, de Vivaldi, dos hermosas jóvenes le entregaron un artístico pergamino, con una antigua lista de espera enmarcada en oro nativo y esmeraldas. Su excelencia era un homínido vestido por Giorgio Armani y protegido por una burbuja amniótica de diseño italiano. El sabio antropólogo advirtió que el ministro había culminado con éxito el proceso de bipedismo y que ahora se aplicaba a la evolución de su cerebro. Es un fósil muy ilustrado e ingenioso, afirmó con toda su autoridad académica.

El gran preboste lo puso al frente de un departamento tan conflictivo, confiado en que, con su abrumadora experiencia y sus limitados campos semánticos, disiparía el inquietante clamor subversivo: hasta los médicos se adherían a la insurrección popular y denunciaban las secretas maquinaciones del poder. Y no se equivocó. El ministro de Sanidad después de ofrecer a sus invitados un cóctel, los acompañó a unas próximas y pulcras excavaciones. Desde su burbuja de formol perfumado con Vetiver, articuló unos berridos y el arqueólogo jefe mostró a los asistentes las ruinas del último hospital general de la sanidad pública, donde se exhibían, en perfecto estado de conservación, los cadáveres de algunos pacientes cuyos nombres figuraban en la lista de espera. Finalmente, les mostró el postrero y más revelador hallazgo: el esqueleto del jefe de cirugía cardiovascular, con una navaja cabritera, incrustada entre las costillas de unos despojos de mujer. El ministro dio algunos gruñidos más y se golpeó el tórax con los puños. Y el interprete tradujo: Todo se ha resuelto según lo previsto y el quirófano ya es de quien se lo paga religiosamente.

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