Putin anuncia reformas en el Senado ruso para recortar poderes a los líderes regionales

Deprisa, deprisa. Ésta parece ser la máxima del nuevo presidente ruso, Vladímir Putin, que tomó posesión el pasado día 7 y que desde entonces ha adoptado dos decisiones vitales para fortalecer el poder central y limitar el de los líderes regionales, que hicieron de su capa un sayo durante la era de Borís Yeltsin. Anoche, en un mensaje televisado a la nación, el nuevo líder del Kremlin anunció el envío a la Duma de un paquete legislativo para excluir a estos barones del Consejo de la Federación (Cámara alta o Senado) y facilitar su destitución si aprueban leyes contrarias a la Constitución. El ...

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Deprisa, deprisa. Ésta parece ser la máxima del nuevo presidente ruso, Vladímir Putin, que tomó posesión el pasado día 7 y que desde entonces ha adoptado dos decisiones vitales para fortalecer el poder central y limitar el de los líderes regionales, que hicieron de su capa un sayo durante la era de Borís Yeltsin. Anoche, en un mensaje televisado a la nación, el nuevo líder del Kremlin anunció el envío a la Duma de un paquete legislativo para excluir a estos barones del Consejo de la Federación (Cámara alta o Senado) y facilitar su destitución si aprueban leyes contrarias a la Constitución. El pasado sábado había decidido ya una nueva división administrativa en siete distritos, en los que tendría representantes plenipotenciarios.

Está claro que Putin quiere acabar con el caos regional, que amenaza con convertir a Rusia en una sucesión de reinos de taifas con un potencial explosivo y desestabilizador. Una quinta parte de las leyes aprobadas en las regiones de la federación, dijo anoche el líder del Kremlin, están reñidas con la Constitución. Según él, eso hace que, "gota a gota", crezca el separatismo, que se convierte en cabeza de puente de "un mal mucho mayor, el terrorismo internacional". Putin había dado ya el pasado jueves una clara indicación de sus intenciones al ordenar a las repúblicas de Bashkortostán e Ingushetia y a la región de Amur que anulasen disposiciones que contradecían o violaban directamente las leyes federales. La república musulmana de Tatarstán, mientras, negoció con Yeltsin unas atribuciones que se acercan más a la independencia que a la autonomía, aunque sus dirigentes nunca han llegado a plantear la separación total de Rusia. El modelo tártaro se manejó antes del estallido de la segunda guerra de Chechenia como un ejemplo a seguir para mantener a la república caucásica, siquiera formalmente, dentro de la federación.En su intervención televisada, Putin anunció el envío a la Duma de tres proyectos de ley. El primero pretende cambiar la composición del Consejo de la Federación, con la exclusión de sus actuales miembros: los jefes del Ejecutivo y el Legislativo de cada una de las 89 regiones, aunque éstas seguirían contando cada una con dos senadores. El objetivo teórico es convertir al Consejo en una Cámara más profesional y permanente y que los barones se dediquen a gobernar sus territorios. En contra de lo que se había especulado en los últimos días, Putin reafirmó la necesidad de que estos dirigentes sean elegidos por sufragio universal y no designados desde Moscú.

El segundo proyecto de ley pretende dar al líder del Kremlin la facultad de destituir a los líderes y disolver las asambleas legislativas de las regiones cuando violen la Constitución o las leyes federales. Y el tercero les concede también a ellos la atribución de deshacerse de otros dirigentes de menor nivel. Todo ello, supuestamente, con garantías jurídicas y no por la fuerza del dedo.

Putin efectuó su anuncio poco después de mantener una prolongada reunión con diversos líderes regionales en la que, al parecer, escuchó toda clase de opiniones. Uno de los asistentes al encuentro, el presidente tártaro, Míntimer Shaimíyev, aseguró que se había hablado de los esfuerzos para reforzar el poder gubernamental a todos los niveles, y que esperaba que los proyectos de ley sobre la reforma del Senado se someterían a la Duma dentro de unos días. Pero no pasaron días, sino horas, y no muchas, hasta que Putin hizo públicas sus intenciones, lo que hace suponer que había tomado la decisión antes de escuchar a sus interlocutores.

Para que las leyes sean aprobadas no sólo deben ser votadas en la Duma, sino también en el propio Consejo de la Federación, cuyos miembros se verán en la tesitura de hacerse el haraquiri o enfrentarse con el presidente. Ésta sería una situación sin precedentes. En la era de Yeltsin, éste encontraba con frecuencia en el Senado árnica para los golpes que le propinaba una Duma dominada por sus enemigos.

"La época de los compromisos desestabilizadores ha concluido", aseguró Putin, según el cual el plan pretende "fortalecer el Estado ruso". Está por ver si es eso lo que realmente pretende o si más bien intenta consolidar un poder que no admite oposición, venga de donde venga.

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