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Las supersticiones de Roberto Carlos

Roberto Carlos pareció perturbarse cuando al salir del aeropuerto de Múnich se topó con un autobús del Bayern, esperando a la plantilla del Real Madrid para llevarla al hotel. Por sus adentros se cruzó una idea fatalista con arraigo en alguna superstición: "Mala señal". El mismo autobús le esperó la última vez que visitó la ciudad, antes de llevarse cuatro goles y una derrota del estadio Olímpico. "Lo hacen por cortesía, debemos agradecerlo, ya lo sé, pero... el Barcelona no lo haría", reflexiona el brasileño, que no se decide. ¿Lo hacen por arrogancia, o porque los alemanes lo tienen todo pre...

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Roberto Carlos pareció perturbarse cuando al salir del aeropuerto de Múnich se topó con un autobús del Bayern, esperando a la plantilla del Real Madrid para llevarla al hotel. Por sus adentros se cruzó una idea fatalista con arraigo en alguna superstición: "Mala señal". El mismo autobús le esperó la última vez que visitó la ciudad, antes de llevarse cuatro goles y una derrota del estadio Olímpico. "Lo hacen por cortesía, debemos agradecerlo, ya lo sé, pero... el Barcelona no lo haría", reflexiona el brasileño, que no se decide. ¿Lo hacen por arrogancia, o porque los alemanes lo tienen todo previsto? "El Madrid es un club suficientemente grande como para viajar en su propio autobús", concluye el brasileño.Quizá el autobús del Bayern forme parte de un plan cuidadosamente articulado. Porque el club lo tiene todo previsto para luchar por un objetivo que lo abruma: ganar su cuarta Copa de Europa. El plan es riguroso y el presidente, Franz Beckenbauer -que como jugador participó en la consecución de tres títulos continentales, en 1974, 1975 y 1976- es la voz más temida entre los jugadores. Beckenbauer reclama sacrificio y la plantilla lleva una semana concentrada, entre carreteras, aeropuertos y hoteles. Los jugadores del Bayern no ven a sus familias desde el martes pasado, cuando el equipo viajó a Madrid para disputar el partido de ida de las semifinales. Salvo en las comidas -en contra de las costumbres mediterráneas, mucha carne roja y poco espageti- y en la celebración de la consecución de la Copa alemana, el sábado -regada con abundante cerveza bávara-, los hombres del Bayern piensan sólo en sudar para acaparar títulos. Para olvidar pronto la pérdida de la Copa y la Copa de Europa el año pasado, en dos finales devastadoras para su moral. Y para llevarse un buen botín a casa: el premio por ganar la final de París se eleva a ocho millones de pesetas para cada uno.

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