Reportaje:

Panorama desde la valla del futuro aparcamiento

Una obra, para ser una obra de verdad, tiene que tener mirones. Alguien que se acode en la valla y mire, experto y sabio, cómo se realizan los trabajos. Es gente que contempla cómo se afanan o descansan los obreros y hasta aconseja. Otras veces callan y observan con ojos burlones, con esa mirada del que calla porque si él hablara... Román tiene 62 años y un espeso y lucido bigote, poblado y canoso. Tiene 62 años vividos en el barrio. Fue ebanista. Es ebanista, mejor dicho, porque uno no deja nunca de ser lo que fue.

-Ya no hay ebanistas en el barrio. Los negocios de maderas se marcharon...

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Una obra, para ser una obra de verdad, tiene que tener mirones. Alguien que se acode en la valla y mire, experto y sabio, cómo se realizan los trabajos. Es gente que contempla cómo se afanan o descansan los obreros y hasta aconseja. Otras veces callan y observan con ojos burlones, con esa mirada del que calla porque si él hablara... Román tiene 62 años y un espeso y lucido bigote, poblado y canoso. Tiene 62 años vividos en el barrio. Fue ebanista. Es ebanista, mejor dicho, porque uno no deja nunca de ser lo que fue.

-Ya no hay ebanistas en el barrio. Los negocios de maderas se marcharon. Ahora, como mucho, los corchos para tapones. Eso es lo que hay.

Román cree que el barrio necesita las obras. Necesita mejorar. Que las obras son molestas pero necesarias. Habla pausado y tranquilo, con esa especie de sabiduría que dan los años vividos, el conocimiento de las cosas de uno. Dice lo justo, que no por hablar demasiado tiene uno más razón.

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-Y ¿qué? ¿Ha cambiado mucho el barrio?

-Vaya...

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-¿Hacia mejor?

-Estaría cojonudo que hubiera sido hacia peor...

Aquí, en esta misma calle, estaba una Escuela de Artes y Oficios. Con la de la calle de la Palma, era la más antigua.

-Están dejando muy bien la calle con las aceras tan anchas, ¿no?

-Esta calle siempre ha tenido aceras anchas.

-¿Ah, sí?

-Sí, señor. Siempre. Incluso aquel lado era más ancho. Donde están esos edificios nuevos había un puesto de melones. Y la gente, en las noches de verano, sacaba las sillas y el botijo. Y había quien venía porque se cantaba flamenco.

Calla y mira con ojo crítico la calle levantada.

-Lo del aparcamiento está muy bien. Porque no hay aparcamientos en el barrio. Son casas viejas. Esa de enfrente, por ejemplo. Malo será que no se venga abajo.

-Pues parece firme.

Román mira con conmiseración al periodista.

-No hay cimientos. Ése es el problema: que no hay cimientos. Estas casas no tienen cimientos y cuando tocas una...A Román le parecen necesarias las obras. Y eso que generan incomodidad. Y atascos.

-Hay más coches que casas.

Pero no entiende por qué hay que levantar una calle cuando se acaba de terminar. ¿Por qué no se hace todo de una vez? Y vienen, a la vez, los del agua, los de la luz, los del gas. No lo entiende.

-Ya sabe usted lo que pasa. Siempre hay alguien... Ya me entiende.

-Qué quiere que le diga...

-Pero, oiga, que conste que eso siempre ha pasado, pasa y pasará.

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