Tribuna:

La simulación

Los valores tecnológicos mutiplicaron por cien, por trescientos o por mil, su valor durante varias semanas. Han bastado, sin embargo, otras dos semanas más para reducir su cotización a la mitad. Entre uno y otro periodo no ha sucedido nada portentoso que justifique la oscilación; sólo se ha visto afectada la simulación. Es decir, ha cambiado la simple ideación de una gran prosperidad para esas compañías, por la transitoria inclinación hacia un porvenir menos brillante.En verdad (¿en verdad? ¿en mentira?), después de estos trastornos, nadie puede saber qué es ahora lo real: si el alto valor...

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Los valores tecnológicos mutiplicaron por cien, por trescientos o por mil, su valor durante varias semanas. Han bastado, sin embargo, otras dos semanas más para reducir su cotización a la mitad. Entre uno y otro periodo no ha sucedido nada portentoso que justifique la oscilación; sólo se ha visto afectada la simulación. Es decir, ha cambiado la simple ideación de una gran prosperidad para esas compañías, por la transitoria inclinación hacia un porvenir menos brillante.En verdad (¿en verdad? ¿en mentira?), después de estos trastornos, nadie puede saber qué es ahora lo real: si el alto valor que poseían los títulos tecnológicos hace un mes o el achatado precio de estos días. Pero tampoco importa demasiado. Los valores traducen un índice que ya no se refiere a lo más real, sino a lucubraciones ensimismadas y autónomas dentro de las especulaciones financieras. Tras una y otra sacudida nadie es capaz de decir una palabra sobre el precio efectivo de una acción porque la realidad hace tiempo que ha sido extirpada de su antiguo lugar y el valor patina sobre una superficie casi abstracta. Como, en otros ámbitos de la posmodernidad, lo verificable ha sido sustituido por lo imaginable, lo material por lo inmaterial y el mundo por su reflejo.

No sólo en las operaciones financieras domina la simulación. Los productos cotidianos ganan o pierden a través del simulacro publicitario, los políticos ganan o pierden según su estrategias de seducción, el arte actual adquiere o no relevancia a través de sus propias estratagemas para el espectáculo. En la economía, en el arte, en la política, en la identidad, lo virtual va ganando a lo real. Dentro de la red, en el ciberespacio, millones de personas generan a diario, en contacto con otras, una vida simulada con falsas identidades y multiplicaciones del yo. Una simulación, que empieza a ser ya más importante para la vida de algunos que la antes llamada vida real. Tras las convulsiones de las bolsas y la evidencia de sus simulaciones no se alcanza a saber si el precio de una telecom es éste o era aquél, pero también, en coherencia con los tiempos, ¿a cuál de los muchos tele-yo, simulados en los chat o los MUD de Internet, convocaríamos como seña de nuestro yo real?

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