Reportaje:

Refrescos, 'graffities' y 'hip-hop'

A partir de ahora, a los niños del colegio Gloria Fuertes, de Peligros, un pueblo granadino a cuatro kilómetros de la capital, no podrán castigarlos sus profesores obligándolos a ponerse de cara a la pared. Porque se lo pasarían bomba. En lugar de un muro blanco y aburrido, las tapias del centro son un gigantesco museo del graffiti granadino. Gracias a una iniciativa municipal, 29 jóvenes artistas de la pintada llenaron con sus dibujos de cómic toda la fachada exterior del colegio. Fue una jornada de refrescos, graffities y hip-hop."El graffiti es otra forma de arte", explicaba el responsable ...

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A partir de ahora, a los niños del colegio Gloria Fuertes, de Peligros, un pueblo granadino a cuatro kilómetros de la capital, no podrán castigarlos sus profesores obligándolos a ponerse de cara a la pared. Porque se lo pasarían bomba. En lugar de un muro blanco y aburrido, las tapias del centro son un gigantesco museo del graffiti granadino. Gracias a una iniciativa municipal, 29 jóvenes artistas de la pintada llenaron con sus dibujos de cómic toda la fachada exterior del colegio. Fue una jornada de refrescos, graffities y hip-hop."El graffiti es otra forma de arte", explicaba el responsable del Instituto de la Juventud de la Junta de Andalucía en Granada, Higinio Almagro. "Se sustituye el pincel por el aerosol y el lienzo por un muro. Es bueno que la gente conozca a estos artistas anónimos y que los muros de las ciudades se conviertan en salas de exposiciones".

La iniciativa partió del Ayuntamiento de Peligros. La idea era concentrar a los chavales más jóvenes y celebrar una fiesta de música hip-hop mientras, a partir de las doce de la mañana, una treintena de chicos, de entre 15 y 20 años, tomaba su pequeña parcela en un muro de más de 150 metros de longitud y pintaba sus dibujos, a cuál más original y llamativo. La única condición: debían tener en cuenta que lo hacían en un colegio y, por tanto, evitar imágenes duras.

Todos los graffiteros, o escritores, como ellos prefieren llamarse, representan una nueva cultura. Llevan camisetas antibélicas, pantalones anchísimos, gorros de lana, zapatillas alucinantes, pendientes, piercings. No beben alcohol, sólo refrescos. Mientras desde un escenario se iban sucediendo los disc-jockeys pinchando música, ellos invertían entre cuatro y ocho horas en realizar sus pintadas.

"Yo pinto desde hace un año", explicaba M, como le gusta llamarse, un chico de 15 años. "A mí me gusta mucho patinar y me junté con otra gente que lo hacía y que, además, hacía graffities". A su lado, Ajes, un escritor de 18 años, sacaba el boceto que había dibujado la noche anterior para dibujarlo ahora en la pared.

"Yo anoche estuve de cháchara con mis amigos y no hice boceto", dice Gata, una chica de 18 años, de Peligros, que fue la que convenció al Ayuntamiento para que hicieran la fiesta. "Pero en un par de horas ya tendré algo". Gata defiende que el graffiti no es pintura, sino otra cosa. Mientras, a su alrededor, medio millar de jóvenes, niños incluso, curioseaban de una pintada a otra, bebían refrescos y bailaban. Hip-hop.

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