Tribuna:

Piratas

Se supone que en Madrid no hay playa. Pero esto es un puerto virtual desde donde operan buen número de navegantes corsarios, piratas posmodernos cobijados en sus cubículos. Se parapetan tras una pantalla, rodeados de megaherzios y gigabytes. No utilizan espada ni arcabuz; se lo montan con un ratón. Son denominados con términos anglosajones relacionados con la cibernética: hackers (filántropos de la red), geeks (navegantes libertarios independientes), phreakers (caballeros defensores de los usuarios de Internet; algo así como Amadís de Gaula en plan digital), nerds (sabios pasotas), wannabee (n...

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Se supone que en Madrid no hay playa. Pero esto es un puerto virtual desde donde operan buen número de navegantes corsarios, piratas posmodernos cobijados en sus cubículos. Se parapetan tras una pantalla, rodeados de megaherzios y gigabytes. No utilizan espada ni arcabuz; se lo montan con un ratón. Son denominados con términos anglosajones relacionados con la cibernética: hackers (filántropos de la red), geeks (navegantes libertarios independientes), phreakers (caballeros defensores de los usuarios de Internet; algo así como Amadís de Gaula en plan digital), nerds (sabios pasotas), wannabee (novatos). Todos ellos se relacionan en mayor o menor grado con la delincuencia virtual, pero los más filibusteros son los crackers; se subdividen en dos grandes grupos que a veces se fusionan: gamberros y terroristas informáticos.Lo que más llama la atención de estos corsarios es su edad. Suelen tener entre 16 y 25 años. Funciona por ahí algo así como un retrato robot: prefieren la ropa informal (vaqueros, camiseta); abominan de las corbatas; mantienen relaciones esquivas con el champú y la crema de afeitar; suelen leer libros de ciencia ficción ciberpunk; son adictos a forrajes compatibles con el teclado, es decir, hamburguesas y pizzas. Discretamente huraños, gustan de la compañía de perros y gatos; no son propensos al deporte, excepción hecha del ajedrez y el rol. Socialmente ariscos, intercambian impresiones e información en los patios de los colegios y en los cibercafés, que se multiplican como moscas. La policía ha detectado que algunos son muchachos gorditos y empollones. A la salida de cualquier colegio se puede uno topar con ellos. También hay chicas en el gremio, pero pocas; al parecer, también desdeñan la cosmética y las vanidades.

Estos chavales son altamente cotizados por los cazadores de talentos: el bandolerismo en Sierra Morena terminó cuando la Guardia Civil contrató a José María el Tempranillo, que era quien más entendía de la cosa. Si usted tiene un hijo adolescente y tímido pegado a un ordenador, tiene usted una mina en casa.

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