Reportaje:

Proverbio árabe: "La necesidad hace saltar"

Los marroquíes supieron organizarse: 14 zonas, 14 piquetes,cada uno con cinco personas, un coche y un teléfono móvil

Diseminados por el mar de plástico de los invernaderos hortofrutícolas de Almería, entre un dédalo de caminos, los inmigrantes marroquíes, ayer llamados moros y hoy ascendidos de nuevo a la categoría de braceros de la que fueron rebajados hace una semana, recibieron en la madrugada de ayer la visita de un grupo de compatriotas cargados de fotocopias en árabe.Sus visitantes eran los mismos integrantes de los antiguos piquetes de la huelga de las organizaciones de marroquíe...

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Los marroquíes supieron organizarse: 14 zonas, 14 piquetes,cada uno con cinco personas, un coche y un teléfono móvil

Diseminados por el mar de plástico de los invernaderos hortofrutícolas de Almería, entre un dédalo de caminos, los inmigrantes marroquíes, ayer llamados moros y hoy ascendidos de nuevo a la categoría de braceros de la que fueron rebajados hace una semana, recibieron en la madrugada de ayer la visita de un grupo de compatriotas cargados de fotocopias en árabe.Sus visitantes eran los mismos integrantes de los antiguos piquetes de la huelga de las organizaciones de marroquíes que han capitalizado los paros de estos días. Pero ayer se habían convertido en comisionados para difundir el mensaje del acuerdo alcanzado finalmente con la patronal y las centrales sindicales.

El paro se convocó, se extendió y se desconvocó por la aplicación de un sistema organizativo de carácter espontáneo, pero eficaz, y que se puede resumir en el siguiente proverbio árabe: "La necesidad hace saltar".

Las agresiones a los marroquíes iniciadas tras el funeral y el entierro de Encarnación López, asesinada el sábado día 5 de un navajazo por un magrebí que pretendía robarle el bolso en el mercadillo local, confinaron a los atemorizados inmigrantes en sus casas, en improvisados campamentos en las montañas o en los cortijos, nombre este último de ironía dolorosa, ya que en su caso se trata de una vivienda infinitamente más cercana a la pobreza de una chabola que al tronío del verdadero cortijo andaluz.

El miedo los llevó a no acudir a los invernaderos. "Es que la huelga no comenzó como una medida de protesta, sino por puro miedo. Pero luego se fue extendiendo que teníamos que hacer algo. El martes pasado ya habían dejado de trabajar la mitad de los marroquíes, pero el jueves no había nadie bajo los plásticos", explicaba ayer Kamal Rahmouni, el presidente de la Asociación de Trabajadores e Inmigrantes Marroquíes en España (ATIME), que se encargó del mantenimiento y la resolución de la huelga en la zona de Vícar, próxima a la de El Ejido.

La ATIME dividió su territorio en 14 áreas y organizó otros tantos piquetes. Cada célula estaba compuesta por cinco personas, un coche y un teléfono móvil. Ninguno de los piquetes patrullaba por aquélla en la que habitualmente trabajan sus miembros para evitar de esa manera posibles represalias por parte de sus empleadores en el regreso a la normalidad.

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Además, cada uno tenía un jefe que debía reunir un perfil idéntico: casado, con hijos, de mediana edad y con varios años de residencia en el territorio, lo que, al menos teóricamente, garantizaba un mínimo de moderación en su actitud.

La vasta comarca de El Ejido fue autoencomendada a la Comisión de Inmigrantes, capitaneada por Omar Hartiti. Este hombre fue cofundador en esta localidad de la Asociación de Emigrantes Marroquíes en España (AEME), la entidad que decía representar Mustafa Ait-Korchi, uno de los agitadores durante los primeros días de la huelga y el principal obstáculo en el primer día de la negociación.

Pero Hartiti niega cualquier protagonismo, cualquier representatividad, a Ait-Korchi: "La verdad es que no representa a nadie porque, entre otras cosas, la AEME fue disuelta en El Ejido hace tres años y medio y no hay aquí ni sede ni representante alguno de la organización".

Los grupos se montaron de forma matemática tanto para jalear la huelga al principio como para desconvocarla más tarde.

Cada mañana salían a la calle a las seis para asegurarse de que nadie trabajaba en los invernaderos. Luego, a la una de la tarde, los jefes se reunían en una comisión de coordinación y planificaban el resto de la jornada. Así, a las dos ya estaban de nuevo en danza para recopilar los datos de seguimiento del paro que eran explicados a las asambleas que se reunían a partir de las nueve de la noche.

"En estas reuniones asamblearias teníamos que evitar eso que se dice de que el que se levanta gobierna", precisaba Rhamouni.

"Queríamos cubrir todo el territorio y para eso había que trabajar duro, muy duro", explica Rhamouni. Las jornadas eran tan agotadoras que los inmigrantes enrolados en los piquetes han llegado a hacer cola para dormir por turnos de media hora en el sofá de la sede de la ATIME en Puebla de Vícar.

Estos colectivos emplearon toda la noche del sábado al domingo en difundir el acuerdo alcanzado y recoger las opiniones de sus compañeros.

Otras asambleas de pequeño número trasladaron luego su opinión con emisarios a otras más representativas. Las más significativas fueron las de la comisaría de El Ejido y la de la sede de la ATIME.

En esta última hubo hasta tres asambleas en la madrugada de ayer. "Hemos intentado llegar a todos los marroquíes y, en mi opinión, lo hemos conseguido", concluía ayer el líder de esta asociación.

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