Tribuna:LA INDUSTRIA TURÍSTICA

Baleares hacia la nueva frontera del turismo

La evolución de la economía española de los últimos 30 años es sin duda la evolución del sector turístico en su más amplio sentido. Pieza clave en el desarrollo de nuestro país en momentos de la existencia de un débil tejido industrial, el turismo fue palanca de la apertura económica exterior y elemento imprescindible para el equilibrio de la balanza de pagos. Y aún sigue siendo así. Porque la incidencia de la actividad turística en el conjunto de la economía española sigue siendo fundamental pese a que este sector no tenga política y socialmente el peso de otros sectores, salvo cuando se prod...

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La evolución de la economía española de los últimos 30 años es sin duda la evolución del sector turístico en su más amplio sentido. Pieza clave en el desarrollo de nuestro país en momentos de la existencia de un débil tejido industrial, el turismo fue palanca de la apertura económica exterior y elemento imprescindible para el equilibrio de la balanza de pagos. Y aún sigue siendo así. Porque la incidencia de la actividad turística en el conjunto de la economía española sigue siendo fundamental pese a que este sector no tenga política y socialmente el peso de otros sectores, salvo cuando se producen grandes eventos como es el caso de la feria internacional de turismo en Madrid.Pero si para el conjunto de España el turismo es un elemento de indudable importancia económica, para una comunidad como las islas Baleares, en la que el 84% de PIB se sustenta en la actividad turística, es una cuestión de Estado. Las Baleares son no sólo un destino turístico vacacional de primer orden, sino también un laboratorio permanente de iniciativas, análisis y diseño de actuaciones. Con un tejido empresarial experto que lidera la esperanza de futuro en diversas zonas del mundo, donde su excelente forma de hacer compite con éxito frente a potentes cadenas internacionales; del tal modo que además de un destino tradicional, las Baleares se proyectan actualmente como una potencia turística. Y eso las hace diferentes frente a otras áreas turísticas españolas.

No obstante, el cambio político experimentado en Baleares con la llegada al Gobierno de una coalición de progreso ha llevado aparejado un inevitable y profundo cambio de planteamiento sobre un modelo turístico que apuntaba síntomas de agotamiento en su estructura y que amenazaba su potencialidad futura.

Existe una mayoritaria sensibilidad social y un consenso de los agentes sobre la necesidad de frenar el crecimiento sin horizonte de la oferta, reconducir la demanda hacia un equilibrio de temporadas y recuperar para poner en valor el principal activo de calidad de vida en estas islas, su entorno natural.

Paralelamente, la previsible evolución del turismo en los inicios del tercer milenio apunta a nuevos escenarios que afectarán a la competitividad turística española en general y de las islas Baleares en particular. No es difícil prever que los países de la cuenca mediterránea azotados por tensiones bélicas y desastres de diversa índole recuperarán la estabilidad que les permita regresar al mercado turístico vacacional con fuerza renovada; o que van emergiendo nuevos destinos impulsados en muchos casos por el reconocido prestigio de los propios empresarios españoles, poniendo en competencia nuevas instalaciones y exotismo a precios más competitivos. Y frente a esa posible realidad, destinos turísticos maduros como Baleares deben encontrar nuevas fórmulas que sostengan las diferencias y su competitividad.

La nueva frontera no debe ser una pregunta que le hacemos al destino, sino un planteamiento serio capaz de adelantarse a situaciones de mercado. El nuevo modelo turístico que queremos pasa por tres ejes que se sostienen uno sobre el otro: recuperación de espacios naturales, remodelación integral de zonas turísticas y segmentación de la oferta para romper la estacionalidad veraniega de la demanda.

Un nuevo producto turístico que sustituye el desarrollismo fundamentalmente vinculado a la especulación por un modelo de economía productiva pegado a la realidad balear, al entorno en el que se desarrolla, capaz de despertar el interés del visitante y la satisfacción del residente; un sector turístico que desde la fortaleza económica es capaz de tirar de otros sectores facilitando su actuación creando las condiciones para el desarrollo de un mercado interior, en un contexto de instituciones autonómicas sólidas e instituciones sociales maduras dispuestas a no permitir modelos de crecimiento basados en el consumo de territorio. Acudiendo a la memoria, ejercitando la imaginación y buscando los recursos. Decididos a demostrar que no existen modelos irreversibles.

Es curioso, pero a fuerza de convivir con él cada día o de ignorarlo en algunos casos, nos hemos olvidado de que el turismo es una actividad económica peculiar; un producto que se adquiere en un sitio y se consume en otro, el destino; una actividad industrial ejercida la mayor parte del tiempo al aire libre; una conquista social capaz de haber revolucionado el registro de recuerdos de miles de trabajadores desde hace medio siglo. Es un sector económico puro y a la vez una actividad profundamente humana, social, que influye a quien la realiza y a quien la soporta. Y queremos recuperar esa doble realidad para dar sentido a términos tan maleables como calidad o bienestar, como sostenibilidad o empleo.

Sin duda hemos decidido apostar fuerte porque son fuertes nuestros cimientos. De modo que cuando planteamos acciones como la de un impuesto turístico capaz de financiar los enormes costes, más de 100.000 millones, del nuevo modelo, sabemos que abrimos una línea insólita. Pero este impuesto finalista, moderado en su cantidad, es una llave que abrirá la puerta al producto turístico diferenciado.

Quizá se amontonen las peticiones de copias de la llave. No sería la primera vez. Pero estamos dispuestos a asumir la virginidad de la iniciativa para obtener recursos capaces de dotar a las islas de una amplia red de espacios naturales puestos en valor y a las zonas turísticas de los equipamientos complementarios que permitan diversificar la oferta, crear las condiciones para que el sector privado cuente con los elementos para crear un nuevo producto variado y atractivo en cualquier época del año.

Decir que empresas y Administración autonómica estamos en el mismo barco sería un recurso manido y poco original tratándose de islas; pero es tan cierto como el agua que nos rodea que la confluencia de planteamientos y objetivos puede darse porque son muchos los puntos de encuentro. Fruto de ello, fue en su día un ambicioso plan de modernización de establecimientos y de embellecimiento de zonas que nos permitió con las inversiones privadas y la legislación adecuada solventar la crisis turística del 92 y salir fortalecidos.

Lo que hoy planteamos es colocar las bases de una nueva revolución de esta industria, un reto imaginativo al que dar sentido desde la experiencia de una audacia consciente. Un nuevo marco de instalaciones y servicios impulsado por una legislación que libere a las empresas de rigideces estériles a favor de una autorregulación de la auténtica calidad, pero con un terreno de juego limitado sobre las condiciones urbanísticas y medioambientales. Y esto se produce en un escenario en el que por primera vez coinciden el interés general y el sectorial, de manera que el sector turístico tiene la responsabilidad de responder al reto de acabar con la fractura entre actividad turística y sociedad.

"Lo que vendrá, fácilmente se adivina; serán las mismas cosas de ayer. Y el mañana nunca parece ese mañana", dice el poeta griego Kostantin Kavafis. No es ése un conformismo a nuestra medida. Bien al contrario, estamos empezando el mañana con iniciativas de hoy, planteando para Baleares una visión diferente que implica a las administraciones más allá de las islas, al sector de ambos lados de la mesa de negociación, y a la propia sociedad balear, tan alejada a veces del turismo que la observa desde el centro de su existencia.

Celestí Alomar es consejero de Turismo del Gobierno de las islas Baleares.

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