Tribuna:

Pasatiempos ELVIRA LINDO

Quien esto escribe entró la mañana de Nochevieja a una tienda de lencería a comprar algo que no es asunto de nadie. Se ve que entré con la cara de susto que pone el frío porque sin habernos cruzado la dependienta y yo más que el hola de rigor, la señorita me soltó con un tono de disculpa:-Hija, te lo aviso antes de que te pongas a mirar: rojo no me queda.

Dije un desconcertado "no importa", pero me quedé pensando si yo llevaba escrito en la cara que lo quería rojo.

-¿Así que no te importa? -dijo la misteriosa corsetera-. Sólo me queda blanco o beige. Se han llevado hasta el verde...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Quien esto escribe entró la mañana de Nochevieja a una tienda de lencería a comprar algo que no es asunto de nadie. Se ve que entré con la cara de susto que pone el frío porque sin habernos cruzado la dependienta y yo más que el hola de rigor, la señorita me soltó con un tono de disculpa:-Hija, te lo aviso antes de que te pongas a mirar: rojo no me queda.

Dije un desconcertado "no importa", pero me quedé pensando si yo llevaba escrito en la cara que lo quería rojo.

-¿Así que no te importa? -dijo la misteriosa corsetera-. Sólo me queda blanco o beige. Se han llevado hasta el verde, que nadie lo quiere nunca. Le digo yo a los que me sirven: no me traigáis verde, que el verde me lo como con patatas. Ya ves tú, yo misma me he quedado sin rojo.

-¿Usted también lo quería rojo? -iba a añadir "como yo", pero me di cuenta de que yo no había dicho en ningún momento que lo quisiera rojo.

-A ver, era lo suyo.

-¿Por ser Nochevieja?- dije en un arranque de lucidez.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

-No, por ser Aries. Han venido siete Aries esta mañana. Y claro, antes está la clienta que yo, qué le vamos a hacer -dijo con resignación.

Poco a poco se fue abriendo la puerta del misterio: se ve que toda aquella legión de mujeres que acudió en esos días a dicha lencería, haciéndose un hueco entre las miles de compras de la cena, de los regalos, de las uvas, de la ropa, estaba desesperada por comprar un conjunto de ropa interior del color que noches antes había recomendado el hombre de las túnicas, Rappel, a fin de que los años que vivamos de este siglo sean dichosos.

Esa legión de mujeres que habían visto el programa que nadie ve y del que todo el mundo se entera había asistido con paciencia y estupor al resumen del año del espacio de cotilleo en vena. Estupor porque salían todos aquellos insultos, intromisiones en las vidas de aquellos que cobran porque se les vapulee (si les gusta), y paciencia porque el programa tiene tanta audiencia que cada cinco minutos metían un bloque de publicidad.

Lo cuento porque yo lo vi y lo veo. Me purga la mente, me deja el encefalograma plano antes de irme a dormir, casi más que el lexatín. Y entre aquel exhaustivo repaso a la actualidad paranormal aparecía Rappel con sus abalorios (apunto como idea un muñeco infantil con ese nombre: Rappel y sus abalorios) aconsejando el color que debías llevar en la ropita interior según el signo que fueras.

Dada la repercusión que tuvo el mago de las túnicas, no dejó de sorprenderme que Camilo Valdecantos, el defensor del lector de este periódico, al que sigo porque instruye a la par que entretiene, justificara la presencia del horóscopo en las páginas del semanal como dando por hecho que el lector toma estos asuntos como un mero pasatiempo.

No será tan pasatiempo cuando la gente es capaz de gastarse 7.000 pesetas en un sujetador verde porque así lo manda un mago.

Es más, casi me atrevo a asegurar que algunos lectores le darán más crédito a un horóscopo aparecido en las páginas de este periódico que al de una revista del corazón.

Qué digo algunos lectores: yo misma, porque el horóscopo con cierto aire científico que se publicó me auguraba un año lleno de trabajo y de stress, y no me lo creí, pero me sentó tan mal como si me lo hubiera creído. Las personas somos muy impresionables.

Estaba yo aquella mañana de cambio de año y tal vez de siglo en el probador de la lencería: que si uno blanco..., que si uno beige... Me asomé por la cortinilla y le dije a la dependienta:

-¿Y tú crees que el granate podría valer como rojo en un momento dado?

-Mujer, para una urgencia como ésta yo creo que sí.

Así somos la gente, que nos tomamos muy en serio los pasatiempos.

Sobre la firma

Archivado En