Reportaje:

Espejismos urbanos

Los espejos comienzan a reflejar una imagen nueva de la ciudad. Grandes muros acristalados presiden ya las fachadas de numerosos edificios de reciente construcción o muros y vanos hasta ayer mismo huecos. Ello obedece a razones donde la utilidad y la estética urbana se dan la mano.Muchos arquitectos dicen que la belleza o la fealdad de una vía pública depende de que sus edificios permitan o no trazar visualmente una recta imaginaria que iguale sus cornisas. Si tal juicio es cierto, muchas plazas y avenidas madrileñas, a diferencia de las de París o Londres, son feas. Es frecuente ver en sus fa...

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Los espejos comienzan a reflejar una imagen nueva de la ciudad. Grandes muros acristalados presiden ya las fachadas de numerosos edificios de reciente construcción o muros y vanos hasta ayer mismo huecos. Ello obedece a razones donde la utilidad y la estética urbana se dan la mano.Muchos arquitectos dicen que la belleza o la fealdad de una vía pública depende de que sus edificios permitan o no trazar visualmente una recta imaginaria que iguale sus cornisas. Si tal juicio es cierto, muchas plazas y avenidas madrileñas, a diferencia de las de París o Londres, son feas. Es frecuente ver en sus fachadas desniveles de alturas entre edificios contiguos, que dejan abiertos vanos y murallones lisos que astillan con sus quiebros la continuidad del espacio construido. La indisciplina urbanística, o el mal gusto, provocan tales desajustes. Los contornos de las gasolineras suelen exhibirlos.

Para ocultar estos vacíos se han empleado en Madrid desde pinturas que simulan artesonados, como los de la fachada lateral de la Casa de América, en el paseo de Recoletos, hasta su revestimiento con motivos pictóricos de colores vivos, como los que decoraron durante años un alargado vano de la plaza de Puerta Cerrada. Otra pintura mural, con un gran homínido, cubre una enorme fachada ciega en la plaza de San Juan de la Cruz, frente a los Nuevos Ministerios.

Sin embargo, la fórmula que cobra cada vez más uso es el empleo de superficies reflectantes, con espejos de cristal o metacrilatos, que se aplican sobre los vanos lisos. El pionero fue el friso acristalado que reviste el muro contiguo a la iglesia de San Manuel y San Benito, en la esquina de las calles de Alcalá y Lagasca, frente al parque del Retiro. La pantalla posee un tono castaño y está segmentada en unas 60 superficies rectangulares de dos formatos. Sobre su plataforma se refleja la cúpula del templo, emblema del neobizantino madrileño de principios del siglo XIX.

Según fuentes del vecindario, cuando el edificio de Alcalá 81, contiguo a la parroquia, fue remodelado, las autoridades exigieron a la constructora una condición: que cubriera el vano con un motivo ornamental para romper la dureza del muro que quedaba allí erguido. La constructora optó entonces por desplegar espejos; en este caso, de un material similar al metacrilato. Su acción embellece cada mañana el entorno, donde la bóveda bizantina adquiere un brillo repleto de evocadores destellos. En los atardeceres, la pantalla hace brotar reflejos de la cúpula cobriza semejantes a esas hebras doradas que parecen mecerse mansamente desde el lecho de un río cristalino.

El cristal no sólo desempeña, pues, un papel corrector de vacíos. Brinda una solución ornamental cuando las lunas reflectantes revisten las fachadas de edificios situados junto a monumentos o sobre gasolineras. Es el caso del edificio que, desde mayo, Ferrovial construye en la esquina de las calles de Goya y Núñez de Balboa, ideado por el arquitecto Carlos Loren, de la inmobiliaria Torimbia.

Se trata de un muro-cortina revestido con lunetas de 1,20 metros de ancho por dos metros de alto, tintadas, fabricadas por la empresa Folcrá de Martorell, en Barcelona. Las lunas van sujetas con silicona a la estructura metálica de la fachada. La silueta de la torre del templo parece, sobre sus espejos, una aguja de nata que oscilara con levedad sobre las ondas de un lago.

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Nacen así espejismos urbanos que, para algunos, realzan la belleza de enclaves monumentales.Pero el despertar de su ilusión óptica es, no obstante, más prosaico. Así lo asegura Cristóbal Sánchez, técnico de una empresa dedicada a la limpieza de estas grandes superficies. "La fórmula es muy bella, pero, en ocasiones, algunos constructores olvidan que tales pantallas reflectantes requieren unos dispositivos de limpieza complejos, porque mantenerlas bruñidas y a punto exige grandes esfuerzos", asegura. A muchas de ellas, únicamente cabe acceder desde el exterior.Empero, de numerosos áticos de edificios tapizados de fachadas así acristaladas cuelgan góndolas para hacer posible el arriesgado trabajo de los limpiadores.

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