Editorial:

La fuerza de la paz

TRAS UN largo parón, el proceso de paz en Irlanda del Norte parece desbloquearse. Las duras negociaciones entre las partes marcaron ayer un hito histórico al declararse el IRA, por primera vez, dispuesto a participar en las negociaciones para entregar las armas, un gesto que hasta ahora muchos de sus seguidores veían como un acto de rendición. La fuerza de la paz se está imponiendo. En realidad, no tiene alternativa.El compromiso del IRA, "de forma inequívoca", con "la búsqueda de la libertad, la justicia y la paz en Irlanda", y su apoyo "total" a la aplicación del acuerdo de paz de 1998, no c...

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TRAS UN largo parón, el proceso de paz en Irlanda del Norte parece desbloquearse. Las duras negociaciones entre las partes marcaron ayer un hito histórico al declararse el IRA, por primera vez, dispuesto a participar en las negociaciones para entregar las armas, un gesto que hasta ahora muchos de sus seguidores veían como un acto de rendición. La fuerza de la paz se está imponiendo. En realidad, no tiene alternativa.El compromiso del IRA, "de forma inequívoca", con "la búsqueda de la libertad, la justicia y la paz en Irlanda", y su apoyo "total" a la aplicación del acuerdo de paz de 1998, no constituye una renuncia plena y formal al uso de las armas, pero es un paso significativo en esta dirección. Especialmente después de que su brazo político, el Sinn Fein, afirmara la víspera que la entrega de las armas es "esencial" para el proceso de paz, y se comprometiera con "la no violencia y medidas exclusivamente pacíficas y democráticas", a lo que obliga lo que ahora es posible: su participación en el Ejecutivo autónomo norirlandés, en el que le corresponden dos carteras.

Una vez más, el ex senador estadounidense George Mitchell ha logrado trabar un complejo equilibrio. Los protestantes del Partido Unionista del Ulster (UUP) no logran su pretensión -no contemplada en esos términos en el texto de 1998- de que el desarme precediera a la constitución de este Ejecutivo. Pero el IRA se compromete con la lógica del desarme y a nombrar a un representante en la Comisión Internacional Independiente que ha de supervisar la entrega de armas de todos los grupos, con la fecha de mayo del 2000 como horizonte del desarme total.

Algunos aspectos del acuerdo no se han hecho públicos, por lo que el calendario es aún confuso. Trimble debe convencer ahora a su dividido partido para que lo acepte. Si lo logra, el nuevo Ejecutivo de integración, que sólo funcionará si cooperan las partes, podría formarse a principios de diciembre. Y si después el desarme no avanza, siempre les quedará a los unionistas la posibilidad de retirarse y paralizar el Gobierno autónomo. Restan enormes dificultades en el camino de la paz, pero el paso del IRA puede contribuir a lo que es imprescindible: reducir la desconfianza entre las partes. Y la confianza debe partir de la base de saber que el otro no disparará.

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