Tribuna:

Investidura permanente JOAN SUBIRATS

Existían otras opciones. Se podía haber hecho un discurso más claramente innovador. Planteando nuevos escenarios, nuevos caminos para una Cataluña que se sabe ya autogobernada en un porcentaje muy significativo. Se podía haber lanzado un mensaje más lleno de contenidos sobre las políticas que afectan a estas personas que en la campaña parecían ser lo primero. En uno y otro caso el carismático líder convergente hubiera dado señales, nos hubiera indicado cómo pensaba completar su ciclo histórico. Pujol ha preferido situarse en su trinchera habitual. Buscar acomodo en la tradicional calidez de lo...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Existían otras opciones. Se podía haber hecho un discurso más claramente innovador. Planteando nuevos escenarios, nuevos caminos para una Cataluña que se sabe ya autogobernada en un porcentaje muy significativo. Se podía haber lanzado un mensaje más lleno de contenidos sobre las políticas que afectan a estas personas que en la campaña parecían ser lo primero. En uno y otro caso el carismático líder convergente hubiera dado señales, nos hubiera indicado cómo pensaba completar su ciclo histórico. Pujol ha preferido situarse en su trinchera habitual. Buscar acomodo en la tradicional calidez de los problemas fiscales, la mejora del autogobierno, el crecimiento económico y un genérico estado de bienestar del que dice que tenemos que hablar en profundidad desde hace años, pero nunca encuentra el tiempo para hacerlo. Parece como si tras su mensaje evangélico del Miniestadi, en el que entregó el testigo a sus discípulos, le cueste emprender una legislatura que se presenta como muy laboriosa, muy de bronca diaria, muy de investidura permanente.El mes poselectoral que llevamos ha estado lleno de reacciones espasmódicas por parte de CiU. Se decía que no era el momento de hablar de sus sucesiones, pero Duran puso fecha de caducidad a los silencios, mientras Mas, por su parte, maniobraba para evitar perder perfil en el nuevo Gobierno. Esteve entra en juego resucitando la Declaración de Barcelona, pero Trias y Duran le recuerdan que para seguir gobernando hay que evitar deslizamientos radicalizadores. Los militantes presionan para pactar con ERC y se lanzan a acorralar a Carod y a los suyos unidimensionalizando el programa de los republicanos, pero desde Madrid recuerdan que hay que aprobar presupuestos, que el déficit catalán es mucho y la paciencia poca. Mientras, Pujol calla, medita, deambula, lanza órdagos como el de la presentación conjunta con ERC en las generales, y con su actitud va poniendo de relieve lo difícil que es cambiar las rutinas de un Gobierno y de una coalición acostumbrados a que sólo mande uno, a que sólo arbitre uno, a pesar de que todos se llenen la boca de pospujolismo, de dirección colectiva y de liderazgos compartidos.

Se me dirá que cómo Pujol va a definirse más de lo que lo ha hecho a cuatro meses de las generales y con la perspectiva del cierre inmediato del Parlament de Cataluña (con la excusa que ahora toca Madrid). Pues de eso precisamente me quejo. De que después de todo lo que ha llovido en octubre, algunos piensen que la única receta a aplicar es más de lo mismo. Gobernamos un poquito, salvamos el día a día, seguimos tejiendo intereses por aquí y por allá. Cuando la cosa flojea nos inventamos una nueva ley del catalán o unas selecciones deportivas propias, agitamos el tema fiscal a sabiendas que ya hemos pactado que hasta finales del 2001 nada de nada, y un día decimos que Declaración de Barcelona y otro que relectura política del actual Estatuto. Mientras, los temas aparentemente más pequeños, esos que ni los políticos ni muchos periodistas consideran propios de la política: guarderías, salud mental, reforma de la escuela pública, trasvase del Ródano y política hídrica sostenible, semana de 35 horas, crisis del propio concepto de jubilación..., los dejamos para el día a día, para el regate en corto y la cinta elegante.

Ya va siendo hora de que la política catalana deje de estar centrada exclusivamente en el "ser", para preocuparse también del cómo ese "ser" catalán se enfrenta a los problemas concretos que atormentan a las personas. ¿Es cierto que, como dijo ayer Pujol, en los problemas de las familias no han de entrometerse los poderes públicos y que en todo caso lo que tienen que hacer los políticos es ayudar a que la familia contribuya a hacer sostenible el estado de bienestar? ¿Estamos todos de acuerdo en que Cataluña debe seguir creciendo económicamente, sin plantearnos qué costes tiene este crecimiento, a quién beneficia, a quién perjudica? ¿No nos interesaría hablar en profundidad sobre cuáles son las prioridades políticas del país, desde el punto de vista de la igualdad y la cohesión social, más que seguir debatiendo que queremos más y más recursos sin saber cuál será su destino? A la política catalana le falta una cura intensiva de contenidos, y le sobran unos cuantos kilos de trascendencia identitaria. La política catalana, como afirman con razón dirigentes de las dos formaciones que más contenidos concretos tienen en sus programas, ERC e IC, no es unilineal. No puede vivir sólo de nacionalismo o de no nacionalismo. Tiene muchas otras dimensiones, y si no se avanza en ellas, ya podemos ir preparándonos para abstenciones superiores a las hasta ahora vividas.

Me hubiera gustado que Pujol, como han hecho recientemente Jospin, Blair o Clinton en otros tantos discursos, hubiera empezado su famosa sexta legislatura poniendo de relieve los problemas graves que el país tiene planteados. Y que fuera después presentando sus alternativas concretas, con la modestia suficiente para saber que sin la gente no es posible avanzar. No ha sido así. Vamos entrando en un escenario complicado. Y me temo que la crispación vaya ganando terreno. La falta de previsión sobre cómo afrontar la sucesión está pasando factura de manera creciente y rápida. Y la conocida táctica de blindarse en Cataluña para luego pactar con quien mande en Madrid tiene cada día que pasa menos margen de maniobra. Pase lo que pase hoy, lo más probable es que el proceso de investidura se nos convierta en permanente.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En