LA CASA POR LA VENTANA Una semana de cine JULIO A. MÁÑEZ

En su propia indefinición encuentra la Mostra de València/Cinema del Mediterrani su definición propia, que viene a ser como una mezcla de todo sin llegar a ofrecer casi de nada. La Sección Oficial, que es la que imprime carácter a cualquier festival que se considere, tiene ese inevitable carácter mediterráneo, en lo que respecta a la geografía de origen, que se diría más próximo a la intención caritativa de cualquiera de las muchas oenegés no gubernamentales que viven (en varias acepciones del término) de los pobres de este mundo que de un festival de cine que trata de buscar su lugar en un ca...

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En su propia indefinición encuentra la Mostra de València/Cinema del Mediterrani su definición propia, que viene a ser como una mezcla de todo sin llegar a ofrecer casi de nada. La Sección Oficial, que es la que imprime carácter a cualquier festival que se considere, tiene ese inevitable carácter mediterráneo, en lo que respecta a la geografía de origen, que se diría más próximo a la intención caritativa de cualquiera de las muchas oenegés no gubernamentales que viven (en varias acepciones del término) de los pobres de este mundo que de un festival de cine que trata de buscar su lugar en un calendario algo sobrecargado. La cosa es seria si se tiene en cuenta que la Mostra no es uno de esos minifestivales de verano que se celebran en cualquier localidad costera de nuestro litoral para proyectar películas ya programadas en los cines con la regocijada asistencia de algunas estrellas nacionales (por lo común, siempre las mismas, más constantes que el mal aliento en su propensión itinerante, un tanto a la manera de la celebración de otros eventos culturales de carácter institucional a fecha fija) que disfrutan así tan ricamente de unos días de descanso estival. Siendo la Mostra el inequívoco indicio de la llegada de la estación de las lluvias, y constituyendo en cierto modo una señal clara del tránsito del otoño hacia el invierno, bien podría esforzarse Lluís Fernández y su polivalente equipo de colaboradores en adoptar en su oferta una decisión tan resuelta como la que nos lleva a desempolvar los suéters y a rescatar la gabardina de la tintorería.Una de las más horrendas secciones oficiales de cualquier festival de cine que se precie se complementa con una Informativa más interesante, en la que se ve que cabe de todo, mediterráneo o no, precisamente por su carácter informativo. Si la Oficial puede tomarse como opinión del festival, habrá que decir que la Informativa es una sección que, como su nombre indica, proporciona mucha más información. No se sabe bien acerca de qué situación nacional o de qué cinematografía, pero más información que su compañera, seguro que sí. Luego están los ciclos, los homenajes (siempre habrá un Visconti o un Waters que llevarse a la sala) y las estrellas invitadas, cada vez más numerosas, no sé yo si porque no confiando del todo en el glamour que puede suministrar cualquiera de ellas en solitario se sigue el criterio de la cantidad en detrimento de la calidad, algo muy warholiano por otra parte. Hay que decir que la posibilidad de ver en las proximidades de La Alameda a Sofia Loren, Sonia Braga, Katy Jurado o Kathleen Turner no es cosa de poca monta, con un Gérard Depardieu sumado a muy última hora, aunque tal vez una dosificacion más pausada produciría el mismo efecto con menor gasto. Para añadir que tan fugaz presencia de semejante constelación de astros magnetizados por otros sistemas cinematográficos sugiere la irrelevancia de los propios, reducidos a esos simples meteoritos a lo Antonio Ferrandis que se dejan caer en cualquier sitio cuando menos te los esperas, incluso de bolos por tierras vascas como embajador de la paella valenciana.

Lo más raro de todo es que en el festival de cine valenciano por definición no figure ni una sola película de producción o creación local en prácticamente ninguna de sus secciones (y espero que nadie se moleste por decir esto, y si lo hace que no responda a la manera histérica de esos individuos cuya estrafalaria reacción certifica la veracidad de las tímidas observaciones que se les hacen), salvo el homenaje geográfico a la localización de exteriores de El Cid o el más racial a Vicente Escrivá por su escenificación bailada de la energía gitana. Se dirá que es porque no hay películas de producción valenciana disponibles, pero no se sabe por qué no tiene que haberlas cuando está casi finiquitado el oscuro Año del Audiovisual Valenciano, se ve que más audio que visual, y ésta es la hora en que no hemos visto nada que deba su existencia en pantalla a esa pintoresca celebración. Aparte de buscar creadores para hacer las películas valencianas que deben florecer como hongos en un futuro, siempre en un futuro, y a la vista de lo visto, un político sensato juntaría la a juzgar por los invitados indudable veteranía de la Mostra con el ímpetu de Cinema Jove y los fundiría en un solo acontecimiento de cine a celebrar en junio en el marco incomparable del teatro romano de Sagunto, a fin de ir preparando el terreno para lo que tenga que venir, como es habitual, en un futuro. Corro mientras a solicitar subvenciones para registrar la marca Metro Goldwyn Máñez antes de que a otro despabilado se le ocurra adelantarse.

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