Tribuna:

Las mariposas

No me gusta llevar la derrota en la sangre. No me gusta llevar nada en la sangre, ni siquiera el colesterol. Pero tengo la derrota en algún pliegue del cerebro cercano a las verdes neuronas del sentimiento, y cuando veo películas como La lengua de las mariposas o leo novelas como El lápiz del carpintero, me conmuevo al límite de la autocompasión, en homenaje a mí mismo, engendrado en 1938 y nacido en la ciudad ocupada por las casullas, las botas y la camisa azul y la boina colorada.Manuel Rivas ha sabido crear la poética de la Galicia vencida antes que el resto de España, desde 1936 ocupada po...

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No me gusta llevar la derrota en la sangre. No me gusta llevar nada en la sangre, ni siquiera el colesterol. Pero tengo la derrota en algún pliegue del cerebro cercano a las verdes neuronas del sentimiento, y cuando veo películas como La lengua de las mariposas o leo novelas como El lápiz del carpintero, me conmuevo al límite de la autocompasión, en homenaje a mí mismo, engendrado en 1938 y nacido en la ciudad ocupada por las casullas, las botas y la camisa azul y la boina colorada.Manuel Rivas ha sabido crear la poética de la Galicia vencida antes que el resto de España, desde 1936 ocupada por la barbarie, y los relatos que prestan argumento a la formidable película de Cuerda son higiénicos, como lo es El lápiz del carpintero, con La buena letra, de Chirbes, las dos grandes novelas sobre la guerra escritas por sus nietos.

Para las nuevas generaciones que deberán dar respuestas al desorden que les afecta, según códigos que sólo a ellas pertenecen, La lengua de las mariposas debería ser recomendada como un resumen de la tragedia y la epopeya de la España republicana, heredera de 200 años de ideas de emancipación, frente al recelo y la crueldad de los dueños de la casa, el caballo y la pistola, 200 años a la espera del toque de degüello que les permitiera 36 años de paz y una transición autoamnistiada. Recomendada sobre todo porque ayuda a comprender la bajeza del aterrorizado superviviente frente a la del vencedor, esa bajeza que puede llevar a los rojos a denunciar a otros rojos para evitar su suerte, en el inicio de aquel país de topos traumatizados que ocultaron sus ideas y las fueron recuperando poco a poco, a medida que salían del refugio y comprobaban que el aire de la Transición era respirable.

Si vuelve el fascismo, no será el fascismo. Llamemos al racismo económico que viene sin refugiarnos bajo los faldones significantes de aquella mesa camilla sangrienta con brasero de orujo, calcetines sudados, picana y garrote vil que fue el franquismo. Después de ver La lengua de las mariposas pensemos que el fascismo ni se crea ni se destruye, pero le encanta tranformarse y adquirir el encanto de lo fascistamente correcto.

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