Tribuna:

Antiabortistas

Les recuerdo que este pelmazo de Carlos Menem, que ahora se muestra tan refunfuñón con el asunto de Pinochet, todavía puede convertirse en una lata mayor en el futuro. Menem abandonará la presidencia de Argentina el próximo 10 de diciembre, y a continuación, embargado de ambiciones planetarias, dejará de fastidiar en exclusiva a sus conciudadanos para darnos la tabarra a todo quisque. Porque, como es sabido, ese incansable paladín de la neoderecha presidirá a partir de entonces una comisión internacional contra el aborto promovida por el Vaticano e integrada por políticos de cierto relumbrón p...

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Les recuerdo que este pelmazo de Carlos Menem, que ahora se muestra tan refunfuñón con el asunto de Pinochet, todavía puede convertirse en una lata mayor en el futuro. Menem abandonará la presidencia de Argentina el próximo 10 de diciembre, y a continuación, embargado de ambiciones planetarias, dejará de fastidiar en exclusiva a sus conciudadanos para darnos la tabarra a todo quisque. Porque, como es sabido, ese incansable paladín de la neoderecha presidirá a partir de entonces una comisión internacional contra el aborto promovida por el Vaticano e integrada por políticos de cierto relumbrón procedentes de América y de Europa.Todos ellos recorrerán la Tierra de acá para allá cual pilotos de Iberia pregonando los horribles males que el aborto acarrea. Males que sin duda conocerán mucho mejor que ellos los millones de mujeres que, cada año, se ven obligadas a abortar clandestinamente en todo el mundo. Ya sabemos que el aborto es traumático y triste; pero mucho más traumático y atroz es tener que hacerlo ilegalmente, casi siempre con matasanos y entre dolores: 70.000 mujeres mueren en el mundo cada año a causa de esas carnicerías furtivas. Sí, el aborto debería ser la ultimísima opción; pero para eso habría que potenciar, por ejemplo, el uso de los anticonceptivos, cosa que el Vaticano combate. Por lo que se ve, la Iglesia prefiere llenar la Tierra de madres desesperadas y de una infinidad de niños no deseados, los cuales son, a su vez, a menudo víctimas del más cruel maltrato y abandono.

Pero lo que más me choca del proyecto de la comisión antiaborto no es su cerrazón intolerante, y tampoco la probable hipocresía del presidente argentino (Zulema Yoma, su ex esposa, ha declarado que Menem la acompañó a abortar hace 30 años), sino la facilidad, rapidez y eficiencia con que se crea este tipo de organizaciones, pese a su complejidad y a tener que poner de acuerdo a tanto notable. Quiero decir que no hay quien intente montar un comité internacional de ayuda a Timor, pongo por caso, sin topar con obstáculos inmensos. Pero si se trata de reprimir a las mujeres abortistas, todo va viento en popa. Manda narices.

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