Tribuna:

Dalí, Buenos Aires, Bohigas JAUME COLLELL

¿Qué tipo de psicoanálisis habrán proyectado los argentinos sobre el espectáculo Daaalí que Els Joglars presentaron hace unos días en Buenos Aires? Me lo puedo imaginar todo, pero, al margen de cualquier interpretación, no creo que haya proliferado cierta lectura de la obra que tomó cuerpo en las páginas de EL PAÍS a raíz del estreno del espectáculo en Figueres a mediados de septiembre. El arquitecto Oriol Bohigas, por ejemplo, opinó que las escenas de Daaalí pretenden describir un tipo ingenioso y revulsivo, pero que "demuestran exactamente lo contrario", y Vázquez Montalbán suministró la ide...

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¿Qué tipo de psicoanálisis habrán proyectado los argentinos sobre el espectáculo Daaalí que Els Joglars presentaron hace unos días en Buenos Aires? Me lo puedo imaginar todo, pero, al margen de cualquier interpretación, no creo que haya proliferado cierta lectura de la obra que tomó cuerpo en las páginas de EL PAÍS a raíz del estreno del espectáculo en Figueres a mediados de septiembre. El arquitecto Oriol Bohigas, por ejemplo, opinó que las escenas de Daaalí pretenden describir un tipo ingenioso y revulsivo, pero que "demuestran exactamente lo contrario", y Vázquez Montalbán suministró la idea de "falsificación" del personaje, aunque la disfrazó con el atenuante de "espléndida". En Argentina, supongo, no han visto a un Dalí falso ni falto de ingenio porque el montaje de Albert Boadella no lo presenta así. ¿Por qué el señor Bohigas se obstinó en argumentar que el montaje de Els Joglars sugiere que el genio ampurdanés es un personaje "inexistente en la historia de la pintura" y "despreciable en la historia de la sociología"? Viendo el desvío que el arquitecto ha tomado ahora hacia Esquerra Republicana, me da la impresión de que estamos inevitablemente sumergidos en una nacionalesquizofrenia que hasta el 17 de octubre no podrá ser medicada de ningún modo. Pero volvamos al genio ampurdanés. Precisamente, la escena en la que Dalí emula al barbero chapliniano, que Bohigas tilda de inútil, ilustra con total fluidez lo difícil que resulta conseguir que una obra de arte cautive instantáneamente al público, bajo la apariencia de algo simple. Y en la aparición de Velázquez, que el arquitecto encuentra ridícula, se concentra la esencia dramatúrgica del espectáculo. Claro que Dalí ve a un Velázquez a su imagen y semejanza. Por esta razón, y del mismo modo que existen unas Meninas de Picasso, nadie niega que pueda existir un Dalí de los señores Bohigas y / o Vázquez Montalbán. Cada uno es libre de ponerse las gafas que desee para deformar al personaje conforme a su pensamiento personal. El determinismo marxista, aplicado a un ser indeterminista y antidoctrinario como Dalí, parece persistir en la gimnasia mental de nuestra gauche disseny. El excéntrico y quijotesco Daaalí de Albert Boadella (que también edificaba en su mente molinos de viento) es nítido, nunca ambiguo, y emana de una exactitud concéntrica. Todo él aliñado adecuadamente desde una épica muy nervuda y mediterránea, desde una audaz locura sin la cual hubiera sido imposible vertebrar eso del seny catalán. No sé en qué realidad sociológico-política viven ahora los argentinos, pero en España, perdón, en esta Cataluña tan tardíamente premaragalliana, aún emerge del subconsciente de cierta progresía el cliché de un Dalí mercantilista, franquista e inmoral. La generación Bocaccio sigue profesando un odio atroz al maestro del surrealismo. En cambio, el señor Bohigas, como el público argentino, aplaude el trabajo de Els Joglars sin ningún resquemor. Hoy, ya nadie se atreve a descalificar al grupo diciendo que está en decadencia artística, como los críticos, incluso los de izquierdas, arguyeron desde Teledeum, por lo facilón de meterse con los curas. Hoy, la compañía atesora un

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