Los jueces exculpan al ex primer ministro italiano Andreotti del asesinato de un periodista

El Tribunal de Apelación de Perugia dictó ayer una sentencia histórica, la que absuelve a Giulio Andreotti, 80 años de edad, siete veces primer ministro italiano, de haber inspirado el asesinato del periodista Mino Pecorelli hace 20 años. Un crimen oscuro ligado a los sucesos más siniestros de la Primera República, una larga etapa durante la que el hoy senador vitalicio fue el factotum de la política italiana. El tribunal, integrado por un jurado popular de seis ciudanos y dos jueces togados, declaró también inocentes a los otros cinco acusados, cuatro de ellos destacados mafiosos o delincuent...

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El Tribunal de Apelación de Perugia dictó ayer una sentencia histórica, la que absuelve a Giulio Andreotti, 80 años de edad, siete veces primer ministro italiano, de haber inspirado el asesinato del periodista Mino Pecorelli hace 20 años. Un crimen oscuro ligado a los sucesos más siniestros de la Primera República, una larga etapa durante la que el hoy senador vitalicio fue el factotum de la política italiana. El tribunal, integrado por un jurado popular de seis ciudanos y dos jueces togados, declaró también inocentes a los otros cinco acusados, cuatro de ellos destacados mafiosos o delincuentes de extrema derecha.

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Andreotti, que no se encontraba en la sala de Perugia, cuando fue leída la sentencia, declaró en Roma su profunda satisfacción: " La justicia italiana funciona. Sabía que tenía razón, pero es necesario encontrar quién te la dé". "Le doy gracias a Díos", dijo.Sólo uno de los acusados, el antiguo juez y ex senador democristiano, Claudio Vitalone, íntimo colaborador de Andreotti, sobre el que pesaba, como sobre la totalidad de los acusados, una condena a cadena perpetua, se hallaba ayer tarde en la sala de la cárcel de Capanne, donde se han desarrollado las últimas sesiones del juicio y donde fue leída la sentencia. Una decisión judicial que viene a desautorizar de una forma clara el papel de los arrepentidos, exmafiosos que en su día decidieron confesar a cambio de beneficios penales. Porque todo el entramado del juicio se ha basado en la declaración de uno de estos pentiti, el exmafioso Tommaso Bucetta, que en abril de 1993 acusó a Andreotti de haber pedido a la Mafia que ejecutara a Pecorelli, un periodista molesto por sus múltiples conexiones con los servicios secretos y con la clase política.

La hipótesis del fiscal del juicio, Alessandro Cannevale, era que el estadista había optado por la solución final al saber que Pecorelli poseía parte de un memorial secreto escrito por el dirigente de la Democracia Cristiana, Aldo Moro, mientras fue prisionero de las Brigadas Rojas entre marzo y mayo de 1978. La decisión de los jueces de Perugia tendrá necesariamente influencia sobre la segunda sentencia de la que depende el futuro de Andreotti, la que prepara el Tribunal de Palermo que le está juzgando de un presunto delito de asociación mafiosa, sobre el soporte testimonial del arrepentido Balduccio Di Magio. La petición fiscal en este caso es de 15 años de cárcel.

Después de 20 largos años de incógnitas y sospechas, la absolución de Andreotti será, seguramente, como expresó ayer gráficamente un parlamentario, "un alivio para Italia, porque si se hubiera considerado culpable de asesinato a un hombre que ha sido siete veces primer ministro, ello habría representado una mancha sobre el país y sus instituciones". Satisfacción vaticana

Una de las primeras reacciones a la absolución de Andreotti llegó del Vaticano, donde el portavoz, Joaquín Navarro-Valls, expresó la satisfacción de la Santa Sede. Andreotti, católico de viejo cuño ligado al papa Pablo VI, había recibido la bendición de Juan Pablo II, cuando asistió el pasado mayo en la Plaza de San Pedro a la beatificación del padre Pío, codo con codo con el primer ministro Massimo D'Alema. La reacción de los políticos fue de euforia por parte del centroderecha y, sobre todo, por parte de los exdemocristianos, desperdigados ahora en media docena de partidos unos con el Gobierno, otros con la coalición de oposición, el Polo.

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El secretario del principal partido del Gobierno, los Demócratas de Izquierda, Walter Veltroni, se declaró respetuoso ante una sentencia que demuestra la imparcialidad de los jueces, y no "tiene nada que ver con la política", dijo. El líder del Polo, el empresario Silvio Berlusconi, sometido a numerosos procesos, se felicitó por lo que otro de los socios de la coalición calificó como el "el fin de una farsa". Se cierra así un largo un largo juicio, iniciado en abril de 1996, que ha tenido 162 sesiones, 231 testigos y una veintena de abogados por la defensa y cuatro por la acusación pública.

La tesis de la acusación, dirigida por el fiscal Alessandro Cannevale, de 44 años, no ha sido aceptada a falta de pruebas materiales. Cannevale había manejado los "múltiples indicios" suministrados por Buscetta, que tejían una perfecta trama en torno al senador vitalicio y que han llevado al banquillo de los acusados a dos altos capos mafiosos: Gaetano Badalamenti, de 76 años, (que en estos momentos cumple una condena de 43 años en Estados Unidos) encargado de complacer al estadista, gran amigo de Cosa Nostra a través de los primos Salvo, y Giuseppe Pipo Caló, de 68 años, que, según los indicios, había proporcionado a los presuntos ejecutores, Massimo Carminati, de 41 años, exterrorista de extrema derecha, y el mafioso Michelangelo La Barbera, de 56 años. A todos se les pedía la cadena perpetua.

El asesinato de Mino Pecorelli era la segunda gran acusación que pesaba sobre Andreotti, un hombre que con su actividad política llena toda la historia de la posguerra y de la primera República italiana, hasta 1992 cuando el escándalo de Tangentopoli barre al Partido Socialista italiano, a la DC y a la vieja clase dirigente.

Para Andreotti se cerraba en falso el periodo con un pequeño honor, el nombramiento de senador vitalicio. Meses después, en marzo de 1993, se producían las declaraciones de un arrepentido de Cosa Nostra, Balduccio Di Maggio, seguida en abril por la no menos clamorosa confesión del también pentito Tommaso Buscetta. Con la sentencia de ayer -aunque será probablemente recurrida por los fiscales-, se cierra así uno de los mayores escándalos de la Primera República italiana, un caso que ha mantenido al país expectante desde 1993.

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