Y si quisiera... presidente

Vistas las reacciones unánimes de pasión y afecto que provoca Antonio Banderas, no debería descartar el actor una carrera presidencial. Vista su primera película como director, tampoco importaría que el Gobierno fuese de los EE UU o de España. En Málaga no se recordaba semejante expectación para recibir a un paisano. Si ayer por la mañana los casi 300 periodistas acreditados estuvieron a punto de hacer saltar la capacidad de la sala Rossini del teatro Cervantes, ya por la noche, mientras los famosos hacían su paseíllo hacia el teatro Cervantes para el estreno mundial de Locos en Alabama, la co...

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Vistas las reacciones unánimes de pasión y afecto que provoca Antonio Banderas, no debería descartar el actor una carrera presidencial. Vista su primera película como director, tampoco importaría que el Gobierno fuese de los EE UU o de España. En Málaga no se recordaba semejante expectación para recibir a un paisano. Si ayer por la mañana los casi 300 periodistas acreditados estuvieron a punto de hacer saltar la capacidad de la sala Rossini del teatro Cervantes, ya por la noche, mientras los famosos hacían su paseíllo hacia el teatro Cervantes para el estreno mundial de Locos en Alabama, la cosa se desmadró. De noche, la plaza del teatro estaba de bote en bote. Mayoría de chicas que ensaya gritos con cualquier famoso que se acerca. Van entrando Raúl Sender, Celia Villalobos, María Luisa San José, Concha Cuetos, Emma Ozores, Juan Echanove... Con Tito Valverde y Manuel Chaves sube el entusiasmo. La zona de periodistas se va cargando de energía. Una leve cinta los separa de sus objetivos. Llegan Ana Belén, Pastora Vega, Loles León e Imanol Arias. Sube el volumen. Aparece el torero Javier Conde y se le recibe como si fuese Brad Pitt. Pasan Mabel Lozano, Miguel Ríos, Emma Suárez y el hijo de Pilar Miró. Por fin, aparece Banderas de negro junto a una hermosa Melanie Griffith. La plaza se viene abajo. Un "¡Antonio, Antonio!" atruena el coso. El actor está emocionado. Manda un beso a su ciudad y ésta le grita con júbilo. Se abraza a Melanie. Los periodistas, ávidos, tensos. El control de seguridad -escaso para lo que allí se montaba- comienza a dar muestras de inseguridad. Aparece la madre del actor, Ana Banderas. La cuerda se rompe y las cámaras y equipos de televisión y radio saltan hacia la buena señora, que se salva como puede. En ese momento salen de un coche Felipe González y Carmen Romero. Tienen suerte de seguir vivos. Apoyando la embestida mediática, un militante socialista le agarra del cuello con pasión y casi lo estampa contra el grupo de cantantes de gospel que ameniza la espera. Ya no existen zonas reservadas. Por la mañana se celebró una conferencia de prensa y el primer pase de la película (en versión original con subtítulos: un detalle). Demasiados periodistas para tan poco espacio y poco dispuestos a favorecer las cosas. Aparece un Banderas amistoso, informal, sencillo pero con las ideas muy claras. Califica Locos... como "un cuento contado por un niño pero con estructura del alma de una mujer". Mark Shildress, autor de la novela original y del guión del filme, está exultante. En solvente castellano declara estar "viviendo un sueño; mañana (por hoy) es mi cumpleaños; estreno mundialmente mi película en la ciudad de mi amigo y la ha interpretado la mejor actriz de Hollywood". El afecto que Banderas despierta es digno de verse: hijo de todos, novio de todos, amigo de todos. Tan seductor resulta que algunos ya hablan de abducción, más que de seducción. Las reacciones a su película, aunque dispares, se decantan por el entusiasmo. Ése cóctel de géneros -comedia negra, road movie, película de juicios, thriller, alegato antirracista, cuento moralista- que es Locos en Alabama, consigue en muchos momentos despertar la emotividad. La primera que, ayer lo confesó, lloró viéndola en el pase matutino, fue Melanie Grifith. "La he visto cientos de veces", dijo la actriz en un esforzado castellano, "pero me sigo emocionando". Grifith apoya con convicción a su esposo. Vista su soberbia interpretación de Lucille, una Salomé-Cenicienta que recorre estados con la cabeza de su marido en una sombrerera, no le faltan motivos. "Como director Antonio es como Mike Nichols o como Robert Redford: es muy, muy, muy bueno, tiene toda la película en la cabeza". Banderas es profeta en su tierra. Asegura a la prensa que, aunque aún no posee los derechos, está dispuesto a filmar la novela que la esposa de Gerald Brenan, Gamel Woolsey, escribió sobre el inicio de la guerra civil española: Málaga en llamas. "Tendrá producción española y salvo los dos protagonistas , el resto serán españoles; quiero grabar en la calle Larios algunas tomas y espero que los malagueños no me maten porque voy a cortar el tráfico", apunta. Los gestos del concejal Antonio Garrido denotan que si el actor quisiera, le cambiarían el mar de sitio. Los periodistas prefieren confesar su entusiasmo al actor antes que preguntar algo concreto. Él agradece todo comentario, aunque sea tan peregrino como ése que asegura que le había salido una película "muy andaluza porque trata el tema de los malos tratos a las mujeres y el machismo". Banderas sigue generoso. Tanto, que cierra el coloquio sacando champán y brindando con todos los periodistas. Si Melanie saca entonces la hucha, obtiene una subvención para la campaña.

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