Tribuna:

¡Mercados!

Nada es definitivo hasta que lo certifican los mercados, y últimamente no suelen hacerlo sin grandes dosis de ambigüedad. Quién iba a decir que un dato de inflación en Estados Unidos como el que se ha conocido ayer, correspondiente a agosto, acabaría traduciéndose en reacciones de las variables financieras tan poco amigables como las observadas a uno y otro lado del Atlántico.Si la variación del índice de precios al consumo (IPC) general se ajustó esencialmente a las previsiones mayoritarias de los analistas (repunte hasta una tasa interanual del 2,3% desde el 2,1% que reflejaba en el mes de j...

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Nada es definitivo hasta que lo certifican los mercados, y últimamente no suelen hacerlo sin grandes dosis de ambigüedad. Quién iba a decir que un dato de inflación en Estados Unidos como el que se ha conocido ayer, correspondiente a agosto, acabaría traduciéndose en reacciones de las variables financieras tan poco amigables como las observadas a uno y otro lado del Atlántico.Si la variación del índice de precios al consumo (IPC) general se ajustó esencialmente a las previsiones mayoritarias de los analistas (repunte hasta una tasa interanual del 2,3% desde el 2,1% que reflejaba en el mes de julio), el núcleo de componentes menos volátiles, la inflación subyacente (sin energía ni alimentos frescos), redujo su ritmo de aceleración hasta el 1,9% interanual, la tasa más baja de la actual fase expansiva del ciclo económico estadounidense.

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Son señales, en definitiva, que deberían haber compensado los temores de recalentamiento de la economía del país norteamericano que introdujeron las elevaciones de los precios al por mayor o la conocida más recientemente en las ventas al por menor.

Sin embargo, los mercados financieros apenas saludaron esos datos. Tras un ligero repunte en el precio de los bonos, su caída volvió a situar los tipos de interés de las principales referencias por encima del nivel de partida; los mercados de acciones, por su parte, tampoco encajaron esa expresión de control de la inflación y las menores probabilidades de que el próximo 5 de octubre la Reserva Federal (el banco central estadounidense), que preside el todopoderoso Alan Greenspan, vuelva a elevar los tipos de interés.

Europa, como ya viene siendo habitual, sólo parece acusar recibo de las malas noticias. Con sus economías centrales en una posición cíclica mucho menos madura que la estadounidense y una tasa de inflación muy por debajo de la fijada como objetivo por el Banco Central Europeo (BCE), sus mercados sólo son receptores de aquella información que asiente las expectativas de endurecimiento monetario en la zona euro.

Sólo faltaría que los tipos de interés a largo plazo europeos, ya en sus máximos del año, alcanzaran el nivel de los norteamericanos: que fueran los fundamentos de la economía española los que primaran en Francfort. ¡¡Mercados!!

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