Tribuna:

Anónimos

Un folio tamaño DIN A-4. Impresión vertical y datos concretos sobre el inmueble e identidad del propietario. Dimensiones exactas de la construcción, superficie del terreno, emplazamiento, linderos y descripción de la finca. Por último, una línea del valor concedido al edificio. Siete u ocho números con los que se rubrica una vida. Eso es todo lo que reciben los vecinos del barrio alicantino de Agua Amarga por parte del Consell, que ha iniciado el proceso de expropiación de sus casas y negocios para favorecer la implantación de otras actividades privadas en la zona. Lo del Consell es un decir...

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Un folio tamaño DIN A-4. Impresión vertical y datos concretos sobre el inmueble e identidad del propietario. Dimensiones exactas de la construcción, superficie del terreno, emplazamiento, linderos y descripción de la finca. Por último, una línea del valor concedido al edificio. Siete u ocho números con los que se rubrica una vida. Eso es todo lo que reciben los vecinos del barrio alicantino de Agua Amarga por parte del Consell, que ha iniciado el proceso de expropiación de sus casas y negocios para favorecer la implantación de otras actividades privadas en la zona. Lo del Consell es un decir, porque la comunicación no va acompañada del preceptivo papel timbrado, ni de cuños o firmas que identifiquen al remitente de la misiva. Con el diccionario en la mano, se trata simplemente de un anónimo, al que ni siquiera los abogados dan valor para iniciar posibles litigios, dando por seguro que los jueces no aceptarían ese papel como prueba. ¿Es norma habitual de la Administración contactar de esa forma con los administrados? ¿Pueden contentarse con el folio los que ven peligrar su vivienda y hasta su modus vivendi? Los anónimos suelen ser escritos por arrepentidos, inculpadores y, en general, por quienes tienen algo que ocultar. En estas mismas páginas encontrará el lector un ejemplo de ello: un escrito, a puño y letra y sin firmar, que acusa a una supuesta enfermera de haber raptado a Gloria Martínez en 1992. En esta ocasión, y quizás por las connotaciones sociales del caso y por tratarse de la única pista sobre la que poder reiniciar un trabajo policial, el Ministerio Fiscal ha concedido al papel rango de elemento a investigar. Un rayo de luz entre penumbras. Y eso es precisamente lo que reclaman los comerciantes de Agua Amarga: luz y taquígrafos. Aunque en esta ocasión parece que el Consell anda escaso de presupuesto, y ni siquiera le alcanza para imprimir el membrete oficial a su correspondencia. Lo de nombrar un interlocutor válido debe ser más complicado.

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