Tribuna:

Onicofagia

DE PASADALa onicofagia consiste en comerse las uñas, pero en fino. La historia está llena de onicófagos de fama, como Lord Byron, y claro, de millones de onicófagos anónimos. Tan popular hábito gastronómico no figura, que se sepa, en ninguna guía o menú, pero en vacaciones cobra rigores de dieta estricta o rancho de trena. De hecho, el verano gaditano se asemeja por momentos a una enorme uña de hastío que uno va royendo hasta la cutícula, que es septiembre. Muy de vez en cuando, las agendas de ocio distraen la atención del onicófago veraneante con algún plato más sustancioso que la mansa pérdi...

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DE PASADALa onicofagia consiste en comerse las uñas, pero en fino. La historia está llena de onicófagos de fama, como Lord Byron, y claro, de millones de onicófagos anónimos. Tan popular hábito gastronómico no figura, que se sepa, en ninguna guía o menú, pero en vacaciones cobra rigores de dieta estricta o rancho de trena. De hecho, el verano gaditano se asemeja por momentos a una enorme uña de hastío que uno va royendo hasta la cutícula, que es septiembre. Muy de vez en cuando, las agendas de ocio distraen la atención del onicófago veraneante con algún plato más sustancioso que la mansa pérdida de tiempo, o le untan los dedos del alma con ungüentos repelentes para mermarle el apetito. Y entonces, sólo entonces, comienza el espectáculo. Por ejemplo: Isabel Pantoja proclama, antes de cantar en el Pemán, que no tiene rival. Filósofos, analistas políticos y arúspices se reúnen en consejo para preguntarse: ¿a qué se refiere? Porque tratándose de tan polifacética celebridad, el tiro puede salir por cualquier parte. Cuentan que durante el concierto de la tonadillera se colapsó el tráfico, se incendió uno de los focos y media letra de copla fue pasto de la desmemoria. Duda, pues, satisfecha. A uña de caballo, de un lado para otro, los políticos insisten en desplegar el don de la ubicuidad, que es su vicio de campaña. La alcaldesa Teófila Martínez pasa como un cometa por el apocalíptico show de la Pantoja y al ratito ya está saludando en el recital de Eliades Ochoa, el santiaguero que, bajo su aspecto de un Jr de la teleserie Dallas a la guajira, demostró ser un corazón de pan de oro y puso al respetable en candela. A un paso de guaguancó de la alcaldesa, todos los ediles del PP que habían caído por allí se pusieron a bailar como cinturas calientes del Café Cantante, unos con más swing que otros. Algún malintencionado dijo aquello de que si Teófila Martínez se tira del puente Canal, los demás la siguen. Por si acaso, mejor no probar. El caso es que como sigan así las cosas, entre los éxtasis orgásmicos del piano de Manolo Carrasco, el inamovible repertorio por alegrías del torrencial Rancapino y la esperada requeterreposición de Verano azul, el año que viene se va a poner de moda la coprofagia. Que es como ahí te coman las moscas, pero en fino.

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