Entrevista:

"Europa necesita más inflación"

Paul Krugman ha sido considerado por la revista británica The Economist como "uno de los economistas más influyentes de nuestra época". Este científico comedido, de 46 años, seguidor de John Maynard Keynes, enseña e investiga en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, en Boston, Estados Unidos. Ha publicado hasta ahora 18 libros; su última obra es La Gran Recesión. Qué hacer para que no se desplome la economía mundial, a punto de publicarse en Europa. Ahora habla de las lecciones de la crisis asiática, el poder ilimitado de los bancos emisores de moneda.Pregunta.Hace un año la economía mund...

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Paul Krugman ha sido considerado por la revista británica The Economist como "uno de los economistas más influyentes de nuestra época". Este científico comedido, de 46 años, seguidor de John Maynard Keynes, enseña e investiga en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, en Boston, Estados Unidos. Ha publicado hasta ahora 18 libros; su última obra es La Gran Recesión. Qué hacer para que no se desplome la economía mundial, a punto de publicarse en Europa. Ahora habla de las lecciones de la crisis asiática, el poder ilimitado de los bancos emisores de moneda.Pregunta.Hace un año la economía mundial estaba a punto de desplomarse. Ahora ya nadie habla de ello. ¿Se ha superado ya la crisis financiera global?

Respuesta.No, no lo creo. Es cierto que algunos países en crisis se han recuperado, y también se ha demostrado que algunas crisis monetarias no acaban en todas partes en una catástrofe. Pero cuando se contemplan los datos fundamentales, las malas noticias siguen estando siempre presentes.

P.¿Dónde acechan los mayores peligros?

R.Por un lado, en Japón, cuya economía sencillamente no se pone en marcha. El síndrome japonés de la deflación, o sea, un descenso de los precios y una demanda interior floja, puede contagiarse a otros países; por ejemplo, la economía china muestra paralelos asombrosos. Hay un segundo motivo de preocupación: no ha desaparecido ninguna de las razones que hicieron a los países en desarrollo tan sensibles a los ataques especulativos. Por ejemplo, las siguientes piezas del dominó que podrían caer son Suráfrica o Turquía.

P.¿Se han desentendido en exceso del asunto los políticos y economistas en los últimos meses?

R.Sí, estamos viviendo la misma despreocupación que en 1995 tras la crisis de México. El impulso de reforma del sistema financiero mundial se ha volatilizado también esta vez de una manera muy rápida. Los Gobiernos y las organizaciones internacionales como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional no han hecho nada por cambiar efectivamente las reglas básicas. Por eso es muy posible que tengamos que enfrentarnos a otras crisis.

P.¿Era realmente tan dramática la situación el otoño pasado? R.Sí. En Estados Unidos vivimos durante un par de semanas una estampida increíble de los inversores. De repente, no había liquidez y los mercados financieros norteamericanos parecían paralizados. Sólo la heroica intervención del banco central norteamericano evitó lo peor. La Reserva Federal bajó los intereses tres veces en muy poco tiempo y con ello tranquilizó al mercado. Pero fue más decisiva su influencia psicológica: el director, Alan Greenspan, dio con las palabras adecuadas en el momento adecuado. Y, afortunadamente, disfrutaba más que nadie de la confianza de los mercados.

P.¿No es preocupante que la estabilidad del sistema financiero mundial dependa hasta tal punto de una sola persona? R.Naturalmente que sí. Greenspan es el general que muestra el camino a las tropas desde su caballo. ¿Pero qué sucede si el general está enfermo de gripe en un día decisivo? ¿O si dice lo que hay que decir, pero de un modo y manera equivocados? Si el otoño pasado hubiera estado otra persona en su lugar, la crisis financiera global podría haberse ido de la mano.

P.¿Cuáles son las lecciones a extraer de la crisis asiática?

R.La primera lección es válida para los países industrializados: cuando hay amenaza de recesión, las grandes economías mundiales deben rebajar a tiempo los intereses, y para ello precisan disponer de suficiente margen hacia abajo. La lección número dos vale para todos los países en desarrollo: tienen que o bien limitar su deuda externa, o bien limitar parcialmente la movilidad de los inversores internacionales mediante un control de la entrada de capitales. En caso contrario, estos países seguirán estando bajo la amenaza de una repentina fuga de capitales que posiblemente precipitaría una crisis que, a su vez, justificaría la huida de capitales.

P.Muchos economistas consideran que el control de los movimientos de capital que usted defiende son peligrosos.

R.No deben establecerse controles tan rígidos como en Malaisia. Pero precisamente ahora, cuando los inversores regresan a Asia llenos de optimismo, sería importante establecer un control moderado para los inversores a corto plazo de modo que no se reproduzcan los problemas del dinero caliente.

P.Sin embargo, muchos economistas creen que sólo un mercado de capitales totalmente liberalizado obligará a los países en desarrollo a adoptar una política económica correcta.

R.Eso es cinismo. Desgraciadamente, en los mercados financieros se emplea un doble rasero. Los países industrializados pueden permitirse cosas que al parecer son imposibles para un país en desarrollo. Del mismo modo que en los mercados financieros existe un pesimismo que se refuerza a sí mismo con respecto a los países en desarrollo, existe también un optimismo que se refuerza a sí mismo con respecto a los países industrializados.

P.En estos momentos, muchos analistas temen que en Estados Unidos acabe sucediendo lo mismo que en Japón. También la crisis de Japón comenzó con una Bolsa sobrevalorada.

R.Puede que, de hecho, haya similitudes entre Estados Unidos en 1999 y Japón en 1989. De todas formas, una caída de la Bolsa de Nueva York sería lo peor que puede ocurrirle a la economía mundial en estos momentos. Las cotizaciones han llegado a alturas que no pueden justificarse mediante ningún tipo de juego intelectual. Cuando estalle esta pompa de jabón, Estados Unidos podría verse en una situación de falta de liquidez como la de los japoneses, y la economía norteamericana podría experimentar una quiebra masiva de la coyuntura.

P.¿Qué es lo que podría hacer estallar la burbuja de la Bolsa de Nueva York?

R.Cualquier ruido un poco alto. El soufflé del horno puede venirse abajo porque alguien pegue un portazo en la otra punta de la casa. Incluso la Reserva Federal podría desencadenar el desplome, y eso es algo que le preocupa realmente.

P.Entonces, ¿qué es lo que pueden aprender los norteamericanos de los errores de los japoneses?

R.Japón reaccionó demasiado tarde ante su crisis. El banco emisor bajó los intereses hasta casi el punto cero para controlar la economía, pero antes de hacerlo estuvo dudando excesivamente. Además, los gigantescos planes coyunturales del Gobierno no hicieron más que incrementar las deudas del Estado, pero cambiaron poco las cosas. Ahora, Japón se encuentra en medio de una espiral de deflación, los precios no dejan de caer y la gente guarda cada vez más el dinero porque creen que en el futuro todo va a ser más barato. Es una tendencia peligrosa, porque del impulso de Japón depende el futuro de los países en crisis de toda Asia.

P.¿Cómo pueden ahora los japoneses volver a encarrilar su economía?

R.Sólo existe una posibilidad: el Gobierno tiene que imprimir dinero, mucho dinero, y provocar una inflación artificial. Los precios volverán a subir y la gente estará dispuesta a gastar de nuevo. Deben temer por sus ahorros. La demanda interior suplementaria pondrá en marcha la coyuntura.

P.¿Es eso aplicable también a Europa?

R.Sí. Las reformas estructurales, ya sean de impuestos o de sistemas sociales, pueden ser algo muy bonito, pero mientras siga faltando la demanda, eso les servirá de poca ayuda a los europeos en su lucha contra el paro.

P.¿Qué es lo que recomienda usted?

R.Europa necesita más inflación. El Banco Central Europeo (BCE) debería bajar aún más los intereses para fomentar la demanda. La Reserva Federal se preocupa en Estados Unidos de una manera mucho más activa por el desempleo y acepta en esta línea un índice de aumento de precios del 2%. El BCE debería establecer una meta de inflación semejante.

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