Tribuna:

Las playas de Sanlúcar

Cuelga sobre el cuello de langostino brillante de Sanlúcar de Barrameda el sambenito de que su costa no tiene playa. Los cartógrafos ambulantes del verano suelen ser así de exigentes, pero en el pecado arrastran la más insoportable de las penitencias y, atolondrados con los soles de otras playas, se olvidan de una de las mejoras costas andaluzas. Puede que las playas sanluqueñas anden cortitas de lo que a otras le sobran. Pero les suplico que nunca se dejen llevar por las primeras impresiones y ahondando en jornadas de observación y codos sobre la madera de sus mejores mostradores, entiendan...

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Cuelga sobre el cuello de langostino brillante de Sanlúcar de Barrameda el sambenito de que su costa no tiene playa. Los cartógrafos ambulantes del verano suelen ser así de exigentes, pero en el pecado arrastran la más insoportable de las penitencias y, atolondrados con los soles de otras playas, se olvidan de una de las mejoras costas andaluzas. Puede que las playas sanluqueñas anden cortitas de lo que a otras le sobran. Pero les suplico que nunca se dejen llevar por las primeras impresiones y ahondando en jornadas de observación y codos sobre la madera de sus mejores mostradores, entiendan que en Sanlúcar de Barrameda hay que nadar... Claro que Sanlúcar tiene playa donde poder nadar, navegar y hasta naufragar en las corrientes tumultuosas de sus frutos más apetecibles. La misma vitrina de Balbino tiene más conocimiento oceanográfico que todas las investigaciones realizadas por el brillante Jacques Cousteau. He observado cómo la gente se apiña sobre ella como si fuera a pedir autógrafos y los más literarios rememoran a Julio Verne para añadir que aquellas 20.000 leguas de viaje submarino se convierten en una latita de anchoas al lado de tan promiscua naturaleza. De Bigote ni hablamos. Y son en estas playas de coral rojo cigalero y mostachos de langostinos atusados por las bocas insaciables de la marinería en tierra donde Sanlúcar tiene su mejor bandera azul. Atrévase pues por estas playas de secano que han convertido a la Plaza del Cabildo en su mejor paseo marítimo y donde se venden más baberos que bañadores y se ven más lenguados que tiburones. Tal vez porque los escualos más furiosos aún siguen nadando junto a los peces gordos que se rastrean por su Ayuntamiento. Pero esas son otras playas. Otros acantilados por donde se despeña la razón. Les anticipo la penúltima barbaridad: esa nueva estación de autobuses que el municipio está levantando en pleno corazón sanluqueño, en el paseo de la Calzada. Eso sí que es una mariscada.J. FÉLIX MACHUCA

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