Tribuna:

Caliente fusión

El nuevo Gobierno de Eduardo Zaplana goza durante estos meses veraniegos de esa curiosa ley no escrita, según la cual las democracias otorgan el beneficio de la duda a los cien primeros días de gestión. No seré yo por tanto quien rompa tan benigna costumbre y menos con el cuerpo de jota que se le pone a uno con la perspectiva de las vacaciones estivales. Pero sin ánimo de aguarle la fiesta a nadie, no está de más recordar también otra curiosa ley, tampoco escrita, según la cual lo que no se hace en los tres primeros meses de gobierno, no se hace en el resto de la legislatura. Una máxima que ...

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El nuevo Gobierno de Eduardo Zaplana goza durante estos meses veraniegos de esa curiosa ley no escrita, según la cual las democracias otorgan el beneficio de la duda a los cien primeros días de gestión. No seré yo por tanto quien rompa tan benigna costumbre y menos con el cuerpo de jota que se le pone a uno con la perspectiva de las vacaciones estivales. Pero sin ánimo de aguarle la fiesta a nadie, no está de más recordar también otra curiosa ley, tampoco escrita, según la cual lo que no se hace en los tres primeros meses de gobierno, no se hace en el resto de la legislatura. Una máxima que debe ser la traslación a la política del viejo proverbio de que "más vale llegar a tiempo que rondar un año". Viene todo esto a cuento del acariciado proyecto presidencial de fusionar las dos grandes cajas de ahorro valencianas, Bancaja y la CAM. Una fusión previsiblemente caliente no sólo por la controversia que suscita, sino porque todo hace presagiar que se intentará cerrar antes de que el tórrido verano valenciano se despida con las esperadas lluvias de otoño. Y a pesar de que la temperatura informativa de la dichosa fusión haya bajado estos días unos grados, siquiera para compensar otros calores, lo bien cierto es que, tras la holgada mayoría absoluta del PP, alguien está desempolvando de un cajón el plan de jubilaciones anticipadas para ambas entidades. Así, el por tantas cosas reconvertido consejero de Empleo, Rafael Blasco, aunque aún no tenga despacho, ya tendría trabajo para los próximos meses. Algo que, dada su natural tenacidad, lejos de amilanarle, le colmará de satisfacción. Por tanto, tampoco es de extrañar que el recién lavado, planchado y estrenado consejero de Economía y Hacienda, Vicente Rambla, haya anunciado su renuncia a las vacaciones en Benicàssim. Una costa desde la que ha venido contemplando, el mismo mar de todos los veranos de su vida, a diferencia de tantos otros dirigentes del PP, auténticos advenedizos en la cosa esa de Benicàssim. En esto del veraneo lo del joven consejero sí que es auténtico: 30 de sus 35 años, frente a lo que ha devenido el horizonte de todas las Españas. Renunciar a Benicàssim es mucha renuncia, por lo tanto, atentos a lo que se cuece en su despacho, pues no serán sólo los fondos europeos lo que se estudie este verano en esa consejería. Hay otra conjunción en el calendario político valenciano que permite seguir abundando en el vaticinio de que la fusión será en caliente o no será. Algo tan simple como el hecho de que la rentrée política va a estar marcada por la precampaña de las elecciones generales y el toque de pito de Aznar, cuando por un lado ordene un "no hagan olas" generalizado y por otro, ("madrecita que me quede como estoy") ponga un cirio a la Virgen del Sufragio, patrona de Benidorm y, todo parece indicarlo, generosa protectora del muy honorable hijo adoptivo de la villa, Eduardo Zaplana. Con todo, también es probable que este maldito augurio, vaticinando que la fusión se hará con la agravante de la nocturnidad agosteña, se quede en agüero de profeta chirivía, "cada cosa a su tiempo y los nabos en adviento", porque a fin de cuentas y por seguir con el refranero "de enero a enero el dinero es del banquero". Así que a disfrutar, cuidado con la carretera y felices vacaciones.

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