"¿A quién le vamos a vender "La Farola" en el campo?"

El traslado de la mayoría de los 355 inmigrantes rumanos que ahora ocupan un terreno en el camino de San Roque, junto a la N-I, por tres eriales situados en las afueras de la capital va a constituir un "gran problema", según creen los implicados. Casi ninguno quiere abandonar el poblado de San Roque, donde les situó el Ayuntamiento tras expulsarles de Malmea (Fuencarral). Este lugar agrada a los rumanos porque está próximo a la ciudad y bien comunicado (le rodean dos líneas de autobús que llegan al centro). Además, tiene dos fuentes y está flanqueado por una arboleda que les da sombra y cobij...

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El traslado de la mayoría de los 355 inmigrantes rumanos que ahora ocupan un terreno en el camino de San Roque, junto a la N-I, por tres eriales situados en las afueras de la capital va a constituir un "gran problema", según creen los implicados. Casi ninguno quiere abandonar el poblado de San Roque, donde les situó el Ayuntamiento tras expulsarles de Malmea (Fuencarral). Este lugar agrada a los rumanos porque está próximo a la ciudad y bien comunicado (le rodean dos líneas de autobús que llegan al centro). Además, tiene dos fuentes y está flanqueado por una arboleda que les da sombra y cobijo.Florin Vasile, de 18 años, casado y con un hijo de un año, expresaba ayer su temor a la mudanza. "¿Cómo nos vamos a repartir? Un grupo aquí y otros se van. ¿Pero, quiénes?", se preguntaba. "Nadie va a querer irse. Estamos cerca de Madrid. Va a haber problemas entre nosotros para trasladarnos a los nuevos campamentos", advirtió.

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No era el único al que le preocupaba la mudanza. A Paun Marian, de 23 años, casado y con una hija de un año, que vivió nueve meses en el poblado de Malmea, estaba ayer temeroso de que pudiera continuar vendiendo el periódico La Farola. "Vamos a ir a vivir al campo. Pero, ¿a quién le vamos a vender La Farola en el campo? Estaremos lejos de la Castellana", señaló. "Yo me quedo aquí, en este campamento, aquí sí puedo ganar dinero para dar de comer a mi familia", aseguró.

Marian Vodo, de 18 años, casado y con un hijo, se quejaba: "Yo no tengo coche. ¿Cómo voy a venir desde los nuevos campamentos a Madrid a vender el periódico? ¿Me van a regalar un coche?". Sólo el 30% de los rumanos afincados en Madrid tiene vehículo propio, según indican ellos mismos. A estos inmigrantes no les hace ninguna gracia los nuevos campamentos. "Van a parecer jaulas. Vamos a estar allí metidos como gallinas", se quejó Vodo.

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