Reportaje:

Correr con la ley bajo el brazo

En el recorrido del encierro caben hasta 3.000 personas. De esa multitud, apenas unos pocos cientos corren realmente. El resto, sólo ve pasar los toros. Pero hay cada día un mayor número de inconscientes que, además, intenta sacarles fotografías, filmarlos con cámaras de vídeo o citarlos para que se paren, correr tocándoles el lomo o aprovechar el desconcierto de los animales para colgarse de la cornamenta en los últimos tramos de la carrera. Todas esas acciones están prohibidas por el bando municipal que rige el desarrollo de los encierros y por el reglamento de espectáculos taurinos del G...

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En el recorrido del encierro caben hasta 3.000 personas. De esa multitud, apenas unos pocos cientos corren realmente. El resto, sólo ve pasar los toros. Pero hay cada día un mayor número de inconscientes que, además, intenta sacarles fotografías, filmarlos con cámaras de vídeo o citarlos para que se paren, correr tocándoles el lomo o aprovechar el desconcierto de los animales para colgarse de la cornamenta en los últimos tramos de la carrera. Todas esas acciones están prohibidas por el bando municipal que rige el desarrollo de los encierros y por el reglamento de espectáculos taurinos del Gobierno navarro. Sin embargo, apenas unos pocos de los abundantes inconscientes, gamberros y desaprensivos que cada día complican el recorrido son finalmente identificados, detenidos y sancionados. Las dificultades de la Policía Municipal para castigar estas actitudes están a la vista. Este año apenas ha habido una denuncia administrativa. Quienes infringen el reglamento se escabullen habitualmente entre la multitud de personas que acompañan a las manadas de toros y cabestros. Pero, a veces, las imprudencias se pagan. Es lo que el pasado día 9 le ocurrió al estadounidense Justin Hammerback, de 32 años, corneado en el glúteo con una herida de quince centímetros tras citar a un toro en el callejón de la plaza. Su intención era convertir el encierro en un rodeo americano y agarrar por los cuernos a Cepillero, un toro de la ganadería de Cebada Gago que, descolgado, ya había corneado antes a otros corredores. Acabó en el hospital, pidiendo perdón por su acción y asegurando que desconocía que citar al toro estuviera prohibido. "De haberlo sabido, ahora no estaría aquí", dijo. Hammerback ha comprado la cabeza del toro que le corneó. Pagará más de 300.000 pesetas para colocarla en su rancho de Dakota del Sur. Hammerback se irá a su casa con un doloroso recuerdo, aunque sin sanción alguna por haberse puesto a sí mismo y a otros corredores en peligro. El 9 de julio del año pasado, dos corredores fueron detenidos tras el encierro por la Policía Municipal. El mexicano Tomás Acevedo Chávez e Ignacio Jiménez Baquero, vecino de Ejea de los Caballeros (Zaragoza), citaron a los toros. El primero lo hizo en la propia plaza, a la que llegó portando una videocámara con la que quería filmar el encierro desde la arena. El segundo los citó en Santo Domingo, logrando que los animales frenaran su carrera, con el riesgo que ello entraña para todos. El ciudadano mexicano fue además recriminado por su acción y apartado de la carrera a golpes de la vara de avellano de uno de los pastores. Ambos tuvieron que pagar sendas multas de 25.000 pesetas. A raíz de estos hechos, la oficina del Defensor del Pueblo abrió de oficio una investigación para esclarecer las circunstancias de ambas detenciones. Ha sido la primera vez que esa institución estudia el comportamiento policial ante la violación del reglamento de un encierro. El Defensor archivó finalmente la investigación al constatar que las detenciones y sanciones estaban justificadas.

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