El desnudo renacer de un pueblo

El último habitante de El Fonoll, un pueblecito cercano a Sarral, en plena Conca de Barberà, cerró la puerta de su casa hace 50 años para no volver más. La posguerra, el hundimiento de los precios agrícolas y una ubicación geográfica complicada acabaron con la vida en un núcleo en el que a principios de siglo vivían 50 personas en un grupito de 10 o 12 casas, perteneciente al municipio vecino de Passanant. Un proyecto naturista permite ahora la recuperación de la vida en la población, la reconstrucción de las viviendas y la recuperación de la producción agrícola. Si a Emili Vives, un vecino d...

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El último habitante de El Fonoll, un pueblecito cercano a Sarral, en plena Conca de Barberà, cerró la puerta de su casa hace 50 años para no volver más. La posguerra, el hundimiento de los precios agrícolas y una ubicación geográfica complicada acabaron con la vida en un núcleo en el que a principios de siglo vivían 50 personas en un grupito de 10 o 12 casas, perteneciente al municipio vecino de Passanant. Un proyecto naturista permite ahora la recuperación de la vida en la población, la reconstrucción de las viviendas y la recuperación de la producción agrícola. Si a Emili Vives, un vecino de Sants de 47 años con inquietudes por el naturismo, la ecología y el nudismo, le hubieran dicho hace cinco años que acabaría siendo el dueño de un pueblo entero, hubiera tildado de orate a su interlocutor. A Vives, la oportunidad le llegó en 1995 desde una fotografía de El Fonoll y de los inmensos bosques que rodean a la población. La fotografía colgaba de la oficina de uno de los propietarios del pueblo abandonado y convertido en coto de caza. Vives se interesó por el lugar, bucólico, alejado de todo, de acceso, al menos, complicado, hundido en un valle. Y le ofrecieron comprarlo. "Se me abrió el corazón", aseguraba Vives ayer en El Fonoll, tocado sólo con un sombrero. La negociación fue larga, pero al final se hizo con la finca de 150 hectáreas por un precio que no quiere revelar. Y llegó el sueño: ¿Por qué no un pueblo naturista? Me pareció que era una oferta diferenciada de la del turismo rural", y la posibilidad de recuperar un pueblo abandonado. En El Fonoll trabajan ahora entre seis y ocho personas: Emili y Núria y sus cinco hijos y unos cuantos trabajadores que ya han restaurado las casas destinadas a supermercado, a recepción, almacén, gimnasio, sala de yoga, masajes y musculación. Su proyecto supondrá la rehabilitación de las viviendas principales (la última, construida en 1866), muchas de las cuales, pese a su deterioro -"lo peor fue el expolio que padeció el pueblo tras su abandono"-, conservan los hornos de pan. Las viviendas se reconstruyen con la piedra original y los techos se cubren con tejas viejas. Piedra, madera y hierro para no desentonar con el paisaje original. Vives planea construir un cámping verde, una zona deportiva, merenderos y barbacoas, que ya están acabados, y tienen la intención de llevar caballos. Las burras, tres, preñadas, ya están en el pueblo. Y las cabras y los pollos. Baños de fango, posibilidad de alquilar una parcela de huerto ecológico, rutas por las 150 hectáreas de la propiedad, paseos a caballo, en bici o en carro, pretenden convertir a El Fonoll en el primer pueblo naturista, con capacidad para alojar hasta 2.000 personas. La oferta se presenta en un folleto que reza: "Si te gusta convivir sin ropa cuando la climatología lo permite y sentir la libertad, el respeto del desnudo en común...". Los fumadores -pocos naturistas lo son- lo tienen complicado: está prohibido fumar en las zonas públicas. Vives ha establecido un sistema de bonos para el funcionamiento de su complejo naturista. 50 bonos cuestan 8.500 pesetas y 5 bonos (850 pesetas) es el precio que paga una familia para pasar una noche en una tienda. Vives recuerda que su proyecto, pese a que llame la atención por el hecho del nudismo, supone que El Fonoll vuelva a ser un pueblo vivo. Por ello ha diseñado una "zona industrial" para aquellos artesanos o industrias, ecológicamente compatibles, que quieran instalarse. Por el momento, asegura, una persona se ha interesado en producir cirios y velas artesanos. El promotor pretende que el pueblo llegue a estar compuesto de forma estable por entre 12 y 30 familias. Se queja de la insensibilidad de la Administración autonómica. Para construir el cámping le exige parcelar la zona -"nos cargaríamos la vegetación de la ladera"- y la diferenciación entre sexos en las duchas y lavabos, una exigencia un tanto absurda para una población que podrá pasearse en cueros todo el día. También, que ponga un bar. De momento construye sin permisos, "por silencio administrativo", ante la pasividad del consistorio de Passanat en concederle las autorizaciones pertinentes.

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