Reportaje:

El eterno espíritu emprendedor

Mondragón se niega a vivir de las rentas del cooperativismo de MCC, precisamente porque bebe de su misma fuente. Renuncia al inmovilismo, incluso en la prosperidad; a instalarse en una herencia con el fin de multiplicarla. Los habitantes de esta localidad se han limitado a hacer suyo el espíritu emprendedor que dejaron como legado los ideólogos del cooperativismo. Y han convertido a Mondragón en el mejor laboratorio de medicinas contra el paro. En el último cuatrienio el desempleo ha bajado de un 10,30% a un 5,63% casi estructural, las empresas crecen y se planean nuevas infraestructuras indu...

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Mondragón se niega a vivir de las rentas del cooperativismo de MCC, precisamente porque bebe de su misma fuente. Renuncia al inmovilismo, incluso en la prosperidad; a instalarse en una herencia con el fin de multiplicarla. Los habitantes de esta localidad se han limitado a hacer suyo el espíritu emprendedor que dejaron como legado los ideólogos del cooperativismo. Y han convertido a Mondragón en el mejor laboratorio de medicinas contra el paro. En el último cuatrienio el desempleo ha bajado de un 10,30% a un 5,63% casi estructural, las empresas crecen y se planean nuevas infraestructuras industriales y educativas. No es fácil atribuir el mérito a un partido. Porque Mondragón, a falta del fantasma del paro, ha sufrido el latigazo político que propinaron las urnas en 1995. Ninguna formación logró una mayoría de peso y los devaneos poselectorales sirvieron la ruptura del primer ejecutivo en bandeja de plata. HB e IU se prestaron a la paradoja de gobernar los presupuestos diseñados por la oposición. No fue por mucho tiempo. IU anunció su salida año y medio después al ver frustradas sus expectativas de llevar a la práctica un programa que no dejaba de ser de mínimos. El pacto se resquebrajó por todos los costados. HB no renunció al poder. Dirigió los designios de la cuna del cooperativismo durante seis meses más, hasta que le salpicó el terrorismo de ETA. El 1 de junio de 1997, la Guardia Civil liberaba al funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara en un zulo de una vieja fábrica de Mondragón. Había permanecido 532 días en un agujero de mala muerte. Mes y medio más tarde, el secuestro y posterior asesinato del concejal del PP de Ermua Miguel Ángel Blanco precipitó el alud de acontecimientos. Era más de lo que podía soportar la población. La calle fue el muro de lamentaciones y protestas y el entonces alcalde Xabier Zubizarreta, a la sazón ex marianista, se negó a condenar el asesinato del edil. El llamamiento realizado por la Mesa de Ajuria Enea para aislar a HB cuajó en Mondragón como en pocos sitios. El 18 de julio, PNV, EA y PSE presentaban en el registro municipal una moción de censura que arrebató una de las alcaldías más emblemáticas de HB. Desde entonces, José María Loiti ha sido el líder de un gobierno en tripartito, que gestionó 3.107 millones de pesetas en 1998. El divorcio entre formaciones políticas ya estaba consumado; las enemistades personales, señaladas. Mondragón, en cambio, en una persistente evolución, está marcada por esa frontera política que no escapa a los ciudadanos. "HB primó el impulso de la cultura y el euskera", dice un vecino, "y dejó un poco abandonado el crecimiento industrial y la reorganización urbanística". Una población que vive en un 60% de la industria -el resto, del sector servicios- sabe valorar como ninguna las iniciativas que persiguen el desarrollo del sector. En la actualidad hay varias operaciones en ciernes: un polígono en Markulete, que pone a disposición de las industrias 15.000 metros cuadrados de suelo y otra de carácter mixto en la antigua Unión Cerrajera, que conjuga dos de las necesidades más acuciantes: garantiza la pervivencia de las empresas y propicia la promoción de viviendas. Porque tampoco Mondragón ha podido sustraerse a esta enfermedad latente en el País Vasco. La carestía de los inmuebles -la nueva construcción se vende a 350.000 pesetas el metro cuadrado- ha impulsado a parte de la población a asentarse en otras localidades cercanas. El propio Loiti lo reconoce y se propone aprobar esta asignatura pendiente. Por el momento, se han recalificado los terrenos ocupados por los antiguos pabellones de la Unión Cerrajera de Mondragón, que será uno de los hitos del crecimiento urbano. En este espacio se construirán 312 viviendas, 92 de ellas en régimen de protección oficial, y se instalarán el Centro de Empresas Innovadoras y varias parcelas de actividad económica y de servicios. Todo, al servicio de una población que en un 35% procede de fuera. Oriundos y emigrantes han hecho del mestizaje la virtud, según Loiti. Otras voces revelan menos optimismo y aprecian un serio déficit social que roza con el racismo. "Existe un rechazo a los inmigrantes de otras etnias", afirma el candidato a alcalde por IU, Joseba Ugalde. No habla por hablar. En este cuatrienio Mondragón ha saltado a las páginas de los periódicos por dos casos de tintes xenófobos: un episodio de tensión entre varias familias rumanas y los vecinos de Zigarrola al comienzo de la legislatura, y otro más reciente, la historia de 10 gitanos portugueses que viven en dos furgonetas destartaladas y no han conseguido el empadronamiento en el pueblo hasta un mes antes de las elecciones. No deja de ser una paradoja en una localidad acostumbrada a abrirse a la gente de fuera. Mondragón tuvo que desarrollarse a marchas forzadas con el boom industrial de los años 60 y 70. Las llegadas masivas de trabajadores aceleraron un brutal desarrollo urbanístico que ahora lamenta. El pueblo tuvo que robar terrenos a la montañas. El resultado es, según Ugalde, una deficiente y deprimente urbanización de algunos barrios: "Tienen los mínimos esenciales". El Ayuntamiento tendrá ahí otro de sus retos en un cuatrienio legislativo que augura un espectacular desarrollo de la Universidad de Mondragon. Esta institución, que nació con la vocación de formar trabajadores para las empresas de alta cualificación, culmina el proyecto del sacerdote José María Arizmendiarrieta, el ideólogo del movimiento cooperativo. En la mente de todos está la creación de un parque tecnológico que aproveche las sinergias de empresas y universidad. Máxime en un momento en el que la perspectiva de la autopista Éibar- Vitoria abre aún más horizontes al desarrollo económico de Mondragón. Como contrapartida deja fricciones importantes entre sus defensores y quienes creen que traerá una factura medioambiental más importante que su presupuesto: 100.000 millones de pesetas.

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