Reportaje:

Una lista de espera para sobrevivir

Más de 170 enfermos de sida con graves problemas sociales aguardan a obtener plaza en un piso de acogida en Madrid

Los enfermos de sida más marginados acudían antes a las casas de acogida para fallecer con dignidad. Con las nuevas terapias de fármacos combinados, que han alargado su esperanza de vida, siguen llamando a la puerta de estos centros. Pero ahora la mayoría no necesita que les ayuden a morir, sino a vivir con pensiones de 38.000 pesetas y una larga historia de drogodependencias, cárcel, demencias y desarraigo. Más de 170 enfermos aguardan en la calle, en albergues, hospitales, cárceles y pisos familiares donde apenas reciben atención antes de entrar en una de las siete casas y cinco pisos tutela...

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Los enfermos de sida más marginados acudían antes a las casas de acogida para fallecer con dignidad. Con las nuevas terapias de fármacos combinados, que han alargado su esperanza de vida, siguen llamando a la puerta de estos centros. Pero ahora la mayoría no necesita que les ayuden a morir, sino a vivir con pensiones de 38.000 pesetas y una larga historia de drogodependencias, cárcel, demencias y desarraigo. Más de 170 enfermos aguardan en la calle, en albergues, hospitales, cárceles y pisos familiares donde apenas reciben atención antes de entrar en una de las siete casas y cinco pisos tutelados regentados por asociaciones.Visitación Adán, directora de la casa de acogida de Basida, en Aranjuez, la mayor de la región, con 35 plazas, tiene a unos 115 enfermos madrileños en lista de espera y a otros tantos procedentes de otras comunidades autónomas. Quince de estos solicitantes se encuentran en una situación muy grave por su extremo deterioro físico y psíquico y social.

"El problema es que apenas tenemos altas. Nos llegan casos muy duros en los que la reinserción resulta muy difícil, porque a la enfermedad se unen las toxicomanías, los problemas psíquicos y un gran desarraigo social", asegura. Los datos avalan su argumento: el 70% de los enfermos de sida es drogodependiente.

"La solución es que otras entidades se mojen y abran nuevas casas de acogida, para lo que hacen falta apoyos económicos de las instituciones y recursos humanos", explica Adán, cuyo centro, regentado por 12 profesionales voluntarios, se mantiene gracias a las subvenciones institucionales (un 60% de los ingresos) y a las donaciones privadas. "El sida todavía sigue imponiendo mucho, a pesar de todas las campañas informativas, y no nos sobran voluntarios", concluye.

También suelen ser casos desesperados los que llegan al centro que la Orden de la Madre Teresa de Calcuta regenta en Latina, con 10 plazas para hombres y otras tantas para mujeres. En la actualidad hay más de una decena de varones en lista de espera.

Para Ana Isabel Sánchez, trabajadora social de Apoyo Positivo, el problema no es sólo la escasez de plazas en casas de acogida para las situaciones más duras, sino la carencia de alojamientos alternativos. "Enfermos que antes estaban condenados a morir tienen ahora años de vida por delante, pero con ingresos muy bajos, dificultades para trabajar y, por tanto, con graves obstáculos para vivir de forma autónoma", afirma.

"Una solución sería que la Comunidad cediese más viviendas sociales para que estas personas viviesen en ellas compartiendo los gastos", añade Sánchez, cuya asociación regenta un piso, concedido por el Gobierno regional, con tres plazas.

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También la Asociación para la Promoción y Gestión de Servicios Sociales (Progestión) tiene un piso en el que cinco enfermos aprenden durante un año a vivir de forma independiente y a organizarse con sus escasos ingresos. "Somos el último eslabón de la cadena de apoyo, donde llega la gente con mayores posibilidades de ser autónomos", asegura Sofía, su trabajadora social.

Para Charo Prieto, coordinadora de la casa de acogida de la Cruz Roja, con 10 plazas y 15 enfermos en lista de espera, "lo más difícil no es el tratamiento del sida, sino de la drogadicción y de los problemas sociales que suelen acompañar estos casos". En este centro, como en los demás, no se permite el consumo de drogas, salvo la metadona, un opiáceo que se toma bajo control médico para tratar la adicción.

También Cáritas, con una casa de acogida de 14 plazas y tres pisos tutelados con otras 14, considera que su cometido es más social que sanitario. La casa la destinan a los enfermos más deteriorados, con problemas mentales, y los pisos, con un programa de inserción laboral, a aquellos que en un periodo de cerca de año y medio podrán independizarse. Esta asociación tiene una lista de espera de 40 personas.

"Nos llegan afectados que malviven en la calle o en albergues, y en dos meses en la casa, su estado mejora notablemente", explica la coordinadora de la casa. En Madrid viven 4.000 enfermos de VIH, pero no existen datos, ni oficiales ni de las ONG, sobre cuántos están en situación de ingresar en estas casas de acogida.

Cumplir condena

Dos de las casas de acogida para enfermos de sida de la región están reservadas a presos que, por su gravedad, cumplen en ellas condena en lugar de en la cárcel. Se trata de dos centros de la asociación Horizontes Abiertos, con 22 plazas en Villanueva de la Cañada y ocho en Cercedilla."No tenemos lista de espera porque en las casas hay vacantes, ya que dependemos de Instituciones Penitenciarias y no nos envían mucha gente", explica Ana Navarrete, coordinadora del programa.

"Eso sí, cada mes recibimos 30 peticiones para ver si acogemos a enfermos que están en hospitales, en la calle o en albergues, pero tenemos que decirles que no", añade. "Existe una gran carencia de centros de acogida para esas personas, que además de enfermos de sida son marginados sociales", concluye.

El director del Servicio Regional de Salud, Jorge Tapia, de quien depende la oficina autonómica contra el sida, reconoce que los recursos para los casos de mayor marginación pueden estar desbordados. Pero añade que todavía está pendiente evaluar las necesidades "sin demagogia ni catastrofismo".

"Hemos apostado por las unidades de atención domiciliaria, porque nos parece que hay que potenciar la permanencia del enfermo en su propia casa", matiza. Ahora existen dos equipos volantes de médicos, psicólogos, sanitarios y trabajadores sociales en las áreas sanitarias 1 y 8, y está previsto poner en marcha un tercero.

"El reto que tenemos es más social que sanitario, porque consiste en atender a sectores muy marginales", concluye Tapia.

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