Reportaje:

Acabar con todas las barreras

Si hay un municipio que represente la realidad de Euskadi entre sus márgenes con mayor nitidez, ése puede ser Getxo. En sus fronteras conviven la aristocracia empresarial, la clase media y la rural. Un combinado tan poco homogéneo que se ha convertido en el principal reto de la alcaldía presente y futura. Romper barreras podría ser el grito de guerra del futuro consistorio, sea cual sea su color político. Unas barreras que muchos vecinos siguen levantando con orgullo y sin el menor asomo de vergüenza. "El municipio se llama Getxo, pero yo soy de Las Arenas", concreta Iratxe, una getxotarra de ...

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Si hay un municipio que represente la realidad de Euskadi entre sus márgenes con mayor nitidez, ése puede ser Getxo. En sus fronteras conviven la aristocracia empresarial, la clase media y la rural. Un combinado tan poco homogéneo que se ha convertido en el principal reto de la alcaldía presente y futura. Romper barreras podría ser el grito de guerra del futuro consistorio, sea cual sea su color político. Unas barreras que muchos vecinos siguen levantando con orgullo y sin el menor asomo de vergüenza. "El municipio se llama Getxo, pero yo soy de Las Arenas", concreta Iratxe, una getxotarra de 28 años. Y es que en Getxo, ser de Las Arenas o de Algorta o, cómo no, de Neguri, es una categoría. Bajo el nombre de Getxo se engloban cuatro barrios: el núcleo primigenio de Andra Mari, Algorta, Las Arenas y Neguri. De ellos han salido grupos sociales muy diferenciados, un hecho al que han ayudado sobremanera las barreras puramente físicas, como la localización de Algorta en un alto, y arquitectónicas, la antigua vía del tren que segregaba Las Arenas, que ha solventado el soterramiento de la línea 1 del metro. Getxo es el primer municipio que se abre al mar, junto a la desembocadura de la ría del Nervión, en la Margen Derecha. Fue el lugar elegido por la burguesía económica e industrial vizcaína para instalar desde el siglo pasado sus casas, hermosos palacetes que algunos abandonaron hace unos 16 años en los peores momentos del terrorismo. El último secuestrado de ETA, en 1997, Cosme Delclaux, vive en Getxo. La presencia de esta localidad en los medios de comunicación se ha debido principalmente a sucesos violentos. El último, el apaleamiento y muerte de un indigente el pasado 24 de abril a manos de un grupo de jóvenes. También rubricaron este año el nombre de Getxo dos perros rottweiler que atacaron a una niña de cuatro años. Pero quien se lleva la palma en darle mala fama al municipio es la kale borroka, que ha tomado Algorta como base de operaciones. Puerto deportivo "Aquí se vive muy bien", recalca una y otra vez Peru, un profesional liberal que ha elegido ese lugar como residencia por "su alta calidad de vida". Sin embargo aún resuenan los ecos del centenar de encapuchados que el 15 de agosto de 1998 quemaron una casa en el centro del pueblo. Aunque no han dejado de quemar contenedores es cierto que la intensidad de estas acciones terroristas ha disminuido. Ahora Getxo podrá disfrutar del recién creado puerto deportivo, que, con un presupuesto de 3.200 millones de pesetas, se ha convertido en una de las más atractivas zonas de ocio. Este puerto no hace más que aumentar esa "calidad de vida" a la que se refieren tanto los vecinos de Las Arenas, como los de Algorta o Andra Mari. Otro punto común es el orgullo por un "excelente" comercio. La creación de grandes superficies en su entorno ha amenazado su supervivencia. "Las grandes superficies lo que ponen en juego es un modelo de sociedad", critica José Almeida, presidente de la asociación Comercios Unidos de Getxo. Para ellos la escasez de aparcamiento en los centros urbanos es un asunto al que tendrá que hincar el diente el próximo alcalde. La cultura musical tiene en Getxo un punto de referencia fundamental. Todo son parabienes para los festivales de jazz, folk y blues. El Ayuntamiento destina a Cultura y Deportes más del 11% de su presupuesto. Aunque los getxotarras son los vascos que más se asocian y casi cualquier deporte tiene su grupo en esta localidad, los habitantes echan en falta más y mejores zonas deportivas. "Tenemos el polideportivo de Fadura, pero está muy deteriorado", coinciden varios vecinos. El problema que más sienten los residentes es la carestía de la vivienda. "Nuestros hijos se tienen que marchar a otros lugares porque no pueden acceder a un piso aquí", se queja un ama de casa cuyo hijo vive en la vecina Sopelana. "No tenemos reserva de suelo para construir viviendas sociales. Sólo se han hecho 22 en 20 años", dice Txema Bretos, edil de IU. "En el municipio tenemos 4.400 pisos vacíos; que se llenen".

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