La lógica del borrego

Obras Públicas ilumina un túnel de 38 metros para que un rebaño de 1.000 ovejas pueda atravesarlo

El problema era difícil de resolver. Había que convencer a 1.000 ovejas de que la oscuridad de un túnel no se parecía a la boca de un lobo. En caso de no hacerlo, el rebaño -uno de los más grandes de la región- tendría graves problemas para alimentarse porque los verdes y sabrosos pastos estaban al otro lado de la carretera y no había manera de cruzarla salvo atravesando el subterráneo.Esta historia comenzó el verano pasado cuando en el antedespacho del director general de Carreteras, Francisco Águeda, esperaba un ganadero. Explicó que su rebaño peligraba porque la Comunidad había decidido de...

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El problema era difícil de resolver. Había que convencer a 1.000 ovejas de que la oscuridad de un túnel no se parecía a la boca de un lobo. En caso de no hacerlo, el rebaño -uno de los más grandes de la región- tendría graves problemas para alimentarse porque los verdes y sabrosos pastos estaban al otro lado de la carretera y no había manera de cruzarla salvo atravesando el subterráneo.Esta historia comenzó el verano pasado cuando en el antedespacho del director general de Carreteras, Francisco Águeda, esperaba un ganadero. Explicó que su rebaño peligraba porque la Comunidad había decidido desdoblar la carretera M-106 en Algete. Hasta que comenzaron las obras, sus ovejas no tenían problemas para atravesar la vía, ya que el pequeño paso subterráneo existente no las intimidaba. Pero la nueva carretera, de 38 metros de ancho, era un obstáculo infranqueable. Por arriba, los animales corrían el peligro de ser atropellados; por debajo, ningun borrego se atrevería a pasar, ya que, aunque se construyese un túnel, su oscuridad les asustaba.

Los ingenieros de Obras Públicas creyeron tener la solución: un sistema de iluminación del túnel que se alimentaría con placas solares. Colocaron además interruptores en la galería para que el pastor apagase las luces una vez que el rebaño pasase.

Pero eso era sólo teoría. La realidad era bien distinta. Bruno Lebrero, propietario del rebaño, lo cuenta así: "El primer día acercamos las ovejas y encendimos la luz. Pero los animales dijeron que nones: que no pasaban. Metimos un poco de pienso en mitad de la galería para animarles. Si entraba una oveja, las demás la seguirían. Pero, lo único que conseguimos es que se comiesen el pienso y retrocediesen".

Al día siguiente, introdujeron unos corderos recién paridos. Su madre, estaba claro, iría a recogerlos. Y así fue. Pero, la oveja les ordenó salir por la misma boca por donde había entrado.

La familia Hebrero decidió entonces que, si por las buenas era imposible, sería por las malas. Al tercer día, quince pastores empujaron a los corderos hacia el túnel. A la fuerza, entrarían, quisieran o no. Pero no quisieron. Los animales, a pesar de las amenazas, dijeron que allí se quedaban. Los ganaderos se rindieron: era imposible que 1.000 borregos entrasen en un túnel de 38 metros por mucha luz que tuviera. Pero entonces un cordero, tras 20 días de intentos fallidos, se apiadó de ellos y metió la cabeza en el túnel. Luego, el cuerpo. Y se fue adentrando poco a poco. Los pastores se miraron y callaron. Luego, le siguió otro. Y otro, y otro... Hasta que empezaron a salir todos por el otro lado. Y nadie sabe por qué. "Será porque son borregos", dicen.

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