Un día en la feria de armas de West Palm Beach

Los estadounidenses hacen acopio de rifles por si la matanza de Denver provoca restricciones a su venta

Tal y como prometían los anuncios de la Feria de Armas de West Palm Beach (la más grande de Florida y una de las mayores de EE UU), éste ha sido un fin de semana de grandes ofertas. Y los compradores han acudido en masa a abastecerse de pistolas y balas por temor a que, tras la matanza de estudiantes de Denver , el Gobierno acabe imponiendo restricciones legales a la venta y uso de armas."Ahora está el negocio mejor que nunca. Mire, mire a su alrededor, hombres, mujeres, niños, y mañana vendrán más, porque es el Día de las Madres. La gente sencillamente no va permitir que los políticos y la pr...

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Tal y como prometían los anuncios de la Feria de Armas de West Palm Beach (la más grande de Florida y una de las mayores de EE UU), éste ha sido un fin de semana de grandes ofertas. Y los compradores han acudido en masa a abastecerse de pistolas y balas por temor a que, tras la matanza de estudiantes de Denver , el Gobierno acabe imponiendo restricciones legales a la venta y uso de armas."Ahora está el negocio mejor que nunca. Mire, mire a su alrededor, hombres, mujeres, niños, y mañana vendrán más, porque es el Día de las Madres. La gente sencillamente no va permitir que los políticos y la prensa le quiten su derecho a tener armas", decía el sábado Bill Page, que organiza la feria desde hace doce años y también es propietario de una de las mayores armerías de la ciudad de Melbourne, al norte de Florida.

Había mujeres y niños, pero no representaban más de una cuarta parte de los 8.000 visitantes que desfilaron entre el sábado y el domingo por los 600 mostradores repletos de armas. Eran menores como Kyle Zinneman, de 11 años, que iba acompañado de su padre y quería "ver y tocar" su arma favorita, un rifle Sniper (de emboscada). Pero abundaba más el público típico de los Gun Shows (ferias de armas) norteamericanos: hombres blancos que desdeñan el control del Gobierno y admiran la supremacía de la raza, que miran con buenos ojos a las milicias y con malos a quienes abogan por limitar o abolir las armas.

Con sólo mostrar el carnet de conducir o el de "portar armas escondidas" compraban pistolas, fusiles, rifles de asalto semiautomáticos o metralletas. Sin límite en la cantidad y entre una gran variedad de marcas y precios donde elegir. Según Page, la mercancía exhibida estaba valorada en más de 2.500 millones de pesetas.

Entre las rebajas de Weapons Unlimited Inc., el mayor vendedor, había revólveres Smith & Wesson calibre 38 último modelo por sólo 75.000 pesetas. Uno de los mostradores con armas más letales, Gun Smoke Enterprises, desplegaba en primera fila un rifle de asalto semiautomático AR-15 por 125.000 pesetas (incorporándole otras piezas que estaban a la venta por separado, por unos miles más, se puede convertir en una potente ametralladora militar). Eso sí, Edward, el hijo del dueño, advertía que el ensamblaje de piezas extra es ilegal, a menos que sea con el propósito de reparar el rifle. "Yo las vendo, pero la responsabilidad es del cliente".

Charlie Allen, de University Gun & Pawn of Tampa explicaba a uno de los clientes que podía llevarse todas las pistolas semiatomáticas H&K de 9 milímetros que quisiera, por poco más de 300.000 pesetas la pieza, pero tendría que esperar tres días para recogerlas. Ese es el periodo que la ley de algunos estados establece para verificar si el comprador de pistolas o revólveres tiene historial de delincuencia grave. Si sólo ha cometido pequeñas fechorías se las pueden despachar sin problema; y si lo que compra son rifles o fusiles no tiene que pasar chequeo policial y se las puede llevar en el acto.

Hay gente con verdaderos arsenales que se escapa al control de la policía, porque la Ley de Protección a los Propietarios de Armas prohíbe supervisar las ventas. Tampoco existe un registro nacional de armas, aunque el Gobierno federal calcula que hay unos 250 millones. Y el cuarto de millón de vendedores autorizados no tienen obligación de informar al Gobierno, explica con frustración Dale Armstrong, director del distrito de Palm Beach del Departamento Federal de Armas, Tabaco y Alcohol (ATF). De hecho, en la feria que concluyó ayer no había ni un solo policía de uniforme, sólo cinco encubiertos cuya única misión era vigilar las ventas privadas, que al no dejar ninguna huella se prestan más a acabar en manos de delincuentes y suelen provenir de robos.

Se las conoce como "ventas de cocina" o "rebajas del sábado por la noche". ATF cree que en ese mercado circulan al menos medio millón de armas ilegales. Las más de 5.000 ferias de armas que se celebran al año en EEUU son un imán para el tráfico ilegal y también para criminales, nazis, pandilleros, supremacistas y terroristas, según un extenso estudio del Centro Nacional de Políticas contra la Violencia (VPC), una de las organizaciones líder en pro del control de las armas. Rory Leinen, que colecciona armas de todos tipos y lleva treinta años asistiendo a las ferias, cree que la policía e instituciones como el VPC lo único que pretenden es desarmar a los ciudadanos decentes para dejar el terreno libre a los delincuentes y aumentar con ello la industria del crimen, que da de comer a la policía. "Si todo el mundo llevara un arma mientras espera en la cola de un banco ningún ladrón de atrevería a ir. Una sociedad armada es una sociedad educada", opina Leinen.

Como la mayoría de los asistentes a las ferias de armas, Leinen pertenece a la Asociación Nacional del Rifle (NRA), el principal grupo de presión que por décadas ha logrado que no se limitara el uso de las armas de fuego.

Un año después del ataque terrorista que un asiduo a las ferias de armas, Timothy MacVeigh, realizó en 1997 contra el edificio federal de Oklahoma, en el que perecieron más de 150 personas, uno de los directores políticos de la NRA dijo al periódico USA Today: "Entendemos lo terrible que fue el atentado, pero no por eso vamos a cancelar la producción de armas, estamos hablando de una industria millonaria".

La cifra precisa es de medio billón de pesetas, generados por la producción de cerca de cuatro millones de armas nuevas y ventas de entre ocho y nueve millones de armas cada año. Aunque las cifras son altas, han ido sufriendo un paulatino descenso en los últimos años. Hay demasiado en juego y la captación de sangre nueva de cara al futuro es vital para la supervivencia de la industria.

Las ferias de armas son una gran fuente de ingresos, pero también sirven como centros de reclutamiento de nuevas generaciones. En todas hay mostradores del NRA y la Fundación Nacional de Tiro (NSSF) ofreciendo programas y seminarios de "educación infantil y juvenil sobre las armas", para centros escolares y asociaciones de padres de familia. Además editan panfletos para ilusionar con los rifles de caza a niños de 13 años, que es la edad legal para cazar. Un miembro del NSSF dice: "La edad no es un problema, hay niños que están listos para empezar a disparar a los 10 años y otros a los 14".

Otras vías de divulgación son las revistas. Recientemente, la NRA lanzó una campaña en busca de "soldados" jóvenes en la portada de la revista American Rifleman en la que aparecía Charlton Heston con el titular: "¿Han perdido nuestros niños su derecho a las armas?" La respuesta de los grupos críticos fue que lo que están perdiendo es el derecho a la vida: cada día un promedio de 15 menores mueren a disparos.

Las más de 35.000 muertes anuales, incluidos los últimos tiroteos escolares, han creado una corriente pública de opinión que ha puesto a los fabricantes de armas en la mirilla de la justicia. Los aficionados, como los que asistieron el fin de semana a la feria, se sienten acorralados por la sociedad y parecen haber optado por hacer acopio de sus municiones ante los cambios que puedan venir.

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