Editorial:

Primavera en el FMI

CON MENSAJES tranquilizadores sobre la crisis financiera global, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial han iniciado sus reuniones de primavera, de las que deberían emerger señales de avance en la reforma del sistema financiero internacional. Para ello sería necesario que, en la reunión del Grupo de los Siete (G-7) que se inicia hoy, la relativa complacencia sobre el aparente final de la crisis no impidiera abordar el diseño de una nueva arquitectura financiera internacional, ya tratada en octubre.Aunque se mantiene la recesión en Latinoamérica, el diagnóstico favorable se a...

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CON MENSAJES tranquilizadores sobre la crisis financiera global, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial han iniciado sus reuniones de primavera, de las que deberían emerger señales de avance en la reforma del sistema financiero internacional. Para ello sería necesario que, en la reunión del Grupo de los Siete (G-7) que se inicia hoy, la relativa complacencia sobre el aparente final de la crisis no impidiera abordar el diseño de una nueva arquitectura financiera internacional, ya tratada en octubre.Aunque se mantiene la recesión en Latinoamérica, el diagnóstico favorable se apoya en la gradual restauración de la confianza de los mercados financieros respecto a la mayoría de las economías emergentes más castigadas por la última crisis financiera. A ello han contribuido los esfuerzos de reforma en esas economías y la relajación de las políticas monetarias en los principales países industrializados. Que a la contracción suceda una rápida recuperación dependerá de la capacidad de los grandes para mantener tasas de crecimiento de la demanda superiores a las actuales.

El FMI insiste en la necesidad de que la Unión Europea asuma el relevo de EEUU en el impulso al crecimiento de la economía mundial. La sostenibilidad del desequilibrio entre ahorro e inversión en el sector privado de esta última economía se presenta como la principal incógnita sobre la capacidad para un aterrizaje suave. Por su parte, el crecimiento europeo depende, según el FMI, de su capacidad para reformar sus mercados de trabajo. El descenso de los tipos de interés en el área euro no sería suficiente para garantizar una recuperación con efectos contundentes sobre el desempleo, su principal desequilibrio.

La extensión de la bonanza a otras economías es dudosa. El descenso en los precios de las materias primas vuelve a comprometer el crecimiento de los países más pobres, y la ayuda externa sigue siendo mínima: el 0,25% del PIB de los países desarrollados, lo que obliga a tomar decisiones tendentes a reducir la deuda externa que sigue lastrando el crecimiento de esas economías.

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