Tribuna:

Cántico

DE PASADAA media mañana de ayer en Córdoba llovía como hace tiempo que no se recuerda. Pese a ello, la calleja de la Hoguera, en pleno corazón de la judería, estaba llena de gente. Se cumplía el primer aniversario de la muerte del pintor Miguel del Moral, y el Ayuntamiento, a propuesta de la Real Academia de Córdoba y con el voto unánime del consistorio, rotulaba un rincón de tan peculiar calleja con su nombre. No sobraba nadie. Allí estaba representada su familia, el grupo Cántico, las instituciones y, sobre todo, los vecinos de su ciudad. Lleno hasta la bandera. Y la lluvia cayendo sin parar...

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DE PASADAA media mañana de ayer en Córdoba llovía como hace tiempo que no se recuerda. Pese a ello, la calleja de la Hoguera, en pleno corazón de la judería, estaba llena de gente. Se cumplía el primer aniversario de la muerte del pintor Miguel del Moral, y el Ayuntamiento, a propuesta de la Real Academia de Córdoba y con el voto unánime del consistorio, rotulaba un rincón de tan peculiar calleja con su nombre. No sobraba nadie. Allí estaba representada su familia, el grupo Cántico, las instituciones y, sobre todo, los vecinos de su ciudad. Lleno hasta la bandera. Y la lluvia cayendo sin parar. Plaza pintor Miguel del Moral Gómez, se lee desde ayer en uno de los ensanches de la mágica calle de la Hoguera. El lugar elegido, el idóneo: El sitio donde el pintor tuvo su estudio, en medio de la judería, en un recoveco solitario, con un silencio intermitente, roto por la oleada de turistas que vienen y van en pandilla siguiendo una voz que les guía. La casa vecina, la que en su día ocupó el Inca Garcilaso. La de más abajo, la de Juan de Mena. Inmejorable. Junto a las letras que forman su nombre, una reproducción en azulejos, obra del pintor, presenta a un Cristo coronado de espinas. En el capítulo de intervenciones una sobresalió sobre el resto. La de su amigo, su compañero, el poeta Pablo García Baena, venido desde Málaga, en donde dirige por méritos propios el Centro Andaluz de las Letras. Emocionado reconoció que pocas veces se había atrevido a entrar en esa calle desde que Miguel nos abandonara, pero ayer él no podía faltar. Como tampoco faltó Ginés Liebana, otro de sus compañeros en la ya mítica aventura que fue Cántico. Injusticias de la vida. Han tenido que pasar más de 50 años para que a cada uno lo pongan en su sitio. El resto del grupo, no pudo estar presente. Ricardo Molina y Juan Bernier marcharon hace tiempo; la distancia y la enfermedad imposibilitaron la presencia de Julio Aumente y Mario López. Da lo mismo, allí estaba Cántico entero. El director de la Academia, Ángel Aroca, enumeró algunos de los méritos del pintor. Así lo hicieron también el cronista de la ciudad, Miguel Salcedo; el alcalde, Rafael Merino; y la consejera de Cultura, Carmen Calvo. Pusieron su grano de arena, aunque sus discursos después de oír a García Baena quedaban pequeños. Natural. Ellos son los maestros, los demás meros aprendices. Gracias.

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