Delito de alta y baja sociedad
Mario Conde estaba frente a la pantalla de cine, en butaca de primera fila. El muerto, suele decirse, se ríe del degollado. En este caso, Conde se alegraba de que a su viejo y antiguo amigo le fuera mal. Pero el ex banquero quizá olvide que fue la subdirección de auditoría de Banesto la que le advirtió en enero de 1992 sobre las irregularidades en los locales. Y que también él era invitado de honor del anfitrión Fernando Garro en su villa de San José de Cubells, adonde solía llegar en yate. Por tanto, Conde conocía dos cosas: operaciones que en el propio banco despertaron sospechas y el ritmo...
Mario Conde estaba frente a la pantalla de cine, en butaca de primera fila. El muerto, suele decirse, se ríe del degollado. En este caso, Conde se alegraba de que a su viejo y antiguo amigo le fuera mal. Pero el ex banquero quizá olvide que fue la subdirección de auditoría de Banesto la que le advirtió en enero de 1992 sobre las irregularidades en los locales. Y que también él era invitado de honor del anfitrión Fernando Garro en su villa de San José de Cubells, adonde solía llegar en yate. Por tanto, Conde conocía dos cosas: operaciones que en el propio banco despertaron sospechas y el ritmo de vida de Garro. Ahora Conde trata a su antiguo amigo como un delincuente común, un hombre sin clase.
Si no se pudieron investigar los hechos que ahora están sometidos a juicio es porque, como mínimo, Mario Conde le dijo a Belloso, en 1992: "Tranquilo. He hablado con Garro. No hay nada".