Bernardo Atxaga: "Escribir "best sellers" debe ser lo más parecido a salir a trabajar"

Al escritor vasco Bernardo Atxaga, seudónimo de Joseba Irazu (Asteasu, 1951), últimamente le fallan las ganas: "Después de 25 años de carretera, como dicen los cantantes, las ganas de escribir son cada vez más difíciles de encontrar". Matiza, sin embargo, que su crisis "no es con la escritura, sino con el oficio". ¿Por qué? "Hace poco, un amigo me decía que para ser escritor hace falta más fuerza física que imaginación". Son, a su modo de ver, demasiadas entrevistas, conferencias y presentaciones ante la prensa, como la que ayer le trajo a Barcelona para hablar de la colección Biblioteca Berna...

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Al escritor vasco Bernardo Atxaga, seudónimo de Joseba Irazu (Asteasu, 1951), últimamente le fallan las ganas: "Después de 25 años de carretera, como dicen los cantantes, las ganas de escribir son cada vez más difíciles de encontrar". Matiza, sin embargo, que su crisis "no es con la escritura, sino con el oficio". ¿Por qué? "Hace poco, un amigo me decía que para ser escritor hace falta más fuerza física que imaginación". Son, a su modo de ver, demasiadas entrevistas, conferencias y presentaciones ante la prensa, como la que ayer le trajo a Barcelona para hablar de la colección Biblioteca Bernardo Atxaga, con la que la editorial La Magrana quiere recuperar, traducidos al catalán, todos los títulos para adultos del escritor. Los tres primeros han sido Un traductor a París i altres relats, Aquells cels y Obabakoak. El primero de ellos no ha sido publicado aún en ningún otro idioma. Ni en euskera. Los relatos, eso sí, han aparecido en distintas formas y medios. De su libro más vendido y más emblemático, Obabakoak, traducido a 23 idiomas, le separan ya 10 años y una concepción distinta de lo que espera de sus relatos: "Si me hubiera quedado en el mundo de Obaba, no estaría tan contento", asegura. De "cómodos" califica los cuentos al estilo de Obaba: "Si me pidieran uno, lo escribiría en una tarde". A juicio del escritor "escribir best sellers debe ser lo más parecido a salir a trabajar". Atxaga, que concibe su cabeza y su imaginación "como si fuera una mina de la que ahora sale una veta siniestra", está buscando nuevas formas de expresión, como ya demostró en Lista de locos y otros alfabetos, de 1998, y en las historias de Traductor a París i altres relats. Experimentar con la escritura, afirma, es lo único que le da "ciertas ganas de seguir". Del oficio, no obstante, se plantea hasta qué punto tiene el escritor que estar en la sociedad y en los medios de comunicación: "Antes era inocuo", dice, "pero ahora es fundamental". Y continúa: "Percibo una atmósfera de cambio en el ambiente. Veo que desaparece un tipo de autores, como Leopoldo María Panero, que antes se podían situar en una especie de Salón de los Independientes. Ha cambiado, también, la forma de dar publicidad a la literatura. Y la de los premios literarios, que son un bluff". La conclusión a todo esto puede inquietar a la legión de lectores de Atxaga: "He dicho ya que quizás escriba un libro más y me retire". Un final que al escritor no le parece nada dramático: "No tiene por qué ser triste, es sólo una reacción ante este cambio".

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