El Senado ruso rechaza la dimisión del fiscal ordenada por Yeltsin

Borís Yeltsin ya no es el que era. Hace apenas un año podía contar con el Consejo de la Federación (formado por los líderes regionales) como contrapeso a una Duma (Cámara baja) dominada por los comunistas y sus aliados. El presidente ruso, sin embargo, tuvo que afrontar ayer, desde su cama del Hospital Central Clínico de Moscú, la evidencia de que ya no puede dar por seguro el apoyo del Senado que, por abrumadora mayoría, rechazó su petición de aceptar la extraña y polémica dimisión del fiscal general, Yuri Skuratov.Casi sin tomarse tiempo para asimilar la derrota, Yeltsin se reunió con el pri...

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Borís Yeltsin ya no es el que era. Hace apenas un año podía contar con el Consejo de la Federación (formado por los líderes regionales) como contrapeso a una Duma (Cámara baja) dominada por los comunistas y sus aliados. El presidente ruso, sin embargo, tuvo que afrontar ayer, desde su cama del Hospital Central Clínico de Moscú, la evidencia de que ya no puede dar por seguro el apoyo del Senado que, por abrumadora mayoría, rechazó su petición de aceptar la extraña y polémica dimisión del fiscal general, Yuri Skuratov.Casi sin tomarse tiempo para asimilar la derrota, Yeltsin se reunió con el primer ministro, Yevgueni Primakov, y pidió a la Cámara que reconsiderase su postura. Sus alusiones a que sólo "gente sin tacha" puede dirigir la lucha contra el crimen y la corrupción y a que, tanto él como su jefe de Gobierno, coinciden en que "la falta de escrúpulos y el politiqueo" deben estar ausentes de la fiscalía general, echó leña al fuego de las numerosas incógnitas que rodean la dimisión forzada de Skuratov.

Skuratov renunció el 2 de febrero. Ese mismo día, y en los inmediatamente anteriores, su departamento denunció operaciones ilegales del Banco Central, aseguró que el soborno de funcionarios públicos se ha generalizado y afecta a la seguridad del Estado y ordenó registros en empresas del magnate Borís Berezovski, en busca de pruebas de un presunto espionaje telefónico a Yeltsin y su familia con fines de chantaje.

Ayer, en su comparecencia ante el Consejo de la Federación, Skuratov se presentó como la víctima de una conspiración orquestada, fundamentalmente, por Berezovski. Aunque no citó a éste por su nombre, se refirió a "oligarcas conocidos que tienen que ver con investigaciones criminales de corrupción en las altas esferas".

Venganza de oligarcas

Según Skuratov, la lista de quienes querían eliminarlo porque les pisaba los talones era muy amplia y con influencia en el Kremlin, como demuestra que tuvo la impresión de que Yeltsin ya no confiaba en él. Por eso dimitió. Pero ayer se volvió atrás. "No dejaré mi puesto", dijo a los senadores, "si cuento con su confianza". Y ésta se la dieron con tal rotundidad que quedarían en evidencia si rectificasen: 142 votos contra 6. "La elección", afirmó el fiscal, "se plantea entre atenerse a la ley o a lo que el secretario ejecutivo de la Comunidad de Estados Independientes describe como "comprender lo que es realmente la vida". Se trataba de una referencia directa a Berezovski, quien fue destituido el 4 de marzo, tras un choque frontal con Primakov.

El caso Skuratov no está, sin embargo, cerrado. Estos días se publican informaciones que ligan la dimisión del fiscal a su petición a la fiscalía suiza de investigar supuestos sobornos a altos funcionarios por parte de una firma helvética que ganó contratos relacionados con la renovación de los edificios del Gobierno, la Duma y el propio Kremlin. El diario Noviye Izvestia alimentaba el pasado sábado esta especulación al insinuar que quien propició la caída del fiscal fue Pavel Borodín, uno de los hombres más poderosos de Rusia, administrador de los bienes del Kremlin. Y no hablo de una minucia, sino de billones de pesetas.

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