Reportaje:

Al 'cole' con la colada

En el poblado chabolista de Los Yelmos, en Boadilla del Monte (17.814 habitantes), los niños asumían algunas de las tareas que, en Marruecos, desarrollan sus madres. En Los Yelmos no hay mujeres porque los maridos aún no tienen dinero suficiente para traer a sus esposas a Madrid. Hasta ahora, los zagales se encargaban de lavar la ropa a mano, no sólo la suya sino también la de su padre y la de sus hermanos en el caso de que los tuvieran. Invierno o verano, dejaban el camastro de sus chabolas, caminaban por el pelado suelo del poblado hasta un pozo de aguas subterráneas, llenaban un par de cubo...

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En el poblado chabolista de Los Yelmos, en Boadilla del Monte (17.814 habitantes), los niños asumían algunas de las tareas que, en Marruecos, desarrollan sus madres. En Los Yelmos no hay mujeres porque los maridos aún no tienen dinero suficiente para traer a sus esposas a Madrid. Hasta ahora, los zagales se encargaban de lavar la ropa a mano, no sólo la suya sino también la de su padre y la de sus hermanos en el caso de que los tuvieran. Invierno o verano, dejaban el camastro de sus chabolas, caminaban por el pelado suelo del poblado hasta un pozo de aguas subterráneas, llenaban un par de cubos y luego calentaban el agua en una hoguera que azuzaban con chorros de gasolina que les traían sus padres. Con el agua templada y espolvoreada con jabón frotaban la ropa repetidamente hasta dejarla lo más limpia posible.Esa imagen ya forma parte del pasado, eso sí, de un pasado demasiado reciente como para que los 10 zagales chabolistas escolarizados en el instituto público Máximo Trueba de Boadilla lo olviden fácilmente. Y es que desde hace algo más de un mes el centro educativo les ofrece una lavadora y una secadora en las que los niños chabolistas se hacen la colada. Desde entonces acuden al centro con la cartera de los libros y una bolsa en la que llevan su ropa sucia.

"En clase algunos me decían "¡qué mal hueles!", se lamenta, con cara triste, Abdelmajid, de 14 años, que vive en una chabola. "Ahora hacemos una colada a la semana y llevamos la ropa limpia a clase", explica sonriente. Los 10 chabolistas del instituto se reparten el uso de los electrodomésticos por turnos: dos usuarios por día.

Los alumnos meten la ropa en la lavadora hacia las 9.25 horas, cinco minutos antes de que suene el timbre para entrar en clase. En los cinco minutos de breve recreo entre clase y clase comprueban si la lavadora ha terminado. De ser así, sacan la ropa y la meten en la secadora. Vuelven a clase y, al salir, miran si la secadora ha cumplido con su cometido. Al final de la jornada regresan a sus chabolas con ropa limpia para una semana. Los electrodomésticos, que han costado 170.000 pesetas, son cortesía del Ayuntamiento de Boadilla, gobernado por el PP. "Para cubrir las necesidades de estos alumnos hay que bajar a lo más básico", explica Mercedes Bermejo, la educadora social del instituto. "No basta con enseñarles los hábitos básicos de higiene y salud, hay que facilitarles los medios con los que ponerlos en práctica", destaca Bermejo. "Esto forma parte de un programa de Educación Compensatoria cuyo fin básico es el de lograr la plena integración de los inmigrantes", explica el director del centro, José María González.

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