Tribuna:

Asignatura pendiente

Supongo a los lectores suficientemente informados del viaje al centro del PP y doy asimismo por supuesto que han leído y oído en las últimas semanas innumerables comentarios acerca de la tendencia de todos los partidos que pretenden ganar unas elecciones a ocupar el centro.No creo, en consecuencia, que sea oportuno volver a insistir sobre este asunto. Sí me lo parece, sin embargo, insistir en el día de hoy, decimonoveno aniversario del referéndum del 28-F, en dos cosas: en primer lugar, en que fue en Andalucía donde la derecha española empezó a perder la batalla por ocupar el centro; y en seg...

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Supongo a los lectores suficientemente informados del viaje al centro del PP y doy asimismo por supuesto que han leído y oído en las últimas semanas innumerables comentarios acerca de la tendencia de todos los partidos que pretenden ganar unas elecciones a ocupar el centro.No creo, en consecuencia, que sea oportuno volver a insistir sobre este asunto. Sí me lo parece, sin embargo, insistir en el día de hoy, decimonoveno aniversario del referéndum del 28-F, en dos cosas: en primer lugar, en que fue en Andalucía donde la derecha española empezó a perder la batalla por ocupar el centro; y en segundo, en que es en Andalucía donde la derecha no ha conseguido todavía recuperarse de aquella derrota. Cuando se observa el comportamiento electoral de los ciudadanos andaluces en todas las elecciones celebradas antes del referéndum del 28-F, tanto en las constituyentes de 1977 como en las generales de abril de 1979 o las municipales de mayo del mismo año, se comprueba que cuando la derecha española compitió desdoblada en un partido de centro, UCD, y otro de derecha, AP, la distancia que la separó de la izquierda, desdoblada en dos partidos, PSOE y PCE, no fue muy amplia. En dichas elecciones, el PSOE fue el primer partido en la región,pero la UCD obtenía casi el mismo número de escaños. El comportamiento electoral de los andaluces no se diferenciaba notablemente del de los demás ciudadanos españoles. El escoramiento hacia la izquierda de Andalucía no era consecuencia de una clara supremacía del PSOE sobre la UCD, sino de la clara supremacía del PCE sobre AP así como también del empuje del PA en 1979. Pero la derecha española, con un partido centrista, competía bien en Andalucía, no pudiendo en modo alguno descartarse que pudiera convertirse en el primer partido en la región. Este panorama es el que cambiaría radicalmente a partir del referéndum del 28-F. Y de una manera que todavía no ha sido corregida. Si en el resto de España la derecha española empezaría a ganar la batalla por el centro político en los años noventa, en Andalucía no lo conseguiría. Y parece que, a tenor de lo que indican los sondeos más recientes, como el dado a conocer ayer en EL PAÍS, no parece que vaya a conseguirlo a corto plazo. ¿Por qué? ¿Qué es lo que hace que Andalucía se le esté resistiendo al PP en su viaje al centro? ¿Por qué parece Andalucía estar vacunada frente al avance de la derecha española hacia el centro tan visible en el resto del Estado, incluso en las otras dos comunidades autónomas gobernadas por el PSOE? Hasta el momento no he encontrado ninguna respuesta satisfactoria a estos interrogantes. La única que la derecha fue capaz de poner en circulación fue la del voto cautivo. Más que una respuesta era la confesión de la incapacidad para encontrar una. Aunque tangencialmente es una respuesta que ha resonado esta misma semana en la respuesta del presidente del Gobierno a la pregunta parlamentaria sobre el aumento de las pensiones no contributivas acordadas por la Junta de Andalucía, parece que ya ha sido abandonada. Esperemos que lo sea definitivamente y sin reservas. En mi opinión, el problema que tiene la derecha española en Andalucía está conectado con la nueva estructura del Estado posibilitada por la Constitución de 1978. La derecha española compitió bien en Andalucía en 1977 y 1979, porque todavía no se había iniciado el proceso de reestructuración del Estado unitario y centralista. No ha sabido competir en Andalucía desde que se inició ese proceso. Y sigue sin saberlo hacer. La derecha no supo qué hacer con Andalucía en el momento de la inicial puesta en marcha del Estado de las Autonomías. Y sigue sin saber qué hacer con ella. Andalucía no es una comunidad autónoma como las demás. Una vez que se renuncia a una estructura unitaria y centralista del Estado, y sobre esto no existía la más mínima duda en el momento en que se inicia la transición, el problema para la definición de la estructura del Estado no eran el País Vasco y Cataluña. El País Vasco y Cataluña sólo son un problema si se planteara la ruptura de la unidad del Estado y en dichas comunidades se optara por la independencia o por fórmulas como la confederación. Pero mientras la estructura del Estado español sea la de un Estado único pero políticamente descentralizado, el problema para acabar definiendo la estructura del Estado es qué se hace con Andalucía. Que el País Vasco, Cataluña y Galicia tienen que tener en dicha estructura del Estado una autonomía de naturaleza política, ni se discute. Pero ¿qué ocurre con las demás? ¿Se las diferencia o se las asimila? Aquí es donde entraba en juego Andalucía. ¿Era posible dar a Andalucía una posición en la estructura del Estado sustancialmente diferente a la que se le daba a las llamadas nacionalidades históricas? ¿Podía ser viable una estructura del Estado en la que Andalucía quedara en esa posición? Entender que era así fue el terrible error de la derecha española. Tras la negociación de los estatutos de autonomía para País Vasco, Cataluña y Galicia, el centro-derecha español entendió que Andalucía podía quedar relativamente al margen del proceso de reestructuración del Estado. Para la derecha española, Andalucía no tenía nada que decir en dicho proceso. Ante el problema de naturaleza constituyente más importante que ha tenido y sigue teniendo la sociedad española, la derecha española pretendió dejar a Andalucía fuera de juego, como si no tuviera nada que decir. Aquel error todavía no ha sido corregido. Desde 1980 la derecha española en todas sus manifestaciones, UCD, AP, PP, no ha sido capaz de definir con claridad qué lugar pretende que ocupe Andalucía en el Estado español. Lo más llamativo de la derecha española en Andalucía es su carencia de política regional. El PP ha sido capaz de tener una política municipal y, en menor medida, ha sido capaz de proyectar en Andalucía su política nacional. Pero no ha tenido una política autonómica. La sensación que la derecha española ha transmitido es que no considera el sistema político andaluz como un sistema propio. Compite en el interior del mismo porque no tiene más remedio. Pero si pudiera, prescindiría del nivel autonómico, en el que se siente extraordinariamente incómodo. Ni siquiera en las elecciones autonómicas del 94 y del 96, que tuvieron lugar en condiciones terribles para el PSOE, el PP consiguió convencer a los andaluces de que tenía un proyecto para Andalucía. De cara a las próximas elecciones autonómicas, la situación no sólo no parece ser mejor, sino todo lo contrario. Aunque en el PP hay figuras políticas conocidas ampliamente y con una valoración razonablemente positiva, no hay ninguna de ellas que sea portadora de un programa para Andalucía. Y en este sentido la entrevista que ha publicado esta misma semana EL PAÍS a la nueva presidenta del PP en Andalucía, la alcaldesa de Cádiz, Teófila Martínez, no podía ser más significativa. En el momento en que acababa se ser elegida presidenta regional y haciéndosele la entrevista por ese motivo, la dirigente popular no hacía la más mínima referencia a una política regional, sino que se centraba única y exclusivamente en su condición de alcaldesa. La derecha española intentó que no se constituyera un sistema político andaluz como subsistema del sistema político español en el momento de la inicial definición de la estructura del Estado. Todavía no ha sabido corregir aquel error inicial. Y hasta que no lo haga, se va a encontrar con dificultades prácticamente insuperables para que los ciudadanos andaluces puedan confiarle la dirección de la comunidad. La propia evolución de la cuestión autonómica en España, con la deriva nacionalista a la que estamos asistiendo, no es probable que favorezca la formulación de una política regional andaluza por parte del PP. La necesidad de pactar bilateralmente con los nacionalistas catalanes y vascos, con la finalidad de poder mantenerse como Gobierno de la nación, le va a conducir inexorablemente a no tener una política propia para Andalucía. En las próximas elecciones vamos a tener ocasión de comprobarlo.JAVIER PÉREZ ROYO

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