Sacar circuitos impresos en vez de patatas

"Hacemos circuitos impresos desde 1962. Mi socio era el encargado de esa sección y yo de la oficina técnica en Televisiones Werner", recuerda Anselmo Mujika, fundador y gerente de Zubelzu. Todo empezó en la cuadra del caserio que vio nacer a Mujika, donde en horas libres se dedicaban a fabricar circuitos profesionales, un producto que no se fabricaba en la empresa en la que trabajaban. Un accidente de autobús a primera hora de la mañana pudo haber terminado con el negocio. Sin embargo, Mujika y Venancio Oca, su socio y amigo de la infancia, decidieron que el autobús podía haberse cargado el ca...

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"Hacemos circuitos impresos desde 1962. Mi socio era el encargado de esa sección y yo de la oficina técnica en Televisiones Werner", recuerda Anselmo Mujika, fundador y gerente de Zubelzu. Todo empezó en la cuadra del caserio que vio nacer a Mujika, donde en horas libres se dedicaban a fabricar circuitos profesionales, un producto que no se fabricaba en la empresa en la que trabajaban. Un accidente de autobús a primera hora de la mañana pudo haber terminado con el negocio. Sin embargo, Mujika y Venancio Oca, su socio y amigo de la infancia, decidieron que el autobús podía haberse cargado el caserío, pero que no iba a terminar con sus ilusiones. Así las cosas, y tras cambiar de local en más de tres ocasiones, decidieron crear una comunidad de bienes que a comienzos de 1984 se transformó en Zubelzu. "Todo el mundo ponía a las empresas el nombre de lugares más o menos conocidos. Nosotros decidimos darle el nombre del monte que hay enfrente del caserío, donde habíamos jugado toda nuestra infancia", señala Mujika. En 1987, y tras haber pleiteado mucho con la compañía de seguros del autobús, se dispusieron a hacer la fábrica nueva en los terrenos del caserío. "Lo primero era comprar el terreno, ya que, aunque era el caserío de la familia, estaba alquilado a los herederos de Ramón Mujika que, aunque se apellidaban igual, no eran familia", cuenta el gerente de Zubeltzu. Y recuerda con humor las muchas veces que ha arrancado patatas de donde hoy saca circuitos impresos. La necesidad de crecer era tal que entre abril y septiembre de aquel año se terminó la obra. El crecimiento desde entonces ha sido imparable. Antes de inaugurar la nueva planta contaban con 22 empleados. Hoy ya son 65.

Más barato

La industria de la automoción presiona. Todos sus proveedores saben que año tras año tienen que hacer frente a la demanda de rebajar los precios. Si no se cumple se pierde el cliente. Zubelzu no vive ajeno a esta presión y ha visto cómo sus precios, pese a las mejoras tecnológicas del producto, bajan y bajan. "Estamos trabajando un 40% o 50% más barato que hace 10 años y hay que seguir bajando. Ésto nos supone estar en permanente periodo de inversión", asegura el gerente de Zubelzu, Anselmo Mujika. La empresa irunesa dedica todos los años una parte de sus resultados a inversiones. En 1995 la cifra alcanzó los 150 millones de pesetas y este año las previsiones dicen que por lo menos tendrán que dedicar otros 40 millones a mejorar el producto y el sistema de producción; en definitiva, a ser más competitivos. A este afán por mejorar el circuito impreso está dedicada la oficina técnica, donde se realizan las labores de ingeniería. En ella trabajan 10 técnicos de Formación Profesional dirigidos por dos ingenieros. En la planta, llevando el control de producción, se encuentra otro ingeniero, que se ocupa de la calidad. La plantilla está compuesta por 65 personas y en su inmensa mayoría son titulados de FP II.

Tecnología de bata blanca

"Todo aparato electrónico precisa un circuito. Lo mismo puede valer para un fresadora automática, los mandos de un avión o una muñeca que llora. El circuito es un sistema de interconexión de todos los elementos electrónicos. Sobre el circuito se colocan chips, interruptores, memorias..." Anselmo Mujika, gerente de Zubelzu, se esfuerza por explicar para qué sirve un circuito impreso; una plancha de grosor variable en la que se pueden ver dibujadas pequeñas pistas y que sustituye, en términos un poco simples, a todos los cables que unen cada uno de los elementos que lleva una pequeña instalación eléctrica. Un teléfono móvil funciona gracias a un circuito minúsculo; si no existiera éste, se necesitaría una carretilla para transportar el aparato. Y su tamaño cada vez es más reducido: una mínima plancha en la que a simple vista solo se ven una pistas dibujadas puede tener hasta 20 capas de complejos circuitos, conectados entre sí por pequeños orificios. Zubelzu, una empresa fundada por dos iruneses y ubicada en esta población, junto a la bien conocida Porcelanas Bidasoa, se ocupa con esmero y suerte en hacer este producto cada vez más pequeño, más complejo y más barato. Desde la aparición de los circuitos en 1962, las cosas han cambiado mucho, y en Zubelzu lo saben bien. Los primeros se hacían por una sola cara, luego llegaron los de dos caras y, por fin, los multicapas. Lo que no ha cambiado es que la plancha sobre la que están hechos sigue siendo de material no conductor. "Cada circuito que fabricamos tiene unas características diferentes, en función de su uso", indica Mujika. 400 referencias En Zubelzu se trabaja por encargo y mueven al mes más de 400 referencias. "De un circuito se pueden hacer desde cinco unidades, normalmente prototipos, hasta cien mil. Depende del sector. Por ejemplo, estamos haciendo un millón al año para un elevalunas de un coche", comenta Mujika. A la hora de diseñar el circuito se trabaja de dos formas: hay quien proporciona el diseño del circuito y en Zubelzu se encargan de ejecutarlo y producirlo en serie, y también hay clientes que proporciona unas necesidades y la empresa diseña el circuito. En Zubelzu cuentan con una capacidad para producir 6.000 metros cuadrados de circuito al mes, el equivalente a un campo de fútbol. Lo que resulta bastante difícil es establecer el precio medio de un circuito. La complejidad del que va detrás de un máquina tragaperras tipo bingo no es igual al que puede ir en una agenda personal. "Hay circuitos que cuestan 42 pesetas y otros que alcanzan las 50.000 pesetas", comenta Mujika. La fabricación del circuito es relativamente compleja. La empresa recibe una placa recubierta de cobre por los dos lados. Primero se taladra, luego se hace que los orificios resultantes sean conductores y posteriormente se lleva a la sección fotográfica, de donde pasa a la fase de decapado. Todo el proceso está informatizado y requiere unos niveles de calidad exhaustivos. Sala blanca En Zubelzu, el área de fotografía es una de las llamadas salas blancas 100. "Sólo puede haber 100 partículas de polvo de menos de 0,5 micras. En un quirófano puede haber hasta 10.000. En una zona previa, los trabajadores se quitan la ropa de calle y se ponen unos buzos especiales. Toda la zona está hecha con materiales antiestáticos", afirma Mujika. Estas rigurosas medidas tienen su explicación: una mota de polvo puede hacer que una de las pistas (los cables impresos) se junte con otra y por tanto se produzca un cortocircuito. El resto de la empresa está también limpia, pero no en el mismo grado. Zubelzu es una empresa de bata blanca. El resultado de estas medidas es que las devoluciones por fallo en el producto son cero. Todos los circuitos se prueban antes de salir al mercado y sólo se rechaza un 4% por defectos. "Nuestros ritmos constantes de crecimiento nos los marca el mercado. Los clientes nos piden más", dice Mujika. En 1999 facturaron 800 millones de pesetas, logrando beneficios, y en este ejercicio esperan superar esta cifra. En Euskadi no tienen competencia. Sus rivales están en Barcelona y Madrid. La facturación de Zubelzu se reparte entre el mercado nacional y la exportación, un 30% de sus ventas, esencialmente a empresas francesas. La empresa cuenta con oficinas en París, Madrid y Barcelona. Para atender al mercado francés y librase del chovinismo del otro lado de la frontera han establecido un apartado de correos en Hendaya y utilizan en este país transportes franceses; la proximidad ayuda. De la mano de uno de sus clientes están preparando su asalto al mercado mexicano, un primer paso en el que han puesto bastantes esperanzas.

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