Tribuna:

Fomentan la gran empresa J. J. P. B.

Tal como estaba cantado por lo más enterados, Vainmosa Cartera, la sociedad participada por Bancaja, entre otras firmas, ha sido adjudicataria del 49% de Egevasa, la empresa de la Diputación de Valencia que gestiona las aguas. A los profanos en tiburoneo financiero no se nos alcanza el calado de esta operación, que tanta bulla ha suscitado. Debe ser un negocio saneadísimo, además de potable si se nos autoriza la broma. Sin embargo, hay quienes descartan que la madre del cordero esté en el dividendo, aunque no sea desdeñable, pues no se dirimen estas batallas por amor al prójimo. ¿Dónde reside,...

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Tal como estaba cantado por lo más enterados, Vainmosa Cartera, la sociedad participada por Bancaja, entre otras firmas, ha sido adjudicataria del 49% de Egevasa, la empresa de la Diputación de Valencia que gestiona las aguas. A los profanos en tiburoneo financiero no se nos alcanza el calado de esta operación, que tanta bulla ha suscitado. Debe ser un negocio saneadísimo, además de potable si se nos autoriza la broma. Sin embargo, hay quienes descartan que la madre del cordero esté en el dividendo, aunque no sea desdeñable, pues no se dirimen estas batallas por amor al prójimo. ¿Dónde reside, pues, el aliciente principal de este asunto, cuyo secreto se nos escapa, pero no así su estruendo ni la potencia económica de los concursantes? Al parecer, la aludida madre del cordero reside en la consigna alumbrada en medios oficiales que insta a valencianizar nuestra economía, dotándola al mismo tiempo de empresas más potentes, capaces de proyectarse más allá del marco autonómico y estatal. Nos sobra minifundismo y en el mundo tienen apenas cabida los pequeñines, que así lo son incluso quienes no lo parecen entre nosotros. La citada Vainmosa y su incursión en el mercado de las aguas podría ser una primera iniciativa a la que seguirían otras en sectores cuya fragmentación no les augura un futuro próspero y sosegado. Como el de la construcción, sin ir más lejos. La Generalitat del PP es sensible a este problema y, en la medida que puede, allana estos procesos. Privatizaciones como la referida constituyen una excelente manera de aunar voluntades y recursos indígenas. Que después se quede todo en una operación meramente oportunista para quitarle a unos -a Saur, por ejemplo- y darle a otros, como los mentados adjudicatarios, tampoco nos sorprendería. El espíritu asociativo no es, precisamente, una de las notas más sólidas de la idiosincrasia valenciana y tal cambio de mentalidad no se improvisa. Pero la "filosofía" del propósito, como dicen sus alentadores, es plausible. Hay que fomentar grandes empresas, eficientes y del terreno. Entre otras cosas, porque día llegará en que alguna de ellas habrá de hacerse cargo del Gobierno autonómico, privatizado según un pliego de condiciones elaborado posiblemente en un bufete de Madrid.

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